Dios creó el universo por medio de su
Hijo, y lo hizo dueño de todas las cosas. El Hijo nos muestra el poder y la
grandeza de Dios, porque es igual a Dios en todo, y con su gran poder hace que
el universo siga existiendo.
Él logró que Dios nos perdonara nuestros
pecados, y después subió al cielo y se sentó a la derecha del trono de Dios. El
Hijo de Dios llegó a ser superior a los ángeles, pues Dios le dio un nombre
mucho más importante que el de ellos. Porque nunca Dios le dijo a ningún ángel:
Tú eres mi Hijo; hoy te he dado
vida.
Tampoco dijo de ningún ángel: Yo seré su Padre, y él será mi
Hijo. Y cuando envió a su Hijo a este mundo, ordenó: Que todos mis ángeles lo adoren.
Además, cuando Dios habla acerca de los
ángeles, dice: Yo convierto a mis
ángeles en viento, y a mis sirvientes en llamas de fuego. Pero
cuando habla de su Hijo dice: Tú eres Dios, y reinas siempre con justicia. Amas la justicia y odias
la maldad. Por eso yo, que soy tu Dios, te elegí y te hice más feliz que a tus
amigos. También dice: Señor, en el principio creaste la tierra; tú mismo hiciste los cielos.
Aunque todo eso dejará de existir, tú seguirás viviendo para siempre. El cielo
y la tierra se gastarán como un vestido viejo; los guardarás y los cambiarás
como si te cambiaras de ropa. Pero tú seguirás siendo el mismo, y nunca morirás.
Dios nunca le dijo a ningún ángel: Siéntate a la derecha de mi trono, hasta que derrote yo a tus enemigos.
Porque los ángeles son solamente espíritus que sirven a Dios, y él los envía
para ayudar a toda la gente que Dios habrá de salvar.