Ningún camino intermedio

Jua 3:36  El que cree en el Hijo tiene vida eterna; mas el que es incrédulo al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. 
El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.
Dos actitudes
El versículo deja en claro que hay dos actitudes espirituales, cada una con su consecuencia. NO ADMITE NINGUNA POSICIÓN INTERMEDIA.
Nota el contexto en los versículos inmediatamente antes.
El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos. Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio. El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz. Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida. El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano.
“El que de arriba viene.” En estas palabras Juan Bautista afirma que Cristo puede hablar con conocimiento de causa de lo que concierne al cielo, ¡puesto que Él vino del cielo! Es Él que conoce la santidad que impera allí, y las condiciones requeridas para entrar, el carácter de Dios, etc. No es como uno que es solamente de la tierra, y se da el lujo de especular o tener opiniones contrarias. Podemos apreciar la absoluta superioridad de aquel que viene de arriba como fuente de información. 
Ahora veamos qué más nos dicen estos versículos:
A pesar de ser testigo presencial, y hablar de lo suyo, “nadie recibe su testimonio”. Aquello afrenta a Dios, puesto que Él que vino, es el Verbo, el Testigo Fiel y Verdadero y la Verdad; son todos títulos descriptivos de Jesucristo.
El que sí cree “atestigua que Dios es veraz”. En otras palabras, tal persona acepta el testimonio de Cristo como palabra de Dios, veraz y fidedigna. Al hacerlo, exhibe fe en Dios.
Cristo, el que realmente dio a conocer a Dios, y era testigo fiel de lo celestial, es poseído de ilimitado poder y gracia. Entre sus atribuciones es el determinar el destino eterno de cada ser humano.
El Padre ama al Hijo, y ha dado a Él todas las cosas (incluyendo a las personas), y lo ha puesto todo a la disposición del Hijo.
¿A quiénes llevará a la gloria consigo? A aquellos que creen, y reciben la fe y la vida de Dios; los que acreditan que Él es veraz. Cristo no llevará a ningún incrédulo, rebelde, indiferente, al cielo, ni nadie contra su voluntad. Tales personas estarían completamente fuera de lugar en el cielo, el lugar del trono de Dios.
Creer: la clave
Ahora, volvamos al versículo Jua_3:36:
El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.
Vemos que el texto gira en torno al creer en el Hijo y rehusar creer en el Hijo. 
¿Qué significa creer en Él? Basta que miremos lo que antecede este pasaje en el mismo evangelio de San Juan. Por ejemplo, Jua_1:1-3 nos afirma la eterna deidad de Cristo. Él siempre era verdadero Dios el Hijo, el Verbo, Creador de todo lo creado, y no un dios inferior al Padre, ni mucho menos una criatura, como afirman algunas religiones equivocadas. El Jua_1:14 afirma que vino a tomar forma humana, en lo que se llama la encarnación, y así revelar a nosotros al Dios invisible. 
En ese mismo primer capítulo, Juan Bautista nos enseña lo que era la misión de Jesús en venir a la tierra: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.
Aquello alude directamente a su sacrificio por nuestro pecado en la cruz. Finalmente, en el capítulo 3, vemos referencia al perdón de pecados y la salvación que es nuestra al creer en Él como Salvador: 
De tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda más tenga vida eterna.
Todo esto está implícito en “el que cree en el Hijo”. No es solamente creer que Jesús existió. Es tomarle como Salvador personal.
Es evidente que el texto contiene diferentes secciones, según su sentido. Por ejemplo, veo que se puede distinguir entre el que cree, y el que rehúsa creer:
El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.
En realidad, se tendría que dividir al mundo entero de esta manera, tomando como criterio su actitud con respecto al Señor Jesús; quién es, y qué de su muerte en la cruz como sacrificio por nuestro pecado. Cada persona, o cree en Él y tiene vida eterna, o rehúsa creer en Él y está bajo la ira de Dios. Cualquier grupo se podría dividir en dos: los que creen, y los que rehúsan creer. Incluso cada congregación, o comunidad, o población, o aun los miembros de una familia. 
Pero vayamos un paso más adelante: cada individuo o está en la primera sección, o la segunda. Permítame preguntarte, ¿en cuál estás tú? ¿Te reconoces pecador delante de Dios, y por lo tanto bajo condenación? Repasa lo que vimos arriba sobre lo que significa “creer en el Hijo”, y toma para ti lo que Dios afirma como consecuencia; “tiene vida eterna”. Es Dios mismo que afirma la vida eterna, o la condenación eterna. Ve también Jua_3:18 para un ejercicio similar.