En las últimas horas, el ejército israelí ha anunciado su intención de invadir Rafah, ubicada aproximadamente a 30 km de Gaza, donde se encuentran los refugiados que fueron expulsados por las acciones coloniales del ejército israelí en Gaza.
La inmensa mayoría de estos refugiados, desplazados internos, viven en tiendas improvisadas y se encuentran atrapados entre la presión genocida sionista y la colaboración del régimen egipcio de Al-Sisi.
Desde el 8 de febrero, los ataques aéreos israelíes se han intensificado en Rafah, dejando un saldo de al menos 59 palestinos muertos.
La reciente escalada de violencia se produce después de que quedara patente una vez más la intención de Israel de continuar con su política genocida en Palestina. Un ejemplo claro de esta actitud fue el plan propuesto por el gobierno israelí, que buscaba un “cese temporal de operaciones militares”, dejando la puerta abierta a la reanudación de las hostilidades una vez se cumpliera el objetivo de liberar a los rehenes en manos de grupos de resistencia palestinos. En contraste, HAMAS y otros grupos de la Resistencia Palestina han abogado por un cese completo de las operaciones militares.
Como era de esperar, horas después de que HAMAS anunciara su propio plan, este fue rechazado tanto por Estados Unidos como por el régimen de Tel Aviv. Esto deja en evidencia, una vez más, su voluntad de boicotear cualquier intento de detener la espiral de muerte y violencia en Palestina.
Como señalan varios analistas, es evidente que Israel quiere continuar con el genocidio sin importarle en lo más mínimo la pérdida de vidas palestinas. El ministro de asuntos militares sionista, Yoav Gallant, reconoció públicamente que “la guerra está lejos de terminar”, mientras que el primer ministro Netanyahu, después de reunirse con Anthony Blinken, secretario de Estado de Estados Unidos, declaró: “Tenemos que finalizar la guerra con una victoria contundente, y es solo cuestión de tiempo. Nuestro ejército está avanzando sistemáticamente, y hemos ordenado que se concentre en Rafah”.
Las razones políticas que explican esta nueva fase del genocidio en Palestina, específicamente la invasión de Rafah, son varias. En primer lugar, Israel considera que los crímenes en Rafah pueden ser vistos como una victoria simbólica frente a un posible alto el fuego que le “obligue” a ceder en algunas de sus pretensiones.
En segundo lugar, Israel espera crear nuevas realidades sobre el terreno para fortalecer su posición negociadora en las futuras conversaciones de alto el fuego. Desde el punto de vista sionista, la creación de estas “nuevas realidades” le permite desplegar un discurso antagónico al de HAMAS y al resto de la Resistencia Palestina. En otras palabras, HAMAS ha hecho de la protección de civiles una demanda clave en cualquier tipo de conversaciones sobre el alto el fuego: cese de hostilidades, provisión de viviendas temporales, reconstrucción y ayuda humanitaria, levantamiento del cerco, retirada de áreas pobladas y luego de otras áreas, etc. Por su parte, la entidad sionista, con sus matanzas indiscriminadas, pretende debilitar a HAMAS atacando a la población palestina.
Al intentar romper el vínculo entre el pueblo palestino y HAMAS, Israel reconoce la existencia de dicho vínculo y que HAMAS es el representante verdadero del pueblo palestino. Esto contradice el discurso liberal que considera al grupo palestino como un “poder ilegítimo”. Al mismo tiempo, se utiliza como ejemplo a la Autoridad Palestina, bajo control de Al-Fatah, como un “poder no confrontacional”. Según esta narrativa, la Autoridad Palestina es vista como el nativo obediente que no considera necesario antagonizar al ocupante colonial e incluso colabora con dicho poder colonial para sofocar cualquier intento de desmantelar el statu quo del que son parte.
Para los palestinos involucrados en la lucha anti-colonial contra Israel, la Autoridad Palestina (AP) careceç de legitimidad y no puede ser considerada como representante del pueblo palestino. Incluso para Israel, la AP es completamente irrelevante debido a la falta de apoyo dentro de Palestina y a su incapacidad para aplicar el “orden colonial” en los territorios palestinos. En este sentido, las acciones de HAMAS el 7 de octubre evidenciaron de manera definitiva la irrelevancia de la AP en el contexto colonial palestino.
Volviendo a la operación sionista en Rafah, esta forma parte del plan real de Israel: ocupar todo el territorio palestino de la llamada “Franja de Gaza” y expulsar a su población nativa, de manera similar a lo ocurrido en 1948 durante la Nakba. Las recientes declaraciones de las autoridades coloniales, en las que señalan que “no se permitirá el retorno de los palestinos expulsados a la zona norte de Gaza”, dejan muy clara la política colonial de ocupación y posterior asentamiento.
El discurso que utiliza la excusa de HAMAS para justificar el actual genocidio no tiene en cuenta las dimensiones histórico-políticas del sionismo entendido como colonialismo de asentamiento. HAMAS no ha sido ni derrotado ni debilitado, de hecho, el grupo ha vuelto a tener presencia en la ciudad de Gaza y sus alrededores, según varios medios locales, desmintiendo la propaganda sionista que afirmaba que el grupo había sido desmantelado en esa zona. El propio grupo ha declarado que “las Brigadas de Al-Qassam no han dejado de operar en el norte desde que comenzó el asalto terrestre y han continuado disparando cohetes a pesar de los esfuerzos de Israel por sofocar las capacidades militares de la resistencia”.
El impulso de colonización, junto con la voluntad genocida, es lo que impulsa todas las acciones sionistas en Palestina, incluso desde antes de su fundación en 1948. El actual cerco a Rafah forma parte del plan de ocupación y expulsión. Es dentro de la Resistencia a este plan, es decir, dentro de la lucha de Resistencia anti-colonial, donde debemos entender y comprender las acciones de HAMAS y el resto de grupos palestinos.