7. La septima trompeta (Ap. 11:15-19)
El toque de la séptima trompeta marca un hecho
memorable en el libro de Apocalipsis. Pone en movimiento los sucesos finales
que conducen a la venida del Señor Jesucristo y el establecimiento de su reino
milenario en la tierra. Durante su dominio vendrá la furia final de los juicios
del día del Señor (Apo_16:1-21), la cosecha final de juicio
sobre la tierra (Apo_11:18; Apo_16:19), y la derrota de los reyes de
la tierra por el Cordero (Apo_17:12-18), terminando en el triunfo culminante de Cristo
en Armagedón (Apo_19:11-21).
Debe observarse que, aunque la séptima
trompeta es la última en secuencia de los juicios de las siete trompetas, no
debe igualarse con la “final trompeta” a la que Pablo se refiere en 1Co_15:52. La séptima
trompeta cubre un prolongado espacio de tiempo, distinguiéndose del
acontecimiento instantáneo (“en un instante, en un abrir y cerrar de ojos”) de
la “final trompeta”. En vez de un llamado para el momento del arrebatamiento de
la Iglesia, la séptima trompeta llama una prolongada ola de juicio sobre los
impíos.
La séptima trompeta no solo
anuncia juicio consumidor sobre los incrédulos, sino también la coronación del
Señor Jesucristo. En el Antiguo Testamento con frecuencia se tocaban las
trompetas en la
coronación de un rey (2Sa_15:10; 1Re_1:39; 2Re_9:13; 2Re_11:12; 2Re_11:14). El toque de la séptima trompeta marca también el fin del intervalo que sigue a la sexta
trompeta (Apo_10:1
a Apo_11:14). Cada una de las tres series
de juicios (sellos, trompetas y copas) contiene un intervalo entre el sexto y
el séptimo acontecimiento. Entre el sexto y el séptimo
sello viene el intervalo del capítulo 7; entre la sexta y la séptima copa viene
el breve intervalo de Apo_16:15. Esos momentos de tregua
sirven para alentar y animar a los creyentes en medio de los terrores de los
juicios de Dios, asegurándoles una vez más que Él no
los ha olvidado (Mal_3:16
a Mal_4:2).
Aunque la séptima trompeta suena en Apo_11:15, los juicios asociados con
ella no se describen hasta el capítulo 15. Los capítulos 12—14
son un paréntesis, llevando nuevamente a los lectores por la tribulación hasta
el punto de la séptima trompeta por un camino diferente. Describen la
tribulación no desde la perspectiva de Dios, sino desde la de Satanás. Los
capítulos 4—11 se centran en Cristo, recuperando lo que legítimamente es suyo
mediante los juicios de los sellos y las trompetas. Los capítulos 12—14 se
centran en el último usurpador humano, el postrer anticristo, cuya carrera se
extiende el mismo período de tiempo que los juicios de los sellos y las
trompetas.
ALABANZA POR LA SOBERANÍA
El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que
decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo;
y él reinará por los siglos de los siglos. Y los veinticuatro ancianos que
estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros,
y adoraron a Dios, diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que
eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has
reinado.
(Apo_11:15-17)
Aunque se demoraron sus efectos en la tierra, hubo una inmediata reacción en el cielo cuando el séptimo ángel tocó su trompeta. Expresando
alborozo por lo que estaba a punto de suceder, hubo grandes voces en el cielo,
que decían: “Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su
Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos”. Es evidente que esa
conmovedora proclamación está vinculada a los efectos de la séptima trompeta.
Hay un gozo incontenible porque el poder de Satanás será destruido por siempre,
y Cristo reinará supremo. El establecimiento del muy esperado reino de Cristo
es el momento culminante de la historia de la redención.
La abarcadora frase “los reinos
del mundo” presenta la verdad esencial de que todos los diversos grupos del
mundo son en realidad un reino bajo un rey. A ese rey se le conoce en las
Escrituras por muchos nombres y títulos (véase “Nombres de Satanás”).
NOMBRES DE SATANÁS
Aunque Dios ordena los gobiernos humanos para el bienestar del hombre (Rom_13:1), esos mismos gobiernos rechazan someterse a Él o reconocer su soberanía (Hch_4:26). Son esencialmente parte del reino de Satanás.
Jesús afirmó que Satanás, aunque
es un usurpador y no el legítimo rey, es el actual gobernador del mundo. Tres
veces en el Evangelio según Juan Jesús llamó a Satanás “el príncipe de este
mundo” (Jua_12:31; Jua_14:30; Jua_16:11). Como hizo en Babel, Satanás gobernará en el futuro sobre una unida humanidad caída, en un reino
visible bajo el liderazgo del anticristo (la bestia de Apo_13:1-4).
El tiempo del verbo traducido “han
venido” describe un acontecimiento futuro que es tan cierto que se puede hablar
de él como si ya hubiera ocurrido. El cielo se regocija, como si el día tan
esperado cuando Cristo establecerá su reino ya hubiera llegado, aunque todavía
debe pasar algún tiempo en la tierra antes de que eso suceda. La frase “de
nuestro Señor y de su Cristo” subraya dos realidades. “Señor” por lo general se
refiere a Jesucristo a lo largo del Nuevo Testamento, mientras que en
Apocalipsis se refiere más a menudo a Dios el Padre, subrayando su igualdad en
naturaleza. Esta frase describe también el reino en su sentido más amplio,
anhelando el gobierno divino sobre la creación y la nueva creación. No se
establece diferencia entre el reino milenario en la tierra y el reino eterno.
Al final de los mil años, el reino milenario se unirá al reino eterno en el que
Cristo reinará por los siglos de los siglos.
Centrándose en un grupo
particular de los que estaban en el cielo ofreciendo alabanza, Juan observa que
los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros (Apo_5:8; Apo_5:14; Apo_7:11; Apo_19:4) y adoraron a Dios. Como
representantes de la iglesia glorificada y arrebatada, estos ancianos han
estado ansiosamente esperando que Cristo recupere la tierra de Satanás. Su gozoso grito de alabanza está lleno de gratitud: “Te damos
gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir,
porque has tomado tu gran poder, y has reinado”, y refleja su gran gozo por la
respuesta a sus oraciones por la llegada del reino.
La alabanza de los ancianos se
centraba en tres de los atributos de Dios. “Todopoderoso” describe el poder
soberano y omnipotente de Dios. Nueve de los diez usos de esta palabra en el
Nuevo Testamento se encuentran en Apocalipsis (Apo_1:8; Apo_4:8; Apo_11:17; Apo_15:3; Apo_16:7; Apo_16:14; Apo_19:6; Apo_19:15; Apo_21:22). Se refiere a Dios ejerciendo
su voluntad, que todo lo abarca, mediante su irresistible poder. La frase “el que eres y el que eras” expresa la eternidad de Dios. Como el Dios
vivo, Él no tuvo comienzo y no tendrá final.
Los ancianos también alababan a
Dios por su soberanía, porque Él había “tomado su gran poder, y [había]
reinado”. El verbo traducido “has tomado” denota la permanencia del gobierno
soberano de Dios.
Todos los intentos de igualar
ese reino glorioso de Cristo sobre toda la tierra con cualquier acontecimiento
del pasado, o con la Iglesia, son contradictorios a la clara enseñanza de la
Biblia sobre el futuro, incluso sobre todo en este pasaje. No hay forma de que
pueda cumplirse este texto si no es a través del reinado universal de
Jesucristo sobre toda la tierra, como los profetas predijeron desde hace tanto
tiempo.
ATAQUE DE FURIA
Y se airaron las naciones (Apo_11:18 a)
La visión de la séptima trompeta revela que las naciones
fueron desafiantes y se airaron ante la perspectiva de que el reino de Cristo
se estableciera sobre toda la tierra. El verbo traducido “se airaron” sugiere
una profunda y continua hostilidad. Este no fue simplemente un momentáneo y
emocional ataque de genio, sino un establecido resentimiento abrasador contra
Dios. Finalmente, reunirán ejércitos para pelear contra Dios (16:14, 16;
20:8-9). Sin deseo alguno de arrepentirse de sus pecados, el resentimiento
colérico y la hostilidad contra el cielo moverá a las naciones a reunirse para
su destrucción en Armagedón (cp. Sal_2:1; Sal_2:5; Sal_2:12; Hch_4:24-29).
Los juicios divinos que experimentarán
las personas durante la tribulación, las harán volverse de sus pecados y
someterse a Dios. Trágicamente, sin embargo, incluso bajo tal atemorizante
juicio y advertencias de infierno eterno, la mayoría de ellos no querrán
arrepentirse, y en vez de esto endurecerán su corazón (cp. Rom_2:1-10, que enseña que los hombres se niegan a arrepentirse a pesar de la bondad de
Dios). Por lo visto, el mundo incrédulo llegará a ese punto en el derramamiento
final de la ira de Dios durante los acontecimientos de la séptima trompeta (Apo_16:9; Apo_16:11). Su furia y hostilidad hacia
Dios alcanzará un grado febril, y se reunirán para luchar
contra Él en la batalla de la llanura de Meguido (Apo_16:14; Apo_16:16). Para entonces estarán más allá del día de gracia. No habrá salvación en Armagedón. El
esfuerzo último y desesperado del mundo por evitar que Cristo establezca su
reino fracasará, y serán totalmente destruidos.
PLAN DEL JUICIO
y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a
los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu
nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la
tierra.
(Apo_11:18 b)
La venida de la ira de Dios es tan segura que se puede hablar de ella
como si ya hubiera ocurrido. Los que piensan que un Dios amoroso no derramará su ira sobre ellos se apoyan en una esperanza falsa y peligrosa. El
que Dios juzgará un día a los incrédulos es un tema recurrente en la Biblia (Isa_24:17-23; Isa_30:27-33; Eze_38:1-23; Eze_39:1-29). El toque de la séptima trompeta marca el cumplimiento del acontecimiento del gran
juicio que los profetas anunciaron y que los santos de todos los siglos han
anhelado (cp. Sal_3:7; Sal_7:6; Sal_35:1-8; Sal_44:26). Será
el tiempo en el que Dios derrame su ira sobre sus enemigos.
La séptima trompeta no solo será señal del
derramamiento de la ira de Dios sobre la tierra, también indicará que ha
llegado “el tiempo de juzgar a los muertos”. “Tiempo” es la traducción de una
palabra griega que se refiere a una época, era, ocasión, o suceso. El
establecimiento del reino de Cristo será un tiempo apropiado para juzgar a los
muertos. El juicio ante el gran trono blanco (Apo_20:11-15) no es el tema de este pasaje, ya que ese
juicio, de modo explícito, tiene que ver solo con
los incrédulos. Es mejor ver esta referencia al juicio como una referencia
general a todos los juicios futuros. Los ancianos, en su cántico, no hicieron
intento alguno de separar las diferentes fases de juicio como están separadas
en los capítulos finales de Apocalipsis. Simplemente cantan de juicios futuros
como si fueran un solo suceso, de la misma manera que otros pasajes de las
Escrituras no hacen distinción entre los juicios futuros (Jua_5:25; Jua_5:28-29; Hch_17:31; Hch_24:21).
El juicio será el tiempo en que Dios dé el
galardón a sus “siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu
nombre, a los pequeños y a los grandes”. Aunque la potestad de servir a Dios en
una forma digna de recompensa es un don de la gracia de Dios, no obstante se
anima a los creyentes a trabajar con la mira puesta en esas prometidas recompensas.
En Apo_22:12 Jesús
dijo: “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada
uno según sea su obra”. Pablo escribió a los corintios: “Y el que planta y el
que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a
su labor” (1Co_3:8). La recompensa prometida a los creyentes
es que heredarán el reino, tanto en su etapa milenaria (Mat_25:34-40; Mar_10:29-31) como eterna (Apo_21:7). A los creyentes también se les prometen coronas, entre ellas la corona de justicia (2Ti_4:8), la corona de vida (Stg_1:12; Apo_2:10) y la corona de gloria (1Pe_5:4).
La frase “tus siervos los profetas” abarca a todos los que
han proclamado la verdad de Dios a lo largo de la historia de la redención,
desde Moisés hasta los dos testigos (Apo_11:3-13). Las Escrituras a menudo señalan a los profetas como los siervos del Señor (p. ej. 2Re_9:7; Esd_9:11; Jer_7:25; Eze_38:17). Se ha cumplido el tiempo
para que ellos reciban “recompensa de profeta” (Mat_10:41). Todos esos hombres fieles
que se levantaron en el nombre de Dios en días
difíciles y en contra de la oposición, recibirán entonces su obra revelada y
recompensada.
Otro grupo a ser galardonado son
los santos, que se designan además como los “que temen tu nombre” (cp. Sal_34:9; Luc_1:50). “Santos”
es una forma común de describir a los redimidos en la Biblia, tanto en el
Antiguo como en el Nuevo Testamento (Apo_5:8; Apo_8:3-4; Sal_16:3; Sal_34:9; Dan_7:18; Mat_27:52; Hch_9:13; Hch_26:10; Rom_1:7; Rom_8:27). Todos los santos de Dios, “los pequeños y los grandes”, recibirán recompensas.
El juicio también “destruirá a
los que destruyen la tierra”. Esa no es una alusión a los que contaminan el
medio ambiente, sino a los que contaminan la tierra con su pecado. Eso incluye
a todos los incrédulos, sobre todo en el contexto de Apocalipsis del falso
sistema económico y religioso llamado Babilonia (Apo_18:2), al anticristo y a sus
seguidores, y a Satanás mismo. El apóstol Pablo
escribió que el “misterio de la iniquidad” (2Ts_2:7) ya está en acción en la época de la Iglesia, pero durante el período de la
tribulación alcanzará su punto máximo de actividad destructora, desmenuzando la
sociedad en toda forma de maldad.
A los humanos se les dio
mayordomía y dominio sobre la tierra (Gén_1:28), pero cayeron en pecado, y a
través de toda la historia han corrompido
continuamente la tierra (Rom_8:19-21). Cuando esa corrupción alcance su punto culminante, Dios destruirá la tierra y creará una
nueva (Apo_21:1).
PROMESA DE COMUNIÓN
Y el templo de Dios fue abierto en el
cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y
grande granizo. (Apo_11:19)
Vinculada a la séptima trompeta está la promesa
a los creyentes de comunión con Dios continua y para siempre. Esta comunión se
simboliza en la metáfora del versículo Apo_11:19. La apertura del templo de
Dios que está en el cielo (el lugar donde mora su presencia;
caps. 4, 5) mostró el arca de su pacto. El arca simboliza que el pacto que Dios
ha prometido a los hombres ahora está disponible en su plenitud. En medio de la
furia de su juicio sobre los incrédulos, Dios abre a todos el lugar santísimo (donde
estaba el arca; Éxo_26:33-34; 2Cr_5:7) y atrae a los creyentes a su
presencia. Esto habría sido inconcebible en el
templo del Antiguo Testamento, donde solo el sumo sacerdote entraba al lugar
santísimo una vez al año (Heb_9:7).
El arca simboliza la comunión de Dios con los redimidos,
porque allí era donde se ofrecía la sangre de los sacrificios para expiar el
pecado de los hombres (Lev_16:2-16; Heb_9:3-7). Además, era desde encima del arca que Dios hablaba con Moisés (Núm_7:89). Al arca del pacto se le
llama en las Escrituras el arca del testimonio (Éxo_25:22), el arca de Dios (1Sa_3:3), y el arca del poder de Dios
(Sal_132:8). Dentro de ella estaban “una urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció,
y las tablas del pacto” (Heb_9:4). Todo esto simbolizaba que
Dios supliría a su pueblo, que era soberano sobre su pueblo,
que dio su ley a su pueblo, y que entró en un pacto de salvación eterna con su
pueblo.
Junto con el arca en el templo
celestial hubo “relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo”.
Acontecimientos similares se asocian al majestuoso y glorioso trono celestial
de Dios en Apo_4:5. En Apo_8:5 y Apo_16:17-18 están
asociados con el juicio. El cielo es la fuente de venganza contra los
incrédulos, así como de las bendiciones del pacto para los redimidos.
El mensaje de la séptima trompeta es que Jesucristo es el soberano Rey. Un día Él recuperará el control de la tierra de Satanás y de los gobernadores de la tierra. Cuando Él venga, traerá bendiciones del pacto a los redimidos, pero condenación eterna a quienes lo rechazan.