1. El trono de Dios (Ap. 4:1-11
A diferencia de los inventos extravagantes de los que falsamente dicen haber estado en el cielo, la Biblia menciona la historia de dos personas que de cierto fueron llevadas allí en visiones. En 2Co_12:1-21, el apóstol Pablo escribió que había sido trasladado al “tercer cielo”, pero se le prohibió que contara lo que allí vio (v. 2Co_12:4). El apóstol Juan también tuvo el inestimable privilegio de visitar el cielo. A diferencia de Pablo, a Juan se le permitió dar una detallada descripción de su visión en Apo_4:1-11; Apo_5:1-14.
La Biblia menciona el cielo más de quinientas veces, y otros,
como Pablo (2Co_12:1-21) y Ezequiel (Eze_1:1-28), han escrito descripciones
del cielo. Pero las palabras de Juan en los capítulos
Apo_4:1-11; Apo_5:1-14 son las más informativas de toda la Biblia. Se trasladan a los lectores mucho
más allá del entendimiento de este mundo a un cuadro de las realidades del
cielo. Mediante la visión de Juan, los creyentes tienen el privilegio de ver
con antelación el lugar donde vivirán para siempre.
La primera aparición de la frase
“Después de esto” (v. Apo_4:1) se relaciona con la propia cronología de Juan. También denota que esta segunda visión siguió
inmediatamente a la visión que tuvo Juan del Cristo resucitado y glorificado (Apo_1:9-20) y de las cartas a las siete
iglesias (Apo_2:1 a Apo_3:22). La frase “Después de esto” se emplea a lo largo de Apocalipsis para marcar el
comienzo de una nueva visión.
EL TRONO COMO
PRELUDIO DE LOS ACONTECIMIENTOS FUTUROS
La segunda aparición de “Después de esto” al final
del versículo 1 se relaciona con la cronología de Dios. Su empleo marca una
transición importante en el libro de Apocalipsis de la era de la Iglesia
descrita en los capítulos Apo_2:1 a Apo_3:22, a la tercera gran división del libro que se halla en los capítulos Apo_4:1 a Apo_22:21. La escena se mueve desde
cosas relacionadas con la Iglesia en la tierra (que no se vuelve a mencionar en
los caps. Apo_4:1 a Apo_19:21) hacia una impresionante
escena en el cielo. Esta nueva escena se concentra en el trono de Dios y forma
el prólogo de los futuros acontecimientos históricos
que se revelan en los capítulos Apo_6:1 a Apo_22:21. En armonía con la promesa del Señor de guardar a su Iglesia de la hora de la
prueba que se da en Apo_3:10, la Iglesia será arrebatada antes de que comience ese tiempo de tribulación.
Cuando Juan miró, para su
asombro vio “una puerta abierta en el cielo” (Apo_4:1; cp. Eze_1:1; Hch_7:56). Esta puerta permitió la entrada de Juan al tercer cielo a la habitación misma del trono de
Dios. Era el cielo al que Cristo subió después de su resurrección y donde ha
estado desde entonces sentado a la diestra de Dios. El cielo vino a ser la
posición ventajosa de Juan para el resto de Apocalipsis.
Después de ver la puerta
abierta, la primera voz que Juan oyó fue la conocida voz “como de trompeta” que
le había hablado en su primera visión (Apo_1:10). Esta fue la voz del
resucitado y exaltado Cristo. Su voz es como de trompeta por su característica autoritativa y dominante. El Señor ordenó específicamente a Juan
que “[subiera] acá”, es decir, al cielo. Juan no fue arrebatado a una mística
tierra de fantasía, sino trasladado espiritualmente a la realidad del cielo.
El tema central de la visión de Juan
es “el trono de Dios”, el cual menciona once veces en este capítulo. Todas las
características del capítulo pueden bosquejarse teniendo como fundamento la
forma en la que se relacionan con ese trono de gloria divina.
EL TRONO
Y al instante yo estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el
cielo,
(Apo_4:2 a)
Hoy día la mayoría de las personas que dicen haber
tenido visiones del cielo, tienden a hacer hincapié en los aspectos más
extravagantes. Pero la visión de Juan se centró en el glorioso trono de Dios y
en la majestad del que se sienta en él. Juan estaba asombrado y sobrecogido por
lo que vio, lo que lo hizo exclamar “he aquí”.
La causa del asombro de Juan era el trono de Dios que vio “establecido en el cielo”. Esto no era un mueble, sino un símbolo del
gobierno y de la autoridad soberanos de Dios situado en el templo del cielo (Apo_7:15; Apo_16:17). Según
Apo_21:22, el templo celestial no es un verdadero
edificio: “el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella,
y el Cordero”. El empleo del término “templo” simboliza la presencia de Dios.
Se dijo que el trono estaba establecido porque el gobierno soberano de Dios
está firme, permanente e inmovible. Una visión del trono inconmovible de Dios
muestra que Él tiene permanente, inalterable y completo control del universo.
Esto produce aliento a la luz del horror y el trauma de los acontecimientos de
los postreros tiempos que están por revelarse (caps. Apo_6:1 a Apo_19:21).
EN EL TRONO
y en el trono, uno sentado. Y el aspecto
del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina; (Apo_4:2-3
a)
La casualidad no gobierna el universo. En vez de esto, el omnipotente
Creador del universo está sentado en su trono como su
soberano. A diferencia de su empleo en Hebreos (Heb_1:3; Heb_10:12; Heb_12:2), donde refleja la posición de reposo de Cristo, el término “sentado” indica la postura del que
reina. Jesús no está de reposo porque la obra de la redención se ha cumplido,
sino de reinar porque está a punto de imponerse justicia.
Aunque Juan no le da nombre al
que estaba sentado en el trono, es evidente quién es. Es al que Isaías vio en
su visión: “Vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas
llenaban el templo” (Isa_6:1). Los profetas Micaías, Daniel y Ezequiel también lo vieron en su trono glorioso (1Re_22:19; Dan_7:9-10; Eze_1:26-28). En marcado contraste con las
narraciones fortuitas de los que hoy dicen tener visiones de Dios, estos
profetas se quedaron asustados y humillados por sus visiones.
Juan describió al “que estaba sentado” en el
trono como “semejante a piedra de jaspe y de cornalina”. Esa descripción
recuerda la luz centelleante, el fuego flameante y los vívidos colores en la
visión de Ezequiel. Apo_21:11 describe la piedra de jaspe ”diáfana como el cristal”. Por lo tanto, es mejor identificar esta
piedra como diamante. Todas las facetas brillantes y centelleantes de la gloria
de Dios se comparan a un diamante, que refracta brillantemente todos los
colores del espectro. Una cornalina (sardio), de donde la ciudad de Sardis tomó
su nombre, es un rubí llameante, rojo como la sangre. También expresa la
resplandeciente belleza de la gloria de Dios, y pudiera también simbolizar la
ira flameante de Dios, a punto de derramarse sobre el mundo rebelde (Apo_6:1 a Apo_19:21).
Hay otro posible simbolismo en la selección
de estas dos piedras. La cornalina y el jaspe eran la primera y la última
piedras en el pectoral del sumo sacerdote (Éxo_28:17-20), que representaban al primogénito y al más pequeño de los doce hijos de Jacob. Pudiera ser que esas
dos piedras describieran la relación de pacto de Dios con Israel. Su ira y
juicio no destruirán esa relación.
La visión que tuvo Juan del
trono de Dios no es de paz y consuelo. Su resplandeciente, esplendorosa
magnificencia revela los terrores del juicio de Dios.
ALREDEDOR DEL
TRONO
y había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la
esmeralda. Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi sentados en
los tronos a veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de
oro en sus cabezas. (Apo_4:3-4)
Apartándose de su descripción del trono, comienza a
describir lo que estaba alrededor de él. Juan observó primero que había
alrededor del trono un arco iris. El que Juan lo describiera como “semejante en
aspecto a la esmeralda” muestra que el verde era el color dominante. Eso se
presenta otra vez para mostrar la muy esplendorosa gloria de Dios (Eze_1:28). El arco iris ofrece un
reconfortante equilibrio para los flameantes destellos de juicio vistos
anteriormente del trono de Dios. Según Gén_9:13-17, un arco iris simboliza el
pacto de fidelidad, misericordia y gracia de Dios. Los atributos de Dios
siempre operan en armonía perfecta. Su ira nunca obra a
expensas de su fidelidad.
Juan también vio alrededor del
trono a veinticuatro ancianos sentados en veinticuatro tronos “vestidos de
ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas”. Se ha debatido mucho la
identidad de los veinticuatro ancianos. Aunque algunos los consideran como un
orden de seres angelicales, es mejor verlos como representantes humanos de la
Iglesia. ¿Por qué? En primer lugar, la referencia a los veinticuatro tronos en
los que están sentados indica que reinan con Cristo. En ningún lugar en las
Escrituras los ángeles se sientan en tronos ni se muestran gobernando. A la
Iglesia, por otra parte, se le promete varias veces que gobernará con Cristo (Apo_2:26-27;
Apo_3:21;
Apo_5:10;
Apo_20:4; Mat_19:28; Luc_22:30; 1Co_6:2-3; 2Ti_2:12).
La palabra griega traducida “ancianos” nunca se emplea en
las Escrituras para referirse a los ángeles, sino siempre a los hombres. Se
emplea para referirse a los ancianos en general, y de gobernantes tanto de
Israel como de la Iglesia. No hay dudas de que no hay uso de esta palabra fuera
de Apocalipsis para referirse a los ángeles. Además de eso, “ancianos” sería un
término inapropiado para describir ángeles, quienes no envejecen.
Aunque los ángeles aparecen
vestidos de blanco (Jua_20:12; Hch_1:10), por lo general las ropas
blancas son las vestiduras de los creyentes. Eso es particularmente cierto en
el contexto inmediato de Apocalipsis. Cristo les prometió a los creyentes de Sardis que serían “vestido[s] de vestiduras
blancas” (Apo_3:5). Les aconsejó
a los de Laodicea que “[compraran]… vestiduras blancas para vestir[se]” (Apo_3:18). En la cena de las bodas del
Cordero, su Esposa se vestirá “de lino fino, limpio y resplandeciente”
(Apo_19:8). Las ropas blancas simbolizan la justicia
de Cristo que se imputa a los creyentes en la salvación.
El que los ancianos usen coronas
de oro en sus cabezas proporciona evidencia adicional de que eran seres
humanos. En la Biblia nunca se prometen coronas a los ángeles, ni nunca se ve a
los ángeles usándolas. En griego, esta corona se refiere a la corona del
triunfador, usada por los que satisfactoriamente compitieron y ganaron la
victoria. Cristo les prometió esta corona a los fieles creyentes de Esmirna (
Apo_2:10; cp. 1Co_9:25; 2Ti_4:8; Stg_1:12).
Si los veinticuatro ancianos son seres humanos, ¿a quiénes representan? En la Biblia, el número veinticuatro se usa
para hablar de consumación y representación. Había veinticuatro príncipes del
santuario representando a los veinticuatro grupos de los sacerdotes levíticos (1Cr_24:4-5;
1Cr_24:7-18), así
como veinticuatro divisiones de cantantes en el templo (1Cr_25:1-31). Quienesquiera sean los
veinticuatro ancianos, ellos probablemente representen un grupo mayor.
Algunos creen que los ancianos representan a Israel. Aunque ha habido
judíos redimidos a lo largo de la historia y seguirá
habiéndolos, en el momento de la visión la nación en su conjunto aún no había
sido redimida. Los ancianos tampoco pueden ser los santos que han salido de la
tribulación, ya que ellos aún no se habían convertido. Otros dividen a los
veinticuatro ancianos en dos grupos de doce, uno representando a la Iglesia y
el otro a Israel. Sin embargo, en todas sus apariciones en Apocalipsis, se
muestran como un grupo unido de veinticuatro, nunca como dos grupos de doce.
Lo más probable es que
representen a la iglesia arrebatada, que canta el cántico de la redención (Apo_5:8-10). Tienen sus coronas y viven
en el lugar preparado para ellos, a donde han ido para estar con Jesucristo (Jua_14:1-4).
DEL TRONO
Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; (Apo_4:5 a)
Los “relámpagos y truenos” están asociados con la
presencia de Dios en Éxo_19:16 y en Eze_1:13. Se asocian también con el juicio de Dios durante la tribulación. En Apo_8:5 “el
ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la
tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos” (Apo_11:19; Apo_16:18).
Por tanto, Juan vio un avance de la ira divina que será derramada en la tierra, descrita en los capítulos Apo_6:1 a Apo_19:21.
DELANTE DEL TRONO
y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los
siete espíritus de Dios. Y delante del trono había como un mar de vidrio
semejante al cristal; (Apo_4:5-6)
Juan vio dos cosas delante del trono. Primero había “siete lámparas de fuego”. A diferencia de los candeleros que se
mencionan en Apo_1:12-13, estas eran antorchas
exteriores, que emitían la luz intensa y
resplandeciente de una llameante antorcha. Juan las identifica como “los siete
espíritus de Dios”. Esta frase describe al Espíritu Santo en toda su plenitud (Isa_11:2; Zac_4:1-10). Las antorchas están asociadas con la guerra en Jue_7:16; Jue_7:20 y Nah_2:3-4. La visión de Juan describe a Dios como listo para hacer la guerra contra la
humanidad rebelde y pecadora, y al Espíritu Santo como su antorcha de guerra.
El que conforta a los que aman a Cristo será el que consuma a quienes lo
rechazan.
Segundo, vio algo “como un mar
de vidrio semejante al cristal”. Ese mar es metafórico, puesto que no hay mar
en el cielo (Apo_21:1). Lo que vio Juan en la base del trono fue
una vasta calzada de vidrio, que brillaba como centelleante cristal. Éxo_24:10 presenta una escena similar
cuando Moisés, Aarón y los ancianos de Israel vieron al Dios
de Israel. El cielo es un mundo de luz radiante, que se refracta y brilla como
a través de joyas y cristales en una forma que va más allá de nuestra capacidad
para describir o imaginar (cp. Apo_21:10-11; Apo_21:18).
JUNTO Y ALREDEDOR
DEL TRONO
y junto al trono, y alrededor del trono,
cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás. El primer ser viviente era semejante a un
león; el segundo era semejante a un becerro; el tercero tenía rostro como de
hombre; y el cuarto era semejante a un águila volando. Y los cuatro seres
vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de
ojos; (Apo_4:6-8)
Este pasaje presenta a los cuatro seres vivientes que desempeñarán una importante función en los acontecimientos de Apocalipsis. El
que se diga que están “junto al trono, y alrededor del trono” significa que su
lugar está en el círculo interior más cercano al trono. Eze_1:12; Eze_1:17 sugiere que están en movimiento constante alrededor de él. La traducción “seres
vivientes” no se refiere a animales. La frase se deriva de una sola palabra en
el texto griego, la forma sustantiva del verbo que significa “vivir”.
Ezequiel presenta una
descripción detallada de estos increíbles seres y de la gloriosa magnificencia
del cielo y del trono de Dios en Eze_1:4-25. Tanto la descripción de Ezequiel como la de Apo_4:1-11 describen lo que pudiera
llamarse la máquina de guerra divina, lista para desencadenar
juicios.
Eze_10:15 los identifica específicamente: “Y se levantaron los querubines; este es el ser viviente
que vi en el río Quebar”. Los cuatro seres vivientes son querubines, un orden
exaltado de ángeles que se asocian a menudo en las Escrituras con el santo
poder de Dios.
Juan dijo que los seres
vivientes estaban “llenos de ojos delante y detrás”, simbolizando su conciencia,
su estado alerta y su abarcador conocimiento. Nada de lo que tiene que ver con
su deber escapa a su atenta mirada.
La descripción de Ezequiel de
esos ángeles observa que cada uno tenía cuatro caras (Eze_1:6). Pero desde el punto de vista
de Juan, el primer ser viviente era semejante a un león,
el segundo semejante a un becerro, el tercero tenía rostro como de hombre; y el
cuarto era semejante a un águila volando. Esas descripciones ven a los cuatro
querubines con relación al mundo creado. El león representa a las criaturas
salvajes, el becerro a los animales domésticos, el águila a las criaturas que
vuelan, y el hombre a la cumbre de la creación. Es significativo también que
las doce tribus de Israel acampaban bajo estas cuatro banderas; algunas con
Rubén (simbolizadas por un hombre), otras con Dan (simbolizadas por un águila),
otras con Efraín (simbolizadas por un becerro o buey), y el resto con Judá
(simbolizadas por un león).
Sus seis alas denotan que su
responsabilidad suprema y su privilegio es adorar constantemente a Dios. De la
visión de Isaías, aprendemos que los serafines usaban sus seis alas de la
siguiente forma: “con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con
dos volaban” (Isa_6:2). Cuatro de sus seis alas se relacionaban
con la adoración. La adoración es su privilegio y ocupación
permanente.
HACIA EL TRONO
y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor
Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir. Y siempre que
aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está
sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro
ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que
vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono,
diciendo: Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque
tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas. (Apo_4:8-11)
Esta escena en el cielo culmina en adoración
dirigida hacia Dios en su trono. Aquí y en el capítulo 5 hay cinco grandes
himnos de alabanza, cada uno incrementa gradualmente el número de cantantes,
desde un cuarteto (los cuatro seres vivientes), se unen los veinticuatro
ancianos (v. Apo_5:10), luego una multitud de ángeles añaden sus voces (v. Apo_5:11), y por último, todos los seres creados en el universo se suman al poderoso
coro de alabanza a Dios (v. Apo_5:13). Este poderoso oratorio de
alabanza y adoración puede dividirse en dos movimientos: el himno de
la creación (cap.Apo_4:1-11), y el himno de la redención (cap. Apo_5:1-14).
El himno de la creación, el primer movimiento, puede
dividirse en varios aspectos. Los cuatro seres vivientes comienzan centrándose
en la santidad de Dios: “y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo
es el Señor Dios Todopoderoso”. La triple repetición de santo se halla también
en Isa_6:3. La santidad es el único de los atributos de Dios
que se repite de esta forma, ya que es la suma de todo lo que Él es.
Luego, los cuatro seres
vivientes se refieren al poder de Dios. Él es el Todopoderoso, un título por el
cual Dios se identificó a Abraham (Gén_17:1). Ese término identifica a Dios como el ser más poderoso, carente de cualquier
maldad o debilidad, a cuyo poder conquistador y avasalladora fortaleza nadie
puede oponerse. Como Dios es Todopoderoso, puede sin mucho esfuerzo hacer
cualquier cosa que su santa voluntad se proponga hacer (cp. Isa_40:28).
El poder de Dios se ve en la creación.
El Sal_33:9 dice: “Porque
él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió”. Habiendo creado el universo, Dios
también lo controla. Pero como era el caso con su santidad, el aspecto del
poder de Dios que se muestra más claramente aquí es su poder que se exhibe en
juicio. Por ejemplo, Él juzgó a Satanás y a los ángeles que pecaron,
expulsándolos del cielo; destruyó a Sodoma, Gomorra y las ciudades de la
llanura; ahogó al ejército de Faraón e hizo pedazos al más poderoso rey en el
mundo, Nabucodonosor, reduciéndolo a comer hierba como un animal durante siete
años. Y será el poder de Dios el que desencadene los juicios terribles e
irresistibles sobre la pecaminosa humanidad durante la tribulación, antes de la
venida del Señor.
Los cuatro seres vivientes
también alaban a Dios por su eternidad, ensalzándolo como “el que era, el que
es, y el que ha de venir”. Las Escrituras confirman reiteradamente la eternidad
de Dios, que Él no tiene ni principio ni final (p. ej. Sal_90:2; Sal_93:2; Isa_57:15; 1Ti_1:17).
La alabanza de los cuatro seres vivientes, cuando dan gloria y honra y
acción de gracias al que está sentado en el trono, provoca
una respuesta de los veinticuatro ancianos. Ellos “se postran delante del que
está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos”.
Esta es la primera de seis veces que los ancianos se postran delante de Dios (Apo_5:8; Apo_5:14; Apo_7:11; Apo_11:16; Apo_19:4). Esta es una postura de
adoración reverente, una reacción natural ante la
majestuosa gloria de Dios.
De modo sorprendente, después de
postrarse, los veinticuatro ancianos “echan sus coronas delante del trono”. No
están preocupados por su propia excelencia. No les interesa su propia santidad,
honor o recompensa. Todas estas cosas palidecen insignificantes y dejan de
tener valor a la luz de la gloria de Dios.
Los ancianos añaden su propia nota al coro de alabanza, diciendo en voz alta: “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”. La palabra griega traducida “digno” se empleaba para referirse al emperador romano cuando marchaba en una procesión triunfal. La canción de los ancianos tiene como centro la gloria de Dios en la creación. Él se presenta como el Creador a lo largo de las Escrituras (Apo_10:6; cp. Gén_1:1; Éxo_20:11). Los ancianos están confesando que Dios tiene el derecho de redimir y de juzgar a su creación. Su canción anuncia al paraíso perdido que se convierte en paraíso recobrado.