“El fruto del Espíritu es... paciencia”
(Gálatas 5:22).
La paciencia es la virtud que nos permite sobrellevar nuestras aflicciones triunfalmente cuando se agravan las situaciones de la vida. Si bien la paciencia se refiere a la respuesta complaciente y dócil frente a estas adversas circunstancias, por lo general alude a una resistencia a las provocaciones de la gente, resistencia en la que la misericordia no está ausente.
Dios es paciente con el hombre. Pensemos por un momento en la gravísima pecaminosidad de la raza humana en nuestro tiempo: la legalización de la prostitución, la popularización de la homosexualidad, las leyes que permiten el aborto, la descomposición del matrimonio y el hogar, el rechazo general de los valores morales y, por supuesto, el pecado supremo del hombre: el rechazo total del Hijo de Dios como único Señor y Salvador. Si Dios decidiera acabar con la humanidad de un solo golpe no podríamos acusarlo de injusticia. Pero no lo hace. Su benignidad tiene el propósito de guiar al hombre al arrepentimiento, pues Él no quiere que ninguno perezca.
La voluntad de Dios es que esta paciencia se reproduzca en la vida de los que forman Su pueblo a medida que se rinden al Espíritu Santo. Esto significa que no debemos ser violentos ni perder los estribos con facilidad o enojarnos con los que nos hacen mal. En contraste, debemos mostrar siempre lo que alguien ha llamado “una clase de paciencia victoriosa”.
Cuando Corrie y Betsie ten Boom soportaban sufrimientos indescriptibles en un campo de concentración, Betsie a menudo decía que habría que ayudar a esa gente una vez que se vieran en libertad. Corrie pensaba que su hermana estaba pensando en algún programa pa a rehabilitar a las víctimas de los Nazis. No fue sino hasta más tarde que Corrie se dio cuenta de que Betsie se refería a sus perseguidores. Deseaba encontrar algún modo de enseñarles a amar. Corrie comentaba: “Y me pregunté, no por primera vez, qué clase de persona era Betsie, esta hermana mía... ¿Por qué clase de senda transitaba ella mientras yo marchaba penosamente en aquel mundo de sólidas realidades?” (El Refugio Secreto, pág. 205).
El camino que Betsie seguía era el camino de la paciencia, y Corrie también lo transitaba, a pesar de que humildemente lo negara.