Las creencias erróneas respecto a la depresión


Una de las causas más comunes de sufrimiento sicológico es la depresión. Muchos pacientes que acuden a sicólogos y siquíatras en todo el mundo, reciben diagnósticos de "neurosis depresiva", "sicosis depresiva", "sicosis involucional", "maniático depresivo", o simplemente "deprimido", además de otros diagnósticos con síntomas de depresión. 
Sin embargo, peor están los millones de personas que, por diferentes razones, no tienen la ventaja de una ayuda sicológica o pastoral, y luchan durante largos y desdichados días de depresión, pensando que no hay salida alguna para ellos.
La Biblia habla de los deprimidos como de los de "alma abatida". En el  Sal_42:6 podemos sentir la agonía en las palabras: "Mi alma está abatida en mí", y: "¿Por qué te abates, oh alma mía?" Y luego, una traducción de 2Co_7:6 dice, en tono triunfante, que Dios consuela a los abatidos.
Los antiguos padres de la iglesia tenían otra palabra para la depresión. La llamaban "pereza". 
La consideraban uno de los siete pecados mortales, junto con la codicia, la ira y la lujuria. Describían a la pereza como "la aflicción del corazón y la falta de disposición para enfrentar cualquier actividad que requiere esfuerzo".
Hoy en día no describimos en los mismos términos a la depresión. ¿Qué es realmente la depresión? Se la puede describir desde varias perspectivas. Si observas tu estado bioquímico cuando estás deprimido, tu metabolismo, la conducta de los músculos lisos y las glándulas, verás que no sólo tu conducta verbal y motriz es la que tiene síntomas depresivos. 
Generalmente la depresión ocurre por algún motivo. La mayoría de las creencias erróneas que producen depresión entran en la corriente del monólogo interno, después que ha habido alguna pérdida.
Muchas veces el paciente no puede explicar por qué está deprimido. "No sé por qué me siento así", suele decir. "Sencillamente siento que no puedo hacer absolutamente nada. No tengo ganas de hacer nada. Lloro todo el tiempo. No duermo bien, no tengo energía ni interés en nada ... no sé por qué . . .". Generalmente terminan con una voz tan débil que se pierde, suspiran, se hunden en el asiento o simplemente se quedan mirando el piso.
A pesar de la falta de habilidad del deprimido para explicar por qué ha llegado a ese estado, es extremadamente raro que la depresión se produzca sin alguna causa especial. Las creencias erróneas que provocan la depresión pueden ser activadas por un solo hecho. Un hecho que represente una pérdida. Alguien querido se va o muere. O pueden ser dificultades económicas y pérdida de dinero. Una enfermedad física, la edad, un accidente, un ataque al corazón o la pérdida de la fortaleza física. La separación y el divorcio son frecuentes causas de depresión, y otras situaciones donde se provoca el rechazo, el temor, el autodesprecio.
Cualquiera de estas situaciones puede ser una oportunidad para que el diablo infiltre algunas sugerencias en el monólogo interno. Un estudiante podrá decirse: "Vamos, la verdad es que soy un estúpido. Desaprobé el examen de matemáticas. ¿Qué hago aquí en la universidad? Estoy perdiendo el tiempo. ¡Nunca llegaré a nada!"
El ejemplo anterior muestra las tres creencias erróneas que se conocen como la tríada de la depresión.
Hehos desencadenantes, seguidos de un monólogo interno basado en diversas creencias erróneas:
1.-La persona se desvaloriza: "Pero, ¡qué estúpido soy!" 
2.-La persona desvaloriza la situación:  "Ultimamente la vida me resulta una carga. No hay nada que valga la pena hacer; no entiendo por qué me levanto de la cama cada día".
3.- La persona desvaloriza sus posibilidades para el futuro: "¡Nunca lo lograré! Nunca llegaré a nada. No hay esperanzas en la vida".

Si te repites estas cosas el tiempo suficiente, te encontrarás actuando de acuerdos a ellas. Cuando llegue el tiempo de otro examen de matemáticas, el estudiante puede sentir pánico, hundirse nuevamente en la depresión y sentirse impotente, incluso puede abandonar la falcultad antes de finalizar el trimestre a causa de sus creencias erróneas: no a causa de algo real u objetivo.
Una mujer de 37 años, llamada Julia, fue a ver a un consejero cristiano a raíz de estar pasando por una grave depresión. Dos meses atrás, su prometido había anulado el compromiso y había cortado con ella. Según ella dijo, apenas podía seguir viviendo, nada le parecía tener sentido.
Desde la primera entrevista se vio que era una mujer inteligente, atractiva, encantadora; sin embargo, ella insistió en que su vida había acabado y que no tenía sentido seguir adelante.
Habló de cómo había perdido interés en su trabajo, de su falta de apetito, de su escaso interés de hacer nada que no fuera dormir. "La vida es una carga", decía con indiferencia.
Sus amigos habían tratado de consolarla diciéndole cosas como: "Debieras estar agradecida por haber descubierto la verdad acerca de tu novio, antes de que fuera demasiado tarde y te hubieras casado con él. Entonces sí que te hubieras metido en un callejón sin salida". O bien: "Si ésa es la clase de persona que él es, es mejor que no tengas nada que ver con él", y: "Mejor es que te quedes soltera y no que te cases con un tipo inconstante y poco confiable". Julia estaba de acuerdo con todas esas cosas, pero ninguna lograba ayudarla.
Su sistema de ideas estaba tan atestado de creencias erróneas que no podía responder positivamente a los consejos de sentido común de sus amigos. Durante varios años había temido convertirse en una solterona. Pensaba que tal vez había algo raro en ella, abrigaba temores y preocupaciones por la posibilidad de que no fuera atractiva y agradable para los hombres; de lo contrario, ¿por qué seguía soltera todavía? Este compromiso, se decía a sí misma, había sido la cosa más maravillosa que le había ocurrido en la vida. Había sido su última oportunidad para ser feliz por siempre jamás. Su monólogo interno incluía: "Si esta vez me va mal, terminaré siendo una solterona. Sería espantoso si me quedara así . . . ¡Terrible! Tan terrible que no podría soportarlo". Se había esforzado mucho para agradar a su prometido, tratando de hacer todo "bien". Estaba determinada a ser lo más grandioso que él jamás hubiera conocido, a ser su "Miss Perfección", la novia de sus sueños.
Como había hecho tanto esfuerzo por ser como pensaba que él quería que fuera, se sintió tanto más desgraciada cuando él la dejó. Se decía a sí misma: "Hasta lo mejor que hago no vale nada. No podré soportar una vez más. Todo terminó para mí. Nadie volverá a quererme. Aun cuando hice todo lo que pude para que un hombre me apreciara, me abandonó. Soy lo peor que hay . . . Soy lo más bajo que existe".
Aquí volvemos a ver la tríada: 
1. Desvalorizarse   a   sí mismo: "Hasta lo mejor que hago no vale nada.  Aun cuando hice todo lo que pude para que un hombre me apreciara, me abandonó. Soy un desastre. Soy lo más bajo que existe".
2. Desvalorizar  la  situación: "Todo terminó para mí" (con lo que quiere  significar que siendo una persona tan inútil, nadie podrá  quererla, y por ello la vida le resulta totalmente sin sentido y negativa, una carga).                                                     
3. Desvalorizar las posibilidades  para el futuro: "Nunca seré feliz, no tengo ninguna esperanza. Todo terminó para mí. Nadie volverá a quererme".                 

Las creencias erróneas de Julia son: que es un fracaso y que no vale nada; que es culpable por lo que le ocurre y que es inadecuada, que su situación es insoportable y carece del más mínimo indicio de esperanza, que su futuro tampoco tiene esperanzas y más le valdría caerse muerta.
A lo largo de muchos años de monólogo interno, se ha convencido a sí misma de que quedarse soltera sería terrible, y que el ser rechazada, especialmente por alguien a quien trató desesperadamente de agradar, es lo más espantoso del mundo. (¿Cómo pudo hacerme eso después que hice todo lo que pude? Lo mejor de mí no vale nada para nadie.)
Los espantosos temores de Julia se hicieron realidad. Se dice a sí misma que ha sido abandonada, humillada, que es inútil, que no puede ser querida, que es fea y que no tiene esperanza. "Ser la persona que soy es la cosa más espantosa que puede ocurrirme".
En realidad, la cosa más espantosa en la vida de Julia es el montón de mentiras que aloja su sistema de ideas, sus creencias erróneas. Esas son lo espantoso, no Julia.
Julia tiene muchas virtudes, entre ellas el don de enseñar a niños físicamente impedidos. Tiene muchos amigos y en la escuela donde ha enseñado durante varios años, la respetan mucho. Pero Julia es cristiana, y los cristianos no necesitan basar su sentido en logros ni en virtudes. Aun sin logros, ni virtudes, ni atractivos, el cristiano puede saber con absoluta seguridad, que es importante y amado. Hemos sido comprados con la sangre de Cristo, y eso implica que estamos liberados de la presión de tener que ser alguien, hacer algo, tener algo, lograr algo, o probar algo para ser importantes o queridos. Podemos hacer todas esas cosas o no hacerlas, pero lo mismo somos importantes y queridos.
Jesús amó tanto a Julia que estuvo dispuesto a morir en la cruz para darle vida eterna con él un día, y también una vida plena aquí y ahora. Si Julia no vale absolutamente nada, como ella afirma, entonces ninguna de las cosas que dice Dios acerca de su amor por las personas puede ser verdad.
Pero la Palabra de Dios es verdad, y Julia tiene que enfrentar seriamente este hecho. Ante Dios, Julia es valiosa y útil, y esto mismo vale para todo ser humano. El valor de una persona no reside en el éxito ni en los logros. No depende de nuestra actividad, ni de las realizaciones que alcancemos, ni siquiera del número de personas que nos quieren y nos respetan. Nuestro valor reside única y exclusivamente en la siguiente declaración de Dios: "Porque de tal manera amó Dios al mundo . . .". Dios ama a la gente. Ninguna circunstancia, por terrible que sea, puede cambiar esa realidad. El engaño y el sufrimiento no provienen de la mano de Dios, sino de la mano del hombre mismo.
Es una creencia errónea decirse a uno mismo que uno es un fracaso. Efectivamente, es muy raro que una persona no pueda hacer absolutamente nada. Julia se decía que era un fracaso porque no había podido retener a su prometido. Pero eso no significa que hubiera fracasado en todas las demás esferas de la vida. Hizo una generalización a partir de un solo elemento.
La persona que está deprimida se dice a sí misma que su situación no tiene salida. "Me abandonó y ya no soy nadie", dice Julia. "Mi vida no tiene ningún sentido ni valor". Una vez que el enemigo, el diablo, ha conseguido que una persona se convenza profundamente de la mentira de que algo o alguien, en lugar de Cristo Jesús, es la base de la vida, se convierte en presa fácil del paralizante sufrimiento que causan las creencias erróneas.
Nuestra vida tiene sentido porque Dios nos ama y porque le pertenecemos a él. Nuestra vida no depende de que otro nos ame, esté con nosotros, nos respete, nos tenga en cuenta o nos manifieste eterna devoción. Es bueno tener amigos y ser querido, pero eso no es lo que nos hace importantes. Si crees que no puedes vivir sin determinada persona o que toda tu existencia depende de algún otro, te estás exponiendo a ser golpeado por las creencias erróneas. Si esa persona te deja, o por las circunstancias te encuentras solo, comenzarás a decirte cosas como: "Mi vida no tiene ningún sentido. No vale nada". "Desde que perdí a Fulano de Tal, mi vida no vale nada. No soy nadie ahora que no tengo a Fulano de Tal".
Eso es completamente falso. No estás reaccionando contra la partida de esa persona, sino contra tu creencia errónea. Escuchamos constantemente las canciones populares con letras como la que sigue: "Tú eres mi existencia, sin ti no puedo vivir. La vida sin ti no tiene sentido. Moriría si no fuera por ti". Los romances en nuestras pantallas y en la literatura popular nos muestran que el amor significa creer que toda la felicidad y el aliento vital dependen de alguna otra persona, y en su afecto y aceptación recíproca.
VENGÁNDOSE DE UNO MISMO
La forma que tienen algunas personas de combatir la depresión es decirse continuamente: "Yo soy yo, soy alguien. No voy a permitir que nadie se me meta en el camino ni interfiera con lo que yo quiero y necesito. Después de todo, soy un ser humano. Soy yo, el gran espectáculo de la vida y soy el actor principal, la estrella de este número. Sí señor, soy yo, el gran personaje. Se vive una sola vez esta vida, y le voy a sacar el jugo, porque se pasa una sola vez por este camino, y si no me ocupo de conseguir lo que necesito, ¿quién lo hará por mí? Si me quieres, muy bien; y si no, me es igual".
Esta filosofía es costosa, porque no hay manera de amar a otros si se es la estrella del gran espectáculo; sólo yo, y siempre yo, hasta el fin.
Cristo Jesús es la base de nuestra vida, no lo somos nosotros, ni lo es otra persona o personas. Cuando nos convertimos en hijos de Dios, el gran yo muere, y hay un cambio, dulce como el amanecer, y cambiamos banderas. El viejo y gastado yo, por el nuevo y flagrante él. El monólogo interno que degrada a otros, nos degrada a nosotros mismos. No podemos socavar la importancia de otras personas y sobreestimar la nuestra, sin caer en dificultades.
ME HIRIERON Y PERMANEZCO HERIDO
Muchas veces, cuando una persona ha sido herida por otra por causa de creencias erróneas tales como: "La gente debiera quererme y tratarme bien", esa persona reacciona de la siguiente manera. En lugar de admitir el enojo o el dolor, se dirá a sí misma: "Nunca volveré a ser tan estúpida, nadie volverá a hacerme algo así".
Tal vez te estés diciendo cosas de las que ni siquiera estás consciente hasta que no comienzas a escucharte atentamente. La persona que ha sido abandonada por otra puede tender a creer que el rechazo es la peor cosa del mundo. Ser rechazado es sin duda desagradable, pero no es lo peor del mundo.
Escucha tu monólogo interno y luego dedícate a decirte cosas verdaderas, con honestidad y valor.
Cosas verdaderas como: "Esto es duro. No me gusta. No es lo que deseaba y verdaderamente no me causa ningún deleite". Fíjate que no estamos mintiendo nada respecto a la realidad de la situación, no estamos diciendo: "Bah, esto no me hace sufrir en absoluto, ¿qué me importa si me rechazas?"
Estamos diciendo la verdad, no haciendo afirmaciones estúpidas como que carecemos de las emociones con las que todo ser humano nace. Si te cortas un dedo, dices: "¡Ay!" Cuando tu corazón sufre, es lógico decir: "Me duele".
Pero allí no termina el asunto. Muchos consejeros llegan únicamente hasta aquí. Aconsejan: "Admite que sufres. Luego olvídate y a otra cosa". Pero, ¿qué haces inmediatamente después?
Tienes que continuar diciendo cosas verdaderas acerca de tu sufrimiento. Aquí hay algunas otras verdades que reemplazan las mentiras que crean la angustia y la dejan en carne viva:
Es verdad que me siento mal. Pero es sólo desagradable, no es el fin del mundo.
No es el fin del mundo porque no lo permito que sea. Voy a permitirme sufrir un poco, porque es saludable; pero no voy a permitir llegar a sentirme angustiado, desgraciado, arruinado ni desesperado.
Yo tengo el control de esta situación. Dios me creó como un ser con emociones, y por ello es normal que tenga emociones. Pero Dios también me ha dado el fruto del Espíritu: el dominio propio. De modo que voy a dominar mis emociones para que ellas no me dominen a mí.
Estoy enojado. Sin embargo, puedo manejar mi enojo en la forma saludable que establece la Biblia. No me voy a engañar a mí mismo acerca de este sentimiento, ni trato de aplastarlo ni de reprimirlo . . . Tampoco soy persona de tener rabietas. Elijo dominarme.
Cuando perdemos algo o alguien que es importante para nosotros, sentiremos dolor. Pero si ese dolor se convierte en desesperación y en depresión, y continúa así por semanas y meses, la causa no es la pérdida, sino alguna creencia errónea. Hay dos creencias erróneas que apoyan o apuntalan este tipo de desesperación:
1. Dios no es la fuente de vida, sino el hombre.
Cuando nos sentimos abatidos por una pérdida, nos estamos diciendo que la persona o cosa que perdimos, era fundamental para nuestra vida y nuestra felicidad.
La falsedad reside en el hecho de que nada ni nadie, sino Dios, es fundamental para el hombre. Esta verdad se revela en el primer mandamiento: Amarás al Señor tu Dios y no tendrás ningún otro dios aparte de él.
Adjudicar la total plenitud de Dios a alguna persona es idolatría, y la base de la idolatría es el engaño y las creencias erróneas. El apóstol Santiago escribió: "... no erréis. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces" (Jas_1:16-17). Los dones verdaderamente buenos y perfectos no vienen de alguna cosa o persona sino de Dios. Dios es el dador de todo bien y del amor. Es él quien nos da nuestras relaciones y nuestras bendiciones. La segunda creencia errónea es:
2. Desde que perdí a Fulano de Tal el mundo no tiene ningún sentido para mí.
La experiencia misma se ocupa de demostrar lo contrario. Muchos de nosotros nos hemos dicho alguna vez "no puedo vivir sin" alguna persona, cosa, esquema o idea. Luego, este adorado "sea lo que fuere" desaparece de nuestra vida, y misterio de los misterios, nos recuperamos. Algunas personas que no conocen los métodos que estamos aprendiendo en este libro, prolongan su sufrimiento. Continúan murmurando la frase destructiva e impía "sin Fulano de Tal no soy nadie".
Pero muchos de los que han tenido pérdidas en su vida se recuperan y encuentran alternativas satisfactorias y emocionantes. "Solía pensar que mi salud me era indispensable", dice un ex-jugador de fútbol. "Cuando perdí lo que consideraba esencial para la vida, creí que moriría". El apuesto ex-atleta había perdido ambas piernas en un accidente, sin embargo, descubrió que tenía muchos otros intereses. Se graduó de sus estudios con distinciones y llegó a ser un excelente músico. Se ha casado y trabaja como biólogo. Aunque encuentra muchas dificultades debido a su impedimento físico, estos problemas no lo convierten en una persona desesperada o inútil.
Un famoso artista fue puesto en una prisión nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando supieron que era artista, sus enemigos le cortaron la mano derecha. Esto podría haber significado el fin de su mundo para él, pero se dedicó a aprender a dibujar con la mano izquierda. Pudo luego seguir con su carrera productiva como talentoso artista.
Una persona puede perder la salud, la reputación, la vista, el oído, las piernas, las manos, los miembros de su familia, el dinero, la casa, el atractivo, los planes y metas para la vida, y sin embargo, se puede recuperar y seguir viviendo una vida con sentido y llena de recompensas.
Cuando se sufre una pérdida de cualquier tipo en la vida, se siente el vacío de la pérdida, pero la clave para la recuperación es dejar de repetirnos que alguien o algo es tan importante para nosotros que no podemos seguir adelante sin él o ello. Se puede seguir. Eres importante. El himno de Martín Lutero contrasta esta creencia errónea con la verdad que ha sido probada por la experiencia.
Con furia y con afán, acósanos Satán. 
Por armas deja ver astucia y gran poder 
Cual él no hay en la tierra. 
Que muestre su vigor, Satán y su furor; 
Dañarnos no podrá, pues condenado es ya, 
Por la Palabra Santa.
Parte del monólogo interno de casi todos los deprimidos incluye la siguiente afirmación: "No tengo esperanzas para el futuro". Julia, al perder a su prometido, se decía que sin duda alguna tendría que vivir toda su vida sin casarse y sin familia, que nunca encontraría nadie que lo reemplazara, y que aunque conociera algún otro hombre bueno, nunca podría retenerlo, porque ella misma era un fracaso.
La persona deprimida piensa que nunca podrá ser feliz sin aquello que ha perdido. Julia se decía que nunca conocería la felicidad si no se casaba. Muchos solteros sufren con esta creencia errónea. "Sólo conoceré una vida plena si me caso". Si esa frase va seguida de la idea: "Nunca me casaré; nadie jamás me querrá", habrá dificultades. "Todo lo que puedo esperar de la vida es frustración e insatisfacción", será la siguiente frase del monólogo interno de esa persona.
Examina esas frases y verás las creencias erróneas que contienen. Para comenzar, nadie puede predecir el futuro con toda certeza, mucho menos una persona cuya predicción está influenciada por el sufrimiento y la desesperación que produce la depresión. No podemos predecir que todos los momentos de nuestra vida serán felices o enriquecedores, ni tampoco podemos predecir que todo lo que sigue será oscuridad y depresión.
La vida en cualquier momento ofrece una mezcla de placer y dolor, de cosas deseables e indeseables, de plenitud y desilusión. Algunas experiencias son más gratificantes de lo esperado, pero también las hay que son peores de lo esperado. Cualquiera que prediga que la vida será siempre horrorosa, está tan errado como si predijera que si se tira una moneda hacia arriba cien veces, las cien veces caerá en cruz.
En realidad, aunque casi todas las personas deprimidas se dicen a sí mismas que siempre se sentirán desoladas y hundidas, virtual-mente todas se recuperan. Es una ayuda predecir la recuperación cuando se está sufriendo depresión, o cuando se está aconsejando a un deprimido. Es así, porque la recuperación de la depresión es, en realidad, el resultado más probable. Habla la verdad y di: "Aun cuando siento que no tengo esperanzas, estoy seguro de que me voy a recuperar. Gracias a Dios, estos sentimientos de depresión no durarán para siempre".
Haz con nosotros la siguiente oración:
     Querido Señor, gracias por darme sentimientos. Gracias por permitirme sentir dolor al igual que alegría. Gracias por impedir que me convierta en víctima de mis propias emociones.
Gracias porque te ocupas de mí a pesar de que muchas veces no me doy cuenta de ello.
Ahora elijo, en el poderoso nombre de Jesús, decirme la verdad a mí mismo, en lugar de continuar diciéndome las creencias erróneas. Yo pertenezco al Señor, lo mismo que mis emociones.
En el nombre de Jesús, amén
"Hasta lo mejor que hago no vale nada. Aun cuando hice todo lo que pude para que un hombre me apreciara, me abandonó. Soy un desastre. Soy lo más bajo que existe".
"Todo terminó para mí" (con lo que quiere significar que siendo una persona tan inútil, nadie podrá quererla, y por ello la vida le resulta totalmente sin sentido y negativa, una carga).
"Nunca seré feliz, no tengo ninguna esperanza. Todo terminó para mí. Nadie volverá a quererme".