Te dejé en la isla de Creta para que pudieras terminar nuestro trabajo ahí y nombrar ancianos en cada ciudad, tal como te lo indiqué.
El anciano debe llevar una vida intachable, tiene que serle fiel a su esposa, y sus hijos deben ser creyentes que no tengan una reputación de ser desenfrenados ni rebeldes, pues un anciano es un administrador de la casa de Dios, y debe vivir de manera intachable.
No debe ser arrogante, ni iracundo, ni emborracharse, ni ser violento, ni deshonesto con el dinero, al contrario, debe recibir huéspedes en su casa con agrado y amar lo que es bueno. Debe vivir sabiamente y ser justo, tiene que llevar una vida de devoción y disciplina.
Debe tener una fuerte creencia en el mensaje fiel que se le enseñó; entonces podrá animar a otros con la sana enseñanza y demostrar a los que se oponen en qué están equivocados.
Pues hay muchos rebeldes que participan en conversaciones inútiles y engañan a otros, me refiero especialmente a los que insisten en que es necesario circuncidarse para ser salvo.
Hay que callarlos, porque, con su falsa enseñanza, alejan a familias enteras de la verdad, y sólo lo hacen por dinero.
Incluso uno de sus propios hombres, un profeta de Creta, dijo acerca de ellos: «Todos los cretenses son mentirosos, animales crueles y glotones perezosos», es la verdad. Así que repréndelos con severidad para fortalecerlos en la fe.
Tienen que dejar de prestar atención a mitos judíos y a los mandatos de aquellos que se han apartado de la verdad.
Todo es puro para los de corazón puro. En cambio, para los corruptos e incrédulos nada es puro, porque tienen la mente y la conciencia corrompidas.
Tales personas afirman que conocen a Dios, pero lo niegan con su manera de vivir. Son detestables y desobedientes, no sirven para hacer nada bueno.