La muerte

Heb 9:27-28 De la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.
Introducción 
En Efe_2:1 ya vimos la expresión “muertos en delitos y pecados”. Otra escritura (Eze_18:4) dice “El alma que pecare ésa morirá”. Son referencias a la muerte espiritual, que como vimos, es la separación de Dios, quien es Vida, Luz y Amor. El pecado produjo esa separación primeramente en Adán, y todos nacimos en esa posición espiritual.
Sin embargo la lectura de hoy, en Hebreos 9, trata otro aspecto del tema de la muerte, y veremos varios puntos con respecto:
Presentes a Cristo
Heb_9:27-28 habla de la muerte física, la muerte del cuerpo, que es la separación entre la persona (alma/espíritu) y la casa física (el cuerpo) donde moraba, y a través del cual se expresaba. 
El apóstol Pablo lo expresa así en Flp_1:23:
.... teniendo deseo de partir para estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros
2Co_5:1 reza:
Sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna en los cielos.
Aquí se refiere al cuerpo como “nuestra morada terrestre “ y agrega en 2Co_5:6-8: 
Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.
La muerte no siempre ocurría
Ya vimos en Rom_5:12:
Como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.
Si Adán y Eva no hubieran pecado, estarían todavía en el mundo hoy. Seguirían inmortales. “Mortal” y “mortalidad” se refieren a la muerte del cuerpo. Llegará el día para el creyente cuando “esto mortal se vista de inmortalidad” (1Co_15:3) y cada creyente tendrá un cuerpo nuevo, inmortal y eterno, para disfrutar así la presencia de Dios en el cielo.
El pecado es la causa
Dios ha decretado la muerte como consecuencia del pecado y es una evidencia tangible e irrefutable de la presencia del pecado y su ley en nosotros. Aun cuando uno se convierte al Señor, y nos da su vida, la vida eterna, el pecado como raíz no se extirpa de nuestro ser, hasta que muera el creyente, y su alma vaya al cielo, o hasta que venga el Señor Jesucristo a recibirnos al cielo, con cuerpos de gloria en la resurrección.
Hasta aquel entonces, el creyente ejercitado y obediente demuestra su amor y lealtad al Señor, rehusando voluntariamente a pecar.
El inconverso, el no creyente, en cambio, enfrentará la plena consecuencia de sus pecados: morirá físicamente, su alma irá al infierno, esperando el juicio del gran Trono Blanco, del cual será lanzado al Lago de Fuego para toda la eternidad. Esta es llamada la MUERTE SEGUNDA y es la eterna, irremediable separación de Dios.

El hecho del decreto: “Está establecido para los hombres que mueran”. ¿Quién tiene atribuciones como para establecer tal decreto? Solamente Dios. Nos guste o no nos guste, es así. Está absolutamente fuera de nuestro poder el modificar este hecho. Debemos aceptarlo, y actuar de acuerdo con esta verdad, antes de rehusar creer o no aceptar que sea así.
“Mueran una sola vez”. No hay reencarnación, ni tampoco segunda oportunidad.
Jua_3:36 dice que El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. Es solamente en esta vida que podemos escuchar y ejercer fe, es decir, creer para ser salvo. Después de la muerte, no será necesario creer, ya que todo ser humano estará en su realidad espiritual: el creyente estará en la gloria con Cristo, y el no creyente estará ya experimentando los tormentos del infierno. Ya no será el tiempo de “creer” sino de lamentar el no haber creído en vida.
“después de esto el juicio”. Los que mueren sin Cristo tienen un futuro, pero un futuro terrible. Habiendo rehusado creer, la ira de Dios pesa sobre ellos. Toda la sección inferior del gráfico, incluyendo el hades, la resurrección de condenación, el juicio del gran trono Blanco, y finalmente el lago de fuego les espera. Si rechazas a Cristo como Señor y Salvador, esto será tu futuro. No es una teoría o ilusión. Vas a experimentar la eternidad; ¿no te parece muy aconsejable buscar ser salvo?
Son miles que mueren todos los días, una fila interminable de personas. Estadísticas recientes ponen la cifra de muerte a una cada ocho segundos en el mundo. Se ha publicado que sólo aquí en Chile en 2004 se producía un aborto cada cinco minutos, y no sé si la estadística anterior de una muerte cada ocho segundos incluye a los abortados ya que algunos (¡no nosotros!) no los incluyen entre las cifras de personas muertas.
Las personas que mueren, ¿son siempre desconocidas? Tal vez, en esa procesión de muerte ya van caras conocidas. Y un día otros van a reconocer tu cara allí también.
En vista de estas realidades solemnes, el sabio Salomón dice en Ecl_5:2: 
Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete; porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que vive lo pondrá en su corazón.
La respuesta de Dios: “Así … Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos”. 
No es “tanto sufrimiento por tanto pecado” como si fuera una ecuación matemática; mas bien es tanto valor, infinito, que cuando se ofreció como sacrificio, efectivamente muerto, se abrió una expiación amplia suficiente para todo el mundo, (de igual alcance como el pecado mismo). 
Esta expiación es a favor de todos, potencialmente, pero que llega a ser efectiva sólo para quienes creen en Él. Expresa Heb_2:9:
... Jesús, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.
No todo termina allí: “Aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”. Jesús vuelve por segunda vez, pero no tendrá que volver a tratar el problema del pecado.
Vuelve para llevar a la gloria, a los que hemos creído en Él. Hay un futuro glorioso para los salvados, ya que compartiremos la gloria de Cristo para siempre.
 ¿Tú estarás en ese número que le esperan?