Hablemos ahora del tribunal de Cristo y de la puerta cerrada para los que habían rehusado creer antes.
El tribunal de Cristo
2Co_5:1, 2Co_5:6-10 Sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.
Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.
Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.
Al leer este pasaje nos damos cuenta de que es una recapitulación de la verdad asombrosa del cuerpo glorificado en resurrección, reemplazando al cuerpo mortal terrenal. Así se declara sucintamente en 2Co 5:1.
Luego en los versículos 2Co 5:6-10 Pablo expresa el deseo de ser agradable al Señor, porque hay un tiempo futuro, en el cielo, cuando será revisado nuestro servicio como creyente, y será aprobado y galardonado, o desaprobado por el Señor. Esto no es un juicio general de todos los seres humanos, sino una revisión de la vida de los creyentes; no habrá ningún inconverso presente.
Señala un tiempo solemne para el cristiano, su vida escudriñada: ser cristiano es un privilegio muy responsable, y corresponde que llevemos su nombre y testimonio de una manera digna.
La confianza del creyente
Es muy importante notar la actitud que Pablo manifiesta frente a la eventualidad de morir: “... más quisiéramos estar ausentes del cuerpo y presentes al Señor”.
El Señor Jesús había ascendido al cielo, y Pablo tiene la confianza de estar inmediatamente en su presencia al morir, sin ninguna demora, ni pasar por una etapa intermedio como el purgatorio, como enseña erróneamente la Iglesia Católica. De hecho, en ninguna parte de la Biblia hay alusión alguna a un concepto como un tal purgatorio. Los pecados nunca se pueden purgar por sufrimientos propios, sino la Palabra de Dios afirma en Hebreos 1:3, acerca del Salvador: el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.
Claramente, son los sufrimientos de Cristo en la cruz que son eficaces para expiar el pecado nuestro, y son suficientes como para santificar al pecador creyente en Él, sin que el pecador tenga que agregar de lo suyo.
Escucha otro testimonio de esta misma carta a los Hebreos que afirma esto: (Heb 10:10-14): En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. Ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.
He citado extensamente este pasaje para mostrar con absoluta claridad la suficiencia del sacrificio de Cristo para expiar completamente el pecado del creyente. Él así le santifica, y le hace apto para entrar inmediatamente a la presencia de Dios.
El galardón
El apóstol hablaba con seguridad sobre el tema de qué pasaría con él después de la muerte; veamos 1Co 3:10-15: Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará.
Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.
El asunto tratado aquí no es la salvación o condenación del individuo, sino mas bien su servicio, si es del agrado al Señor o no. Pablo habla de sí como el que había plantado la asamblea y pregunta cómo estaban los demás contribuyendo al desarrollo, o sobre edificación de la misma.
Él pregunta qué materiales estaban usando y asegura que sus obras serían puestas a prueba por el fuego, la mirada penetrante y escudriñadora del Señor, quien es el juez del servicio y obras de quienes son suyos. El apóstol enseña que las obras serán aprobadas o desaprobadas según el criterio del Señor, y por lo tanto habría galardones acorde al grado de aprobación.
Pero, asegura que la salvación del creyente no está en juego: “Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo”. La Biblia enseña la plena seguridad de la salvación eterna del creyente en Cristo.
2Ti 4:8 Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.
Pablo habla de la corona que había de recibir cual galardón en aquel día. Él tiene la seguridad de haber servido bien al Señor, y de haberle agradado. Mira con anhelo aquel día de su encuentro con Cristo.
Para quien ya es creyente en Cristo como su Salvador, pregunto, “Hermano ¿te interesa ganar una corona?” Algunos con falsa modestia dicen que no les interesa. Pero, la corona ganada será indicio de que tú te hayas dado para el Señor y su causa, contando su persona y testimonio dignos de tal consagración y sacrificio. Él que esté allí en la presencia del Señor sin corona, demostrará que no amaba al Señor ni su venida, y había vivido mas bien para su propio placer. ¿Es eso lo que tú quieres decir al Señor?
La puerta cerrada
Pensemos un poco ahora en otro asunto de este tema de la venida de Cristo.
¿Hay algo que nos indica cuánto tiempo tendrías para ser salvo? Sí, efectivamente, la Biblia nos indica que hay dos factores o eventos que ponen limite al plazo de oportunidad para ser salvo. Son la muerte del individuo y la venida del Señor Jesús para los suyos.
Nuestro pasaje lema, Mateo 7:13-14, habla de una puerta de salvación abierta, y se extiende una invitación a entrar. “Entrad por la puerta estrecha”. Pero la pregunta es si estará abierta esa puerta indefinidamente.
La respuesta viene de un pasaje paralelo en el evangelio de Lucas, Luc 13:22-30: Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén. Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan?
Y él les dijo: Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois. Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste.
Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad. Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos. Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Y he aquí, hay postreros que serán primeros, y primeros que serán postreros.
¿Son pocos los que se salvan? La respuesta del Señor era: “Esforzaos a entrar por la puerta angosta.”.
“Esforzaos” es una palabra de mucha intensidad, que implica que uno no ha de permitir que nada ni nadie le impida a entrar por la puerta angosta. En prueba de aquello, en Mateo 5:29,30, 18:8,9 dice el Señor que era preferible sacarse el ojo, o cortarse la mano, si éstos fuesen motivo de tropiezo de llegar a ser salvos.
¿Qué te impide?
“Muchos procurarán entrar, y no podrán”. Se trata del futuro, ¿pero cuándo? Es “después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta”. Es en el tiempo de la venida de Cristo el esposo para su esposa, que los que están preparados entrarán (ilustrado en Mat 25:1-13). Entonces querrán entrar, con toda sinceridad y deseo pero no podrán.
“No sé de dónde sois”. A los que no son creyentes que Él habla; a los que, como muchos, habían escuchado las buenas nuevas de invitación y salvación, pero no quisieron. Espero que tú no te sumes a ese número, y tengas que escuchar lo que sigue: “Apartaos de mí, todos vosotros, hacedores de maldad. Allí será el llanto y el crujir de dientes cuando veáis … vosotros excluidos” Son los que habían sido primeros en privilegio, pero rechazaron: ellos serán los peores en condenación.
Pero todavía estamos a tiempo, en este día de gracia e invitación, y mientras tú estás todavía con vida en tu cuerpo aquí en la tierra. Las palabras dulces del Salvador, que tanto hizo por ti en la cruz, son aquellas de Mat_11:28-29:
Venid a mí, todos los que están trabajados y cargados, y yo os haré descansar... aprended de mí ... hallareis descanso para vuestras almas.