Algunos cristianos piensan que la posesión demoniaca es un fenómeno que existió cuando nuestro Señor estaba en la tierra pero que ya no está presente en nuestros días. Esta es una idea erronea que debe corregirse. Los periódicos de casi todos los días contienen relatos de crímenes sin causa que indican claramente que han sido inspirados por el demonio. La posesión demoníaca presenta ciertos síntomas que nos ayudan a identificarla y a distinguirla de las enfermedades mentales.
En primer lugar, un demonio conduce a su víctima a la violencia y a la destrucción. El propósito del demonio es siempre destruir.
Una persona que está poseída por el demonio manifiesta dos o más personalidades, la suya propia y la del demonio(s). Puede hablar con voces diferentes e identificarse con diferentes nombres.
Esta persona es capaz de hazañas sobrenaturales de fuerza o puede poseer poderes de conocimiento sobrenaturales.
Aunque el poseído pueda hablar a veces condescendientemente del Señor Jesús, su conducta normal será blasfemar o reaccionar violentamente ante cualquier mención del Señor, de la oración, de la sangre de Cristo o de la Palabra de Dios.
Su conducta es extremadamente rara, errática e inquieta. Los demás no pueden entenderle, controlarle, ni rehabilitarle. Puede tener tendencias suicidas y vivir en la esclavitud del temor y la superstición.
La posesión demoniaca está estrechamente asociada frecuentemente con el uso de drogas alucinógenas. Estas drogas introducen a la persona en el reino trascendental y abren su ser a la entrada de demonios. La palabra traducida “brujería” o “hechicería” en varias versiones de la Biblia, viene de la palabra griega “farmakia” que significa drogas.
La persona poseída por el demonio es sádica y muestra una crueldad física o mental excepcional y algunas veces mutila o desmiembra los cuerpos de sus víctimas.
Otros que son poseídos por el demonio pueden ser morbosos, frecuentando cementerios, coleccionan cráneos u otra clase de huesos, y obsesionados con la muerte y con historias espantosas.
El sol y la luna, especialmente la luna nueva, ejercen una profunda influencia en el mundo del demonismo. De aquí la promesa tranquilizadora de la Palabra a los creyentes: “El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche” (Sal_121:6).
Los demonios pueden exorcizarse por medio de la oración y la autoridad del Nombre del Señor Jesús. Pero la liberación permanente para la persona se encuentra solamente cuando ésta nace de nuevo por medio de la fe en el Salvador.