¡Sí! Queremos ser felices. La tarea de que logres llegar a ser una persona más feliz y plena puede ser muy interesante si te lo permites. A veces puede resultar un poco dolorosa, a medida que tomas más y más conciencia de ti mismo y de la imagen que has venido aceptando como tuya; pero, sobre todo, promete ser un período emocionante de descubrimiento y renovación para ti. Escucha atentamente, busca las citas bíblicas indicadas, y confía en que el Señor te hará salir vencedor.
Toma un lápiz y un cuaderno ahora, ya que vas a aprender estas nuevas actitudes para la vida y librarte de los viejos hábitos destructivos. Podrás observar tu propio progreso y aprender mucho por las anotaciones que hagas. Este capítulo comienza con una investigación sobre las afirmaciones que nos hacemos a nosotros mismos, lo que en este libro llamamos, "monólogo internó".
LAS COSAS QUE NOS DECIMOS
El monólogo interno abarca todo aquello que nos decimos mientras pensamos. Incluye lo que nos decimos acerca de la gente, del yo, de las experiencias, de la vida en general, de Dios, del futuro, del pasado, del presente. Específicamente: todas las cosas que te dices en todo momento.
¿Cuáles son las mentiras y las verdades a medias que te repites a ti mismo? ¿Cuáles son las creencias erróneas que te tienen trastornado y te hacen sentir infeliz? Lo primero que debes hacer es identificar las creencias erróneas en tu vida.
¿Dónde comienzan las mentiras y las creencias erróneas?
La respuesta está contenida en tu monólogo interno.
Marta es una ama de casa de 31 años que ha venido repitiéndose cosas negativas acerca de sí misma la mayor parte de su vida. Como persona adulta, su monólogo interno negativo ha aumentado.
"Son cosas inofensivas", dice ella.
Cosas como: "¡Estúpida de mí! Otra vez con mi estupidez. Esto es propio de mí. ¡Qué cosa más estúpida he hecho!" O: "Lo único que falta es que también pierda la cabeza". "Nada me sale bien". O: "No tengo interés en nada". Y termina diciendo: "Soy un cero a la izquierda. No entiendo cómo la gente puede soportarme".
Después de muchos años de experiencia con tal monólogo interno, se enfrenta a un matrimonio de ocho años hecho trizas, sus hijos con problemas de adaptación, casi sin amigos, y la familia incapaz de ayudarla. Todo el cariño y la atención que puedan brindarle no es suficiente para convencer a Marta de que es valiosa y capaz de ser amada, aunque dice que el más alto ideal de su vida es ser feliz.
Las cosas que nos decimos a nosotros son más importantes de lo que nos damos cuenta. Si te dices algo un número suficiente de veces y en los momentos adecuados, lo creerás, sea cierto o no. Las "bromas" que se decía Marta no eran en realidad bromas. "Estúpida de mí", dicho con bastante frecuencia, ya no resulta gracioso.
Si te dices: "Nada me sale bien", con suficiente frecuencia, te encontrarás con que nada te sale bien, al menos a tus propios ojos. Luego, bastarán unos pocos comentarios negativos de los que te rodean como: "Eso te salió mal otra vez", para que tu idea de tu propia inutilidad se refuerce.
Si te dices, como Marta: "No tengo intereses", te encontrarás actuando como si realmente no los tuvieras (lo que es imposible, porque nadie carece de algún interés, por más trivial o ínfimo que parezca).
El siquiatra Willard Gaylin dijo: "Una autoimagen denigrante es como un muñeco de alquitrán: cuanto más jugamos con él, cuanto más lo acariciamos, más pegados quedamos a él". Con cada frase autodestructiva que decimos, ponemos otra capa de brea en ese cada vez más grande muñeco de alquitrán, que eventualmente podrá aferrarse desesperadamente y esclavizarnos.
Escucha las cosas que te dices a ti mismo. ¿Estás construyendo un muñeco de alquitrán?
Marta pensaba que era realmente una persona sin virtudes ni valores de ningún tipo. No se veía atractiva ni interesante como persona y creía que no merecía ser querida por nadie.
Marta, dicho sea de paso, es cristiana.
Pero muy raramente, o nunca, se decía que era querida y amada por Dios, quien es amor. Muy raramente, o nunca, se había puesto a enumerar sus bendiciones personales. Raramente, o nunca, le agradecía a Dios por los dones y talentos que tenía, porque se había estado diciendo durante tantos años que no tenía ninguno, que verdaderamente lo creía. Nunca se había dicho la verdad: que era única y hermosa a los ojos del Señor.
¿QUE COSAS TE ESTAS DICIENDO A TI MISMO?
En lo que sigue, señala las cosas que te estás diciendo en la columna apropiada. Sé honesto.
__Soy estúpido. O: __Gracias, Señor, por darme inteligencia.
__No tengo ningún atractivo. __Gracias, Señor, por hacerme atractivo.
__La gente no me quiere. __Gracias, Señor, por hacerme capaz de ser amado.
__No tengo ningún don. __Gracias, Señor, por los dones que me diste.
__Me siento desdichado. __Estoy contento.
__Me siento solo. __Gracias, Señor, por mis amigos.
__Soy pobre. __Gracias, Señor, por prosperarme.
__Soy nervioso. __Gracias, Señor, por darme paz.
__No tengo nada de interesante. __Gracias, Señor, por hacerme único.
__No valgo nada. __Gracias, Señor, porque tu justicia obra en mí.
__Me siento enfermo. __Gracias, Señor, por sanarme y darme perfecta salud.
Si has marcado más frases en la columna de la izquierda que en la de la derecha, necesitas cambiar lo que te estás diciendo a ti mismo. Pregúntate con qué te estás midiendo. ¿Te estás comparando a ti mismo y a tu vida con la de algún otro que parezca mejor en algún sentido, o te estás mirando a la luz de la Palabra de Dios? D. L. Moody dijo que la única manera de saber si un palo está torcido, no es discutiendo el asunto ni perdiendo el tiempo tratando de censurarlo, sino poniéndolo a la par de una varilla derecha.
El palo derecho en la vida de los cristianos es el hermoso e indestructible amor de Cristo. Cuando nuestros ojos pierden de vista esta deslumbrante verdad, lo único que queda para mirar son sombras. Sombras como la envidia, los celos y las comparaciones. El deseo de ser diferente, o de tener circunstancias diferentes, especialmente las de algún otro, trae como resultado la infelicidad y el descontento.
No hace mucho se hizo una encuesta a 5.000 hombres y mujeres solteros y casados de la clase media y de inteligencia normal y superior a la promedio. La encuesta reveló que las personas solteras no eran ni más ni menos felices que las casadas, y que las casadas no eran ni más ni menos felices que las solteras. Sin embargo, se encontró que con frecuencia los solteros envidiaban a los casados. Por otra parte, los casados envidiaban a los solteros. Muchos de los casados afirmaban que eran felices porque "se suponía que debían ser felices", no porque en realidad tuvieran un sentimiento de felicidad en su vida.
Una mujer soltera dijo: "Envidio a mi amiga Ester. Ella sí que es feliz. Tiene esposo, hijos y un hogar. Tiene de todo".
Una mujer casada dijo: "Envidio a Susana. Ella está bien. Está libre de ir y venir cuándo y dónde quiere. Su tiempo le pertenece. Su dinero le pertenece. Puede salir y hacer cosas. Es soltera, y por eso es verdaderamente feliz".
¿Qué ves en las cosas que se dicen a sí mismas estas personas? La envidia generalmente no ve la realidad, no maneja todos los datos. La frase: "Me siento desdichado, él es feliz", es básicamente falsa. Todos tienen una cuota de infelicidad en uno u otro momento de la vida. Todo el mundo tiene que enfrentar dificultades y resolver problemas. Tanto Ester como Susana pueden vivir vidas felices, pero ambas tienen que superar ciertas dificultades.
Imagínate a un niño que salta de alegría mientras sujeta firmemente una moneda en la mano. Su madre se la dio y lo mandó a jugar afuera. El niño se siente feliz y contento. Pero luego se encuentra con un amiguito que tiene un billete. Su moneda pierde repentinamente el brillo. Ya no se siente tan contento. Vuelve a casa y le pide a su mamá un billete, y su madre se lo da. Una vez más el niño sale saltando de alegría, hasta que encuentra a otro amigo, y esta vez el amigo tiene dos billetes. El niño se siente repentinamente triste. Su billete parece deslucido a la par de los otros dos. Y vuelta otra vez a casa a pedirle a su mamá dos billetes. Cuando los consigue, se encuentra con un amigo que tiene varios billetes... y así sucesivamente.
Si no encontramos valor en lo que somos y tenemos ahora, nos diremos que somos menos importantes que los demás o que tenemos menos que ellos. Al decirnos estas cosas, creamos tensión en nuestro interior, y al luchar por ser o tener lo que creemos que otros son o tienen, siempre estamos buscando un estado de felicidad invisible e inaccesible, que está fuera de nuestro alcance. Alguien en algún lugar siempre será o tendrá más que nosotros.
Carolina es una abuela de voz tierna que vive en una casa modesta que generalmente necesita alguna reparación. Sus hijos son hombres de negocio exitosos y tienen casas que valen más del doble que la de ella. Sus esposas se visten con elegancia y tienen todas las comodidades a su disposición. Carolina no puede pagar ropas caras. Tiene un auto de segunda mano y lava la ropa a mano. Pero ella vive contenta y feliz. Sus nietos exclaman: "¡Abuela es la persona que más quiero!" No sólo su familia quiere mucho a Carolina, también sus amigos, vecinos y conocidos. Hay algo pacífico y generoso en ella que hace que la gente la rodee. Sus hijos se maravillan de la forma en que nunca tiene una queja. Carolina conoce el valor de las palabras del apóstol Pablo: "He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación" (Php_4:11). Y las vive. La envidia no tiene ningún lugar en su vida.
Un muchacho que perdió una pierna en Vietnam puede alabar a Dios por las bendiciones que recibe en su vida y logra llevar una vida productiva y eficaz a pesar de su pérdida. Se dice a sí mismo: "Puedo hacerlo. Tengo mucho para dar".
Una mujer de mediana edad, que perdió a su esposo y tres niños pequeños en un accidente de aviación en un vuelo privado, encuentra valor y fuerza en Cristo para seguir adelante y para vivir una vida plena ayudando a otros, y es de bendición para los que padecen necesidad. Ella se dice a sí misma: "Siempre voy a extrañar a mi familia, pero no quiero prolongar el dolor y el sufrimiento más allá de los límites de la voluntad de Dios. Es su voluntad que yo pueda ser feliz y útil ... y lo soy".
La lengua apacible es árbol de vida; mas la perversidad de ella es quebrantamiento de espíritu (Pro_15:4).
Escoge decirte verdades en tu monólogo interno. Cuando te escuches decirte algo erróneo acerca de ti mismo, detente. Tú puedes hacerlo. Simplemente di en voz alta: "No; no quiero decir eso. No es verdad".
Juana, una mujer soltera de 26 años, nos refirió el siguiente acontecimiento de su vida: "Había vuelto a instalarme en la casa de mis padres luego de dejar mis estudios. Había estado ausente de casa por varios años y ya no conocía a nadie en el vecindario. Todo me parecía extraño. Mi padre me insistía en que buscara un trabajo, pero yo no sabía bien lo que quería hacer. En lo profundo de mi mente pensaba que lo mejor sería casarme y escapar de todo, pero ni siquiera tenía un pretendiente. De todos modos, una noche estaba en mi cuarto sin hacer nada cuando escuché una voz desde lo profundo de mi mente. En un tono alto y quejoso, decía: 'Me siento muy sola'. Me senté en la cama y a los pocos minutos me encontré suspirando, en ese mismo tono de voz, quejoso y alto: 'Me siento muy sola', tal como lo había oído desde lo profundo de mi mente. Me asusté mucho. Salté de la cama y grité: 'No estoy sola. Eso es ridículo. No estoy sola. ¡No quise decir eso!' "
Juana fue lo suficientemente lista como para reconocer un pensamiento erróneo. Probablemente podría haber encontrado suficiente evidencia para apoyar la idea de que estaba sola, pero eligió buscar evidencias para demostrar que no estaba sola. Se dijo en voz alta: "No estoy sola", y resistió la tentación de expresar en palabras el pensamiento mentiroso. No comenzó a construir el muñeco de alquitrán que podría haberle traído mucho sufrimiento innecesario más adelante.
Todos podemos decirnos que nos sentimos solos, ineptos o incapaces, en algún momento u otro de nuestra vida. Una deslumbrante actriz de Hollywood, la envidia de muchas mujeres, fue hallada muerta en su cama con una nota que explicaba el suicidio: "No tengo esperanzas". Una brillante poetisa de considerable éxito literario pensaba que era un fracaso a pesar de las distinciones que había obtenido en sus trabajos y de la fama que había logrado. En lo mejor de su carrera, en total desesperación, se suicidó.
Estos ejemplos demuestran que hace falta algo más en la vida. Algún sentido y satisfacción que estén más allá de lo que aparece superficialmente. Demuestran la necesidad de una relación espiritual con el Dios que nos creó y con su Hijo Jesucristo que nos redimió. La liberación del auto desprecio y de la desesperación se puede obtener por medio de la fe en Cristo. El cristiano tiene acceso a los resultados dinámicos de prácticas tales como:
. . . todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad (Flp_4:8).
Y como:
Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo (2Co_10:5).
No agrada a Dios que hables mal de alguien, o más bien, no le agrada que hablemos mal. Hablar de uno mismo de una manera destructiva o despreciativa es, ante los ojos del Señor, pecado.
Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar engaño [lo mismo de ti que de cualquier otro] (Sal_34:13). Apártate del mal, [de decir cosas malas y creer pensamientos malos acerca de ti mismo y de cualquier otro], y haz el bien; busca la paz, y síguela (Sal_34:14).
Buscar la paz implica elegir la paz. Nunca tendrás paz si continuamente te estás despreciando. La persona que tiene paz es aquella que está en paz consigo misma. Dag Hammerskjold dijo: "El hombre que esté en guerra consigo mismo, estará en guerra con los demás". Cuando te aprecias a ti mismo, serás libre de apreciar y valorar a los otros. Si eres duro contigo mismo, serás duro con los demás.
Anota en tu cuaderno de notas las cosas que te dices acerca de ti mismo todos los días. Escucha tus pensamientos y tus palabras. Recuerda, cualquier pensamiento que refleje desesperanza, odio, temor, amargura, celos o envidia, es un pensamiento originado en la falsedad demoníaca. Son estas palabras y pensamientos los que debes cambiar y eliminar de tu vida.
¿Estás preparado para comenzar a trabajar? Comencemos examinando algunos males comunes y las creencias erróneas que van asociadas con ellos. Fíjate cuántos reconoces como propios.