Debemos distinguir entre las cargas que nos corresponde llevar y las que no. Nunca debemos soportar la carga del pecado o de la duda, pero hay cargas impuestas por Dios que Él no tiene la intención de levantar, sino que quiere que se las devolvamos y las pongamos sobre Él. Echa sobre el Señor lo que Él te ha dado. Si emprendemos un trabajo para Dios, pero perdemos el contacto con Él, el sentido de responsabilidad se convertirá en un peso abrumador. Pero si le devolvemos las cargas que nos ha colocado, Dios se llevará ese sentido de responsabilidad dándonos un entendimiento de quién es Él.
Muchos obreros que se disponen a servir a Dios con mucha valentía e ímpetu, pero sin ninguna comunión íntima con Jesucristo, pronto se sienten vencidos. El hecho de que no saben qué hacer con la carga les produce cansancio en sus vidas. Al verlos la gente va a decir: "¡Qué triste fin para algo que tuvo un principio tan grande!"
Echa sobre Jehová tu carga. La has estado cargando toda. Pero, de manera consciente, necesitas poner uno de sus extremos sobre los hombros de Dios. "Y la soberanía reposará sobre sus hombros", Isa_9:6, LBLA. Encomiéndale a Dios lo que Él te ha dado; no arrojes la carga a un lado, sino échala sobre Él y tú con ella también. Verás que se vuelve liviana por el sentido de compañía. Pero nunca trates de separarte de tu carga.