Pero todos gritaron a una voz: ¡Llévate a ése! ¡Suéltanos a Barrabás! A Barrabás lo habían metido en la cárcel por una insurrección en la ciudad, y por homicidio.
Pilato, como quería soltar a Jesús, apeló al pueblo otra vez, pero ellos se pusieron a gritar: ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! Por tercera vez les habló: Pero, ¿qué crimen ha cometido este hombre? No encuentro que él sea culpable de nada que merezca la pena de muerte, así que le daré una paliza y después lo soltaré. Pero a voz en cuello ellos siguieron insistiendo en que lo crucificara, y con sus gritos se impusieron. Por fin Pilato decidió concederles su demanda: soltó al hombre que le pedían, el que por insurrección y homicidio había sido echado en la cárcel, y dejó que hicieran con Jesús lo que quisieran.