Todos vivimos momentos en los que nos sentimos muy bien, como nunca antes, y decimos: "¡Me siento en forma para lo que sea! ¡Si tan sólo pudiera mantenerme siempre así!" Pero esto no sucederá. Son momentos en los que recibimos una percepción o una revelación de acuerdo con la cual debemos vivir cuando no nos sintamos igual. Muchos de nosotros no somos buenos para enfrentar el mundo cotidiano, cuando no nos encontramos en la cima de la montaña. Sin embargo, debemos elevar nuestra vida diaria hasta el nivel que nos fue revelado o estuvimos en la cumbre.
No permitas nunca que se desvanezca el sentimiento que se haya despertado en ti en la cima de la montaña. No te amodorres al calor de pensamientos, diciendo: "¡Qué rico sería que mi ánimo estuviera así!"
Actúa inmediatamente, haz algo, aunque la única razón para actuar sea que preferirías no hacer nada. Si en una reunión de oración Dios te muestra algo que Él quiere que realices, no digas: "lo voy a hacer", sino ¡hazlo! Cógete por el cuello y sacude la pereza de tu carne. En nuestros anhelos por una experiencia grandiosa siempre podemos ver la pereza, y entonces hablamos de que vamos a tener un tiempo en la montaña. Es necesario que aprendamos a vivir en el día gris de acuerdo con lo que vimos en la cumbre.
No te rindas porque una vez estuviste inactivo y confundido. Manos a la obra de nuevo. Quema tus puentes tras de ti y permanece comprometido con Dios en un acto voluntario. Nunca reconsideres tus decisiones, pero entonces, asegúrate de tomarlas a la luz de lo que viste y aprendiste en la cima.