La catedral subterránea de Sal de Zipaquirá, en Colombia, es una de las más peculiares de América Latina. Atendiendo a sus atractivos, en septiembre, el Parlamento Andino la declaró referente cultural y natural de la región.
Su ubicación geográfica es uno de sus grandes encantos. Visitar la capilla a 180 metros bajo tierra en el interior de una mina de sal explotada desde 1801, ya es una experiencia única.
También lo es su largo túnel, de 386 metros de longitud, con sus 14 estaciones en representación de las diferentes etapas vividas por Jesús.
En ese camino es posible percibir una atmósfera mística, con las luces y las cruces talladas en la sal, sin representaciones humanas.
Como parte de la instalación, también encontramos la gran cúpula de 11 metros de alto y ocho de diámetro que simboliza la unión entre la Tierra y el cielo.
La historia de la edificación subterránea comenzó en 1930 cuando los mineros, en uno de los túneles, prepararon un lugar improvisado para poder orar, pero cerró en 1992 por considerársele inseguro.
Tres años después, el país inauguró una nueva iglesia. La construcción requirió la extracción de 250 mil toneladas de sal.
La declaratoria del Parlamento Andino, conformado por representantes de Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador y Perú, reconoce su valor cultural y turístico.
Para América Latina, llena de espacios memorables, Sal de Zipaquirá también es ese orgullo que enriquece el territorio.