Cuando Judas supo que habían condenado a muerte a Jesús, se sintió muy mal por haberlo traicionado. Entonces fue a donde estaban los sacerdotes principales y los líderes del país, les devolvió las treinta monedas de plata, y les dijo: He pecado contra Dios porque entregué a Jesús, y él es inocente.
Ellos le contestaron: ¡Y eso qué nos importa! ¡Es problema tuyo!
Entonces Judas tiró las monedas en el templo, y fue y se ahorcó.
Los sacerdotes principales recogieron las monedas y dijeron: Estas monedas son el precio de la vida de un hombre; la ley no nos permite que las pongamos en la caja de las ofrendas.
Entonces decidieron comprar con ese dinero el terreno conocido como «Campo del Alfarero», para enterrar allí a los extranjeros. Por eso, aquel terreno se conoce con el nombre de «Campo de Sangre».
Así se cumplió lo que había dicho el profeta Jeremías: La gente de Israel puso el precio que se pagó por la vida de aquel hombre: ¡Treinta monedas de plata!
Y ellos tomaron las monedas, y compraron el Campo del Alfarero, como Dios me lo había ordenado.