Porque el tiempo si esta cerca - Palabras de consuelo y advertencias

18. Palabras de consuelo y advertencias (Ap. 22:6:21)

Los versículos Apo_22:6-21 de este capítulo forman el epílogo del libro de Apocalipsis. Luego de llevar al lector a través del asombroso recorrido por la historia futura hasta el estado eterno, todo lo que le queda a Juan por registrar es esta posdata divina. Los versículos Apo_22:6-12 esbozan las respuestas que cada creyente debe tener ante la revelación de Juan. Los versículos Apo_22:12-21 se dirigen a los inconversos, advirtiéndolos a que cambien ahora mientras todavía existe la oportunidad.

LAS RESPUESTAS DE TODO CREYENTE (Apo_22:6-12)

En una serie de afirmaciones vibrantes y marcadas que se mueven intensamente de un tema a otro, los versículos Apo_22:6-12 esbozan las respuestas que cada creyente debe tener ante la inminente venida del Señor Jesucristo. La realidad de la inminente venida de nuestro Señor exige cuatro respuestas por parte de todo creyente.

1. Obediencia inmediata

Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto. ¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro. (Apo_22:6-7)

Cuando comienza el epílogo, Juan observa que el ángel que le había mostrado la nueva Jerusalén (Apo_21:9; Apo_22:1) dijo: “Estas palabras son fieles y verdaderas”. Las palabras del Apocalipsis son tan fieles y verdaderas como Aquel que las reveló a Juan. Juan confirmó el testimonio enfático del ángel sobre la veracidad de lo que él había visto y escuchado, escribiendo que “el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”. El Dios que movió el espíritu de sus voceros los profetas para inspirar, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, es el mismo Dios que ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos “las cosas que deben suceder pronto”. Esto es nada menos que un reclamo por parte de Juan de la plena y completa inspiración de Apocalipsis. Las profecías que registraron esos anteriores profetas bíblicos se cumplieron literalmente, y estas de Apocalipsis también se cumplirán.

“Y” que comienza el versículo Apo_22:7 indica un cambio en el que habla. Dado que quien habla no es el ángel que habló en el versículo Apo_22:6, sino Jesucristo, el que viene pronto. Él pronuncia la sexta de siete bienaventuranzas en Apocalipsis (se muestran las siete en el apartado “Las siete bienaventuranzas en Apocalipsis”, del capítulo 1); “Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro”. Otras tres veces a las palabras de Apocalipsis se les llama profecía (vv. Apo_22:10; Apo_22:18-19). A los creyentes se les llama a guardar o proteger el libro de Apocalipsis. Debe defenderse contra los detractores que niegan su importancia, contra los críticos que niegan su autoridad, y contra los intérpretes que oscurecen su significado. En realidad, toda la Biblia debe guardarse así. Pablo ordenó a Timoteo: “Guarda lo que se te ha encomendado… Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús. Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros” (1Ti_6:20; 2Ti_1:13-14).

¿Qué significa entonces “guardar las palabras” del libro de Apocalipsis? Es un mandamiento general de anhelar la venida de Cristo y nuestra eterna comunión con Él. Después de leer Apocalipsis, los cristianos deberían amar más a Cristo, buscar ser más como Cristo, esperar sus cuerpos resucitados y esperar sus recompensas eternas. También deben comprender el temible juicio que aguarda a los que no son cristianos, y llamar a esos pecadores al arrepentimiento y a la fe salvadora en el Señor Jesucristo.

2. Adoración inmediata

Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios. (Apo_22:8-9)

Aunque no se traduce en esta versión de la Biblia, la forma de “y” comienza el versículo 8. Como lo hizo en el versículo Apo_22:7, indica un cambio en el que habla. Ahora ya no es Cristo, sino Juan, quien se nombra por primera vez desde Apo_1:9. El inspirado apóstol añade su testimonio a la veracidad de Apocalipsis, al del ángel (v. Apo_22:6), declarando “Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas”. Luego, anonadado por lo que oyó y vio, Juan se postró para adorar a los pies del ángel que le mostraba estas cosas. Él tuvo la respuesta apropiada, adoración, pero en un descuido, la dirige equivocadamente. Juan simplemente se desplomó en admiración y adoración.

Como solamente se debe adorar a Dios (Éxo_34:14; Mat_4:10), el ángel le dijo a Juan: “Mira, no lo hagas”. Le recordó al apóstol que él también era un ser creado, al declararse un consiervo en vez de un objeto de adoración.

3. Proclamación inmediata

Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca. El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. (Apo_22:10-11)

No ha de ocultarse el mensaje del Apocalipsis. Es un mensaje que debe proclamarse para producir obediencia y adoración. A Juan se le ordenó que no sellara las palabras de Apocalipsis. Hay un llamado a la inmediata proclamación de este libro, porque el tiempo está cerca. De hecho, la venida de Cristo ha sido inminente para cada generación, desde Juan hasta nuestros días.

El que no han de sellarse las palabras específicas de Apocalipsis destaca una vez más que no hay significados ocultos y secretos aparte del sentido normal del texto. Si la verdad no está clara en esas palabras, entonces esta orden no tiene sentido. Si la comprensión normal y simple de las palabras de Apocalipsis no tiene el significado que Dios quería que entendieran sus lectores, entonces esas palabras están selladas.

La próxima declaración del ángel parece extrañamente fuera de lugar en este contexto: “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía”. La verdad que comunica es que la respuesta de una persona a la proclamación de la verdad, determinará su destino eterno. Quien oye la verdad pero sigue siendo injusto e inmundo, determinará por su endurecida respuesta su destino eterno en el infierno. Por otra parte, los que siguen practicando la justicia y siguen siendo santos, dan testimonio de la genuina fe salvadora.

4. Servicio inmediato

He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. (Apo_22:12)

El que habla ya no es el ángel, sino Cristo, que repite su declaración del versículo Apo_22:7 : “He aquí, yo vengo pronto”. La declaración de Jesucristo significa entonces que su venida es inminente. Cuando venga, Jesucristo traerá su galardón consigo, “para recompensar a cada uno según sea su obra”. Las eternas recompensas de los creyentes se basarán en su fidelidad en servir a Cristo en esta vida. Las recompensas de las que los creyentes disfrutan en el cielo serán talentos para servir a Dios. Cuanto mayor sea su fidelidad en esta vida, tanto mayor será su oportunidad de servir en el cielo (Mat_25:14-30). El conocimiento de que Cristo pudiera volver de un momento a otro, no debe conducir a los cristianos a esperar ociosamente su venida, sino que debe producir el servicio diligente, obediente y reverente a Dios y la urgente proclamación del evangelio a los incrédulos.

RAZONES PARA ACEPTAR LA INVITACIÓN DE DIOS (Apo_22:13-21)

En estos versículos finales, la Biblia cierra el círculo. Comenzó con la promesa de un Salvador futuro, que libraría a su pueblo de sus pecados. Esa promesa, que vino inmediatamente después de la caída, aparece en Gén_3:15 : “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”. Así como la Biblia comienza con la promesa de la primera venida de Cristo, termina con la promesa de su Segunda Venida. La invitación final de Dios a los pecadores está en el versículo 17. Rodeando a esta invitación, se hallan varios incentivos destinados a motivar a las personas a que respondan a ella.

La invitación

Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente. (Apo_22:17)

Hay dos invitaciones diferentes en este versículo, separadas por dos exclamaciones, “Ven”. La primera parte del versículo es una oración dirigida a Cristo. La segunda parte es una invitación dirigida a los no creyentes. La primera parte exige la venida de Cristo. La segunda parte es el último llamado a los pecadores a venir a la fe en Cristo.

A la promesa de Jesucristo de su inminente regreso (vv. Apo_22:7; Apo_22:12; Apo_22:20), el Espíritu Santo, responde “Ven”. El texto no especifica por qué el Espíritu desea el regreso de Jesucristo, pero el resto de la Biblia sugiere tanto una razón positiva como una negativa.

Los hombres y mujeres a lo largo de la historia han rechazado a Cristo. Durante los largos y oscuros siglos de pecado y rebeldía de la humanidad, el Espíritu ha obrado convicción y arrepentimiento (Jua_16:8-11). Cuando el Señor Jesucristo dice que Él viene, el Espíritu Santo repetirá, “Ven”. Él le suplicará a Cristo que regrese y dé por terminada su batalla duradera para producir convicción en un pueblo de corazones endurecidos. En la parte positiva, es el deseo y ministerio del Espíritu glorificar a Cristo (Jua_16:14). El Espíritu anhela ver a Jesús exaltado en belleza, esplendor, poder y majestad. Esto ocurrirá cuando vuelva Cristo en triunfo en su Segunda Venida.

El Espíritu Santo no es el único que anhela la venida de Cristo. Haciéndose eco de su súplica de que Cristo venga, está la Esposa (la Iglesia). A través de los siglos, el pueblo de Dios ha esperado la venida de Cristo. Anhelan su venida, y que los lleve al cielo para vivir por siempre con Él (Jua_14:3; 1Ts_4:17). Los creyentes son, según las palabras de Pablo, “los que aman su venida” (2Ti_4:8). Es absurdo que algunos digan amar a Jesucristo y que no deseen su venida.

El segundo uso de la exclamación “Ven” señala un cambio en perspectiva. La invitación ya no es al regreso de Cristo, sino a los pecadores a que vengan a la fe salvadora en Él. La frase “el que tiene sed, venga” invita a los que oyen al Espíritu y a la Esposa a unirse a ellos, solicitando la venida de Cristo.

Se define además al que oye como “el que tiene sed”. La sed es un concepto bíblico conocido que describe un fuerte sentido de necesidad espiritual, y que es un requisito previo para el arrepentimiento. Antes en Apocalipsis se prometió: “Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida” (Apo_21:6).

Añadiendo otra dimensión a la invitación, Juan escribe: “el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”. Esta ilimitada invitación es típica del amplio, abarcador y gratuito ofrecimiento de salvación que se encuentra en las Escrituras. También ilustra la verdad bíblica de que la salvación implica tanto la decisión soberana de Dios (Jua_6:44) como la elección humana. Dios salva a los pecadores, pero solo a los que reconocen su necesidad y se arrepienten. El agua de la vida se ofrece gratuitamente al pecador, porque Cristo pagó el precio por ella mediante su muerte expiatoria en la cruz.

Los incentivos

Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.

Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad. Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira.

Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana…

Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.

El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.

La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén. (Apo_22:13-16; Apo_22:18-21)

Rodeando la invitación en el versículo Apo_22:17, hay cuatro incentivos para que los pecadores lo acepten.

1. Por la persona de Cristo (Apo_22:13; Apo_22:16)

La primera razón para que los pecadores acepten la invitación final de Dios es porque viene personalmente de Jesucristo. La triple identificación del Señor de sí mismo repite la misma verdad de una manera enfática. Como los lectores originales de Apocalipsis hablaban griego, Jesucristo se identifica primero como “el Alfa y la Omega”. Las palabras representan los símbolos que forman la primera y la última letra del alfabeto griego. Junto con las frases paralelas “el primero y el último” (Apo_1:17) y “el principio y el fin”, representan la infinidad y eternidad de Cristo y su vida sin límites, que trascienden todos los límites.

Además, Cristo se identifica con sus propias palabras en el versículo 16. Pero antes de hacerlo le dice a Juan: “Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio”. Aunque los ángeles transmitieron el Apocalipsis a Juan, su fuente era Jesucristo. La expresión “Yo Jesús” solo aparece aquí en la Biblia. Establece que esta última invitación en las Escrituras no es una invitación humana, sino un llamado divino hecho personalmente a los pecadores por Jesucristo. El Apocalipsis se dirige a las iglesias (Apo_1:11), aunque ellos deben proclamarlo a todo el mundo (Apo_22:10).

Luego, en una asombrosa declaración, Jesús declara que Él mismo es tanto “la raíz [como] el linaje de David”. Esa frase resume la enseñanza bíblica sobre las dos naturalezas de Cristo. Solo el Dios-Hombre puede ser tanto el antepasado de David como su descendiente. En su deidad, Cristo es la raíz de David (Mar_12:35-37). En su humanidad, Él es del linaje de David (2Sa_7:12-16; Sal_132:11-12).

Por último, Jesús se describe a sí mismo como “la estrella resplandeciente de la mañana”. Llamar a alguien una estrella era exaltarlo (Dan_12:3). En escritos judíos no bíblicos, al Mesías venidero se le llamaba estrella. Como la estrella de la mañana proclama la llegada del día, así la llegada de Jesús proclamará el fin de las tinieblas de la noche de la humanidad y el glorioso amanecer de su reino. Cristo es la “luz del mundo” (Jua_8:12), quien llama a los pecadores a beber del agua de vida.

2. Por la exclusividad del cielo (Apo_22:14-15)

Esta sección comienza con la última de las siete bienaventuranzas en Apocalipsis, cada una presentada por la declaración de “bienaventurados”. Esta bendición es para “los que lavan sus ropas”. Esta frase describe gráficamente la participación del creyente en la muerte de Cristo (Apo_7:14). “Las ropas sucias” representan el carácter pecaminoso en Isa_64:6 y Zac_3:3, mientras que en el Sal_51:7; Isa_1:18; y Tit_3:5 se refiere a la purificación del pecado que acompaña la salvación.

Los que han experimentado la purificación de los pecados, que señala la salvación eterna, tendrán derecho al árbol de la vida. El árbol de la vida está situado en la ciudad capital del cielo, la nueva Jerusalén. Esto será el cumplimiento de la promesa de Jesús: “Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios” (Apo_2:7).

El cielo es exclusivamente para quienes han sido limpios de sus pecados por la fe en la sangre de Cristo, y cuyos nombres han estado “escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apo_13:8). En cambio, todos los demás seguirán por siempre fuera de la nueva Jerusalén, en el lago de fuego (Apo_20:15; Apo_21:8). Como en Apo_21:8, Juan presenta una lista representativa de los tipos de pecados que excluyen a las personas de su entrada al cielo.

La inclusión de perros en la lista parece enigmática a primera vista. Pero en los tiempos antiguos los perros no eran las conocidas mascotas que son hoy. Eran despreciados, animales carroñeros que merodeaban los basureros de las ciudades. Llamar a una persona perro era describirla como alguien de baja condición (1Sa_17:43; 1Sa_24:14). “Hechiceros” (de la raíz de la palabra española “farmacia”) se refiere a los que estaban implicados en prácticas ocultas y en el uso de drogas, que muchas veces acompañaba a esas prácticas. Los “fornicarios” son los que se ocupan de actividades sexuales ilícitas. Los “homicidas” se excluyen también del cielo en la lista que se presenta en Apo_21:8. Los “idólatras” son los que adoran dioses falsos, o que adoran al verdadero Dios de una manera inaceptable (Apo_21:8).

El grupo final de los excluidos del cielo también incluye a “todo aquel que ama y hace mentira”. No son todos los que alguna vez han cometido alguno de esos pecados los que se excluyen del cielo (1Co_6:11). Más bien, son los que aman y practican por lo general cualquiera de esos pecados y rechazan la invitación de Cristo a salvación, quienes serán echados al lago de fuego.

3. Por la veracidad de las Escrituras (Apo_22:18-19)

Es de gran importancia que la Biblia termine con una confirmación de su veracidad. El que habla y testifica de la autoridad y carácter definitivo de las palabras de la profecía de este libro es nada menos que Jesucristo. Su solemne advertencia contra la adulteración de las Escrituras es, ante todo, con relación a la profecía del libro de Apocalipsis (Apo_1:3). La prohibición de alterar el Apocalipsis, se extiende por implicación a toda la Biblia. Como Apocalipsis describe toda la historia desde el fin de la era apostólica hasta el estado eterno, cualquier alteración que sufra sería una alteración de la Biblia.

4. Por la certeza de la venida de Cristo (Apo_22:20-21)

El libro de Apocalipsis y la Biblia terminan con un recordatorio final y una bendición. En las últimas palabras que se registran en las Escrituras, el Señor Jesucristo, el que da testimonio de estas cosas, afirma: “Ciertamente vengo en breve”. Su venida es inminente, tal como enseña Apocalipsis y los demás escritos del Nuevo Testamento. Juan habla por todos los verdaderos creyentes cuando responde: “Amén; sí, ven, Señor Jesús”.

La gloriosa y alentadora verdad es que los que se humillan y aceptan el ofrecimiento de salvación de Dios, alcanzarán su gracia. Apropiadamente, las últimas palabras de la Biblia: “la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén”, son una expresión de la gracia de Dios hacia la humanidad caída. El Señor de la gloria, como prometió en las Escrituras, les ofrece el cielo a quienes, a la luz de su seguro regreso, aceptan su gratuita invitación y se vuelven a Él.