16. El juicio ante el gran Trono Blanco (Ap. 20:11-15)
Este pasaje describe la sentencia final de los perdidos y es el pasaje
más serio, solemne y trágico de toda la Biblia.
Conocido por lo general como el juicio ante el gran trono blanco, es la última
escena de una sala de justicia que tendrá lugar jamás. Los acusados, todos los
inconversos que alguna vez hayan vivido, resucitarán para afrontar un juicio
como ningún otro. No se debatirá su culpabilidad ni su inocencia. Habrá un
fiscal, pero no un defensor; un acusado, pero no un abogado. Habrá una
acusación, pero no una defensa preparada por el acusado; la evidencia de
culpabilidad se presentará y no habrá impugnación ni contrainterrogatorio.
Nadie en el juicio ante el gran
trono blanco tendrá el más leve fundamento para quejarse por su sentencia. Los
que rechazan la gracia y la misericordia de Dios en esta vida enfrentarán
inevitablemente su justicia en la vida venidera. Los pecadores impenitentes
experimentarán la justicia de Dios en el juicio ante el gran trono blanco.
Este sencillo pero poderoso
texto, describe la realidad espantosa del veredicto y la sentencia final sobre
los pecadores en cuatro temas.
LA ESCENA
Y vi un gran trono blanco y al que estaba
sentado en él,
de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró
para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; (Apo_20:11-12 a).
En una declaración breve, Juan describe la
aterradora escena que estaba ante él. El apóstol observa al juez sentado en su
trono de juicio y a todos los acusados ante Él. La conocida frase “Y vi”
presenta una vez más una nueva visión. Esta visión del juicio ante el gran
trono blanco sigue a aquellas del milenio (Apo_20:1-10) y la Segunda Venida (Apo_19:11-21) y de inmediato precede a la del cielo
nuevo y de la tierra nueva (Apo_21:1 ss.).
Lo primero que Juan vio fue “un gran trono blanco”.
Apocalipsis menciona tronos casi cincuenta veces. En este caso es el asiento
del gobierno soberano de Dios. Se le llama “gran” no solo por su tamaño, sino
también por su autoridad. El que sea blanco simboliza su pureza, santidad y
justicia. El veredicto que saldrá de este trono será absolutamente justo.
Aun más imponente que el trono
era la visión del “que estaba sentado en él”. El juez que está en el trono es
nada menos que el Dios Todopoderoso y eterno (Apo_4:8-11). Compartiendo el trono con el
Padre está el Señor Jesucristo. En Apo_3:21 Jesús
prometió: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como
yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”. En la visión que tuvo
Juan del cielo nuevo y de la tierra nueva, vio “el trono de Dios y del Cordero”
(Apo_22:1; Apo_22:3).
Aunque el Padre y el Hijo comparten el trono, solamente se habla aquí del Hijo, ya que la Biblia enseña que Él juzgará a los pecadores (Jua_5:22; Jua_5:26-27; Hch_10:42). Es Dios en la persona del Señor Jesucristo glorificado quien se sentará en el juicio final de los
incrédulos.
Después de describir la visión
del juez en su trono, Juan observó la pasmosa realidad de que “delante de Él
huyeron la tierra y el cielo”. Esta increíble declaración describe la
“descreación” del universo. La tierra cambiará su forma por los devastadores
juicios de la tribulación y será restaurada durante el reino milenario. Sin embargo,
aún estará con la mancha del pecado y sujeta a las consecuencias del pecado
original; por lo tanto, debe ser destruida. En su lugar Dios pondrá “cielo
nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron” (Apo_21:1). La tierra y el cielo
actuales no serán simplemente movidos o rediseñados, ya que Juan
vio en su visión que “ningún lugar se encontró para ellos”. Dejarán por
completo de existir.
Los detalles de esta obra de
Dios con el universo se presentan en 2Pe_3:10-13, que describe la última expresión del día del Señor: “Pero el día del Señor vendrá como
ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los
elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay
serán quemadas” (v. 2Pe_3:10). El día
del Señor vendrá de repente, sin esperarlo y con desastrosas consecuencias para
los que no estén preparados, al igual que la llegada de un ladrón.
Al presentar el último elemento
en esta horrible escena, Juan escribe que vio “a los muertos, grandes y
pequeños, de pie ante Dios”. El escenario es la indescriptible nada entre el
fin del universo actual y la creación del cielo nuevo y de la tierra nueva. Los
muertos descritos aquí de pie ante Dios en el juicio divino no son solo de la
rebelión del milenio, sino que incluyen todos los incrédulos que hayan vivido
alguna vez. Esta es la “resurrección de condenación” (Jua_5:29), la resurrección “para vergüenza y confusión perpetua” (Dan_12:2), la “resurrección…
de injustos” (Hch_24:15).
A fin de subrayar el alcance global del juicio, Juan observa que el
grupo de incrédulos delante del trono de Dios incluye a “grandes
y pequeños”. Todos enfrentarán juicio, “porque no hay acepción de personas para
con Dios” (Rom_2:11).
LA COMPARECENCIA
Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el
Hades entregaron los muertos que había en ellos; (Apo_20:13 a)
Al mostrarse la próxima escena en este último
drama de una sala de tribunal, a los prisioneros se les manda comparecer desde
sus celdas ante el Juez. Desde su muerte, sus almas han sido atormentadas en un
lugar de castigo. Ahora ha llegado el tiempo de que sean sentenciados al
infierno eterno y final. Antes de que el mar dejara de existir (Apo_21:1), “entregó
los muertos que había en él”. Dios llamará de sus profundidades nuevos cuerpos
para todos los que perecieron en el mar a lo largo de la historia humana. La
“muerte” simboliza todos los lugares en la tierra desde los cuales Dios
resucitará nuevos cuerpos para los injustos muertos. El mar y la muerte se
representan como voraces monstruos que se han tragado esos cuerpos y serán
obligados a devolverlos antes de dejar de existir.
“Hades” es la palabra griega
empleada para describir el reino de los muertos. Hades se emplea diez veces en
el Nuevo Testamento, siempre respecto al lugar de castigo (Luc_16:23), donde están guardados los impíos muertos pendientes de ser sentenciados al
infierno. En esta increíble escena, se deja vacío al Hades de sus espíritus
cautivos, los cuales se unen a cuerpos resucitados ante el tribunal de la
justicia de Dios. Los incrédulos, dentro de cuerpos resucitados apropiados para
el infierno, estarán entonces listos para su sentencia al lago de fuego, donde
su castigo durará por siempre.
LA NORMA
y los libros fueron abiertos, y otro libro
fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por
las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras… y fueron juzgados cada uno según sus
obras.
(Apo_20:12 b, 13 b)
Al comenzar el juicio, el Juez abre los libros (Dan_7:10). Los libros contienen el
registro de cada pensamiento, palabra y acto de cada persona no salva que ha
vivido. Dios ha guardado registros perfectos de la vida de cada persona, y serán juzgados “según sus obras”. Las obras de los pecadores se medirán
con la norma perfecta y santa de Dios, que Jesús definió en Mat_5:48 : “Sed,
pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es
perfecto”. Ningún prisionero ante el tribunal de la justicia divina podrá
reclamar la perfecta obediencia a las normas santas de Dios que Él exige.
“Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom_3:23), y están “muertos en [sus] delitos y pecados” (Efe_2:1).
La justicia de Dios exige un pago por los pecados de cada persona.
Cristo pagó ese castigo por los creyentes: “él herido fue
por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz
fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos
descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó
en él el pecado de todos nosotros” (Isa_53:5-6; 2Co_5:21). Pero los incrédulos pagarán ellos mismos la culpa de violar la ley de Dios, con
eterna destrucción en el infierno (2Ts_1:9).
La absoluta precisión del juicio de Dios asegurará
que el castigo de los incrédulos en el infierno se ajuste a su iniquidad. La
vida de cada persona se evaluará de modo individual, y el castigo de cada
persona será consecuente con esa evaluación. La Biblia enseña que habrá varios
grados de castigo en el infierno. Cuando Jesús envió los doce a predicar, les
dijo: “Y si alguno no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, salid de
aquella casa o ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies. De cierto os digo
que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de
Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad” (Mat_10:14-15; Mat_11:21-24). De igual manera, Jesús les advirtió que los escribas hipócritas “que gustan de andar con
largas ropas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en
las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas; que devoran las casas de
las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones. Estos recibirán mayor
condenación” (Mar_12:38-40).
Pero aunque hay varios grados de castigo en el infierno, todos los que
estén allí sufrirán intolerable desdicha y tormento.
Todos los pecadores en el infierno estarán completamente separados de Dios y de
todo lo que proviene de su bondad. Todos serán afligidos, pero no igualmente
afligidos.
Después que fueron abiertos los
libros que tenían las obras malvadas de los prisioneros, “otro libro fue
abierto, el cual es el libro de la vida”. La imagen de este libro corresponde
al registro de ciudadanos que se guardaban en las ciudades antiguas. Este
contiene los nombres de todos aquellos cuya “ciudadanía está en el cielo” (Flp_3:20). Hay varias referencias a él en Apocalipsis (v. Apo_20:15; Apo_3:5; Apo_13:8; Apo_17:8; Apo_21:27). El libro de la vida es el
registro de los escogidos por Dios. Aquellos cuyos nombres no estén recogidos en este libro, recibirán condenación eterna.
Como sus nombres no estaban en el libro de la vida, los prisioneros
ante el gran trono blanco fueron juzgados “cada
uno según sus obras”. Algunos, espantados y horrorizados, protestarán: “Señor,
Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y
en tu nombre hicimos muchos milagros?”. Pero en respuesta escucharán las más
escalofriantes y aterradoras palabras que alguien haya oído jamás: “Nunca os
conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mat_7:22-23).
LA SENTENCIA
Y la muerte y el Hades fueron lanzados al
lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al
lago de fuego. (Apo_20:14-15)
Al dictarse la sentencia, “la muerte y el Hades [el
sepulcro y el lugar temporal de castigo para todo aquel cuyo nombre no se halló
inscrito en el libro de la vida] fueron lanzados al lago de fuego”, dando a
entender que dejarán de existir, tragados por el último infierno. Los que están
allí, sufriendo actualmente solo en sus espíritus, recibirán un cuerpo
resucitado, especialmente diseñado, y se les lanzará al infierno eterno (Mat_10:28). Este infierno final,
descrito como el lago de fuego, pudiera ya existir (Mat_25:41) pero, de ser así, está desocupado en la actualidad. Sus dos primeros ocupantes, la
bestia y el falso profeta, no llegarán hasta el final de la tribulación (Apo_19:20).
El término más claro y vívido que emplea el Nuevo
Testamento para describir el infierno final es Gehena. Gehena es el valle del
hijo de Hinom (también llamado Tofet; 2Re_23:10; Isa_30:33; Jer_7:31-32;
Jer_19:6), ubicado al suroeste de
Jerusalén. En la época del Antiguo Testamento, los
israelitas idólatras quemaban sus hijos al fuego allí, como sacrificios a los
falsos dioses (Jer_19:2-6). En la época de Cristo, era el lugar donde las personas arrojaban la basura.
El fuego se mantenía quemando constantemente, lanzando al aire un humo de mal
olor, y el basurero estaba infestado de gusanos. A veces se lanzaban allí los
cuerpos de los criminales. El valle del hijo de Hinom era una representación
apropiada del infierno eterno, la cual usó Jesús repetidamente (Mat_5:22; Mat_5:29-30; Mat_10:28; Mat_18:9; Mat_23:15; Mat_23:33; Mar_9:43; Mar_9:45; Mar_9:47; Luc_12:5). El infierno será el eterno basurero cósmico de Dios; sus residentes estarán quemándose
como basura para siempre.
Los bienaventurados y santos que
participen en la primera resurrección, no experimentarán la segunda muerte (Apo_20:6; véase
“Resurrección” y “Juicios” en la tabla “Perspectivas concernientes a los
últimos tiempos”). Pero el resto de los muertos, que no participaron en la
primera resurrección (Apo_20:5), enfrentarán
la muerte segunda, que se define aquí como el lago de fuego. Quienes mueren en
sus pecados en este mundo real de tiempo y espacio, morirán una muerte segunda
en la eternidad; serán condenados al lago de fuego para siempre.
Las Escrituras describen
vívidamente los diversos aspectos del ardiente infierno final. Fuego se emplea
más de veinte veces en el Nuevo Testamento para describir el tormento del
infierno. No se sabe si el fuego del infierno es literal, físico, ya que el
lago de fuego existe fuera del universo creado tal y como lo conocemos. Si el
fuego aquí es simbólico, la realidad que representa será con más razón horrenda
y dolorosa. También la Biblia describe al infierno como un lugar de total
oscuridad, que aislará a sus ocupantes unos de otros (cp. Mat_22:13; 2Pe_2:17); como un lugar donde el
gusano (posiblemente emblemático de una conciencia acusadora)
que devora a los malos nunca morirá (Isa_66:24; Mar_9:44); como un lugar de destierro
del reino de Dios (Mat_8:12; Mat_22:13); y un lugar donde hay “lloro y crujir de dientes” (Mat_13:42; Mat_22:13; Mat_24:51; Mat_25:30; Luc_13:28).
Solo hay una manera de evitar el futuro espantoso del infierno. Quienes
confiesan sus pecados y piden a Dios que los perdone, basándose en la muerte expiatoria de Cristo en su lugar, serán librados de
la ira eterna de Dios (Rom_5:9; 1Ts_1:10; 1Ts_5:9).
PERSPECTIVAS CONCERNIENTES A LOS ÚLTIMOS TIEMPOS