La situación en Kiev ha fracturado la biósfera en dos bloques geoestratégicos regionales, encabezados en un polo por Estados Unidos, la Unión Europea y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y en el otro por la vinculación entre Moscú y Pekín, subrayó el internacionalista en su artículo más reciente para La Jornada.
Tres cuartos de la población ucraniana son feligreses de la iglesia ortodoxa, de acuerdo con estimaciones de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) del Gobierno de Estados Unidos, apuntó Jalife-Rahme, mientras que la religión ortodoxa proviene en su mayoría del patriarcado de Moscú.
Así, la confrontación entre Rusia y Ucrania concentra tres conflictos que no suelen enunciarse, identificó el internacionalista, uno demográfico, uno lingüístico y uno religioso.
El conflicto demográfico busca lesionar los lazos históricos fraternos de las poblaciones eslavas que habitan tanto los territorios ucranianos como los rusos, calificó, en una relación que se remonta al siglo IX.
A nivel lingüístico, Ucrania busca la prohibición del habla rusa dentro de sus fronteras, mientras que en la perspectiva religiosa se busca disolver la mayoría ortodoxa ucraniana, adherida culturalmente al patriarcado de Moscú, agregó Jalife-Rahme.
Una balcanización de estos rasgos identitarios fragmentaría geopolíticamente a los países tanto de Europa central como oriental, como una manera de mermar la influencia de Moscú en la región, evaluó.
Los devotos ortodoxos se han reducido hasta 8 puntos porcentuales, recordó el politólogo, en un escenario donde los principales fieles se concentran en Ucrania, Rusia, Bielorrusia, Serbia y otras localidades de Europa central y oriental.
En total, la orientación ortodoxa concentra unos 260 millones de fieles, una cifra contrastante con los 1.800 millones de practicantes del islam, comparó Jalife-Rahme.
A esto se suma el proyecto occidental de balcanizar la identidad común de los países que integraron la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y que ha diezmado a Rusia, apuntó.
Es en ese tenor, señaló Jalife-Rahme, que el expresidente de Ucrania Petro Poroshenko, con el apoyo de Estados Unidos, buscó la autonomía de la iglesia ortodoxa ucraniana frente al patriarcado de Moscú como una maniobra para fortalecer su poder político y profundizar la ruptura geopolítica con Rusia.