Las creencias erróneas respecto a la falta de dominio propio

Ana tiene la mirada abatida, la voz baja y temblorosa.
"No tengo esperanzas . . . es como si, bueno . . . como si siempre estuviera mal . . . como si no hubiera salida . . . Parece que no lograra arrancar. Es que . . . Dios sabe que oro y oro, pero nunca ocurre nada. Nunca recibo respuestas a mis oraciones. No tengo esperanzas".
Por las pálidas mejillas le corren lágrimas.
"Esperaba que Jesús me cambiara cuando le entregué mi vida hace cinco años, y lo ha hecho, en realidad hay muchas cosas en mi vida que han cambiado, y Dios me ha bendecido de muchas maneras, pero hay una cosa en la que no parezco progresar en ningún sentido, y es el dominio propio . . . ¿Sabe a qué me refiero?"
Sigue hablando sintiéndose desdichada.
"Por ejemplo, necesito un trabajo, pero sencillamente no salgo a buscarlo. Siempre encuentro alguna excusa para no salir, a pesar de que leo los avisos que ofrecen trabajo, y a veces encuentro algo que puede ser interesante. Pero como ve, tengo que perder peso, al menos unos 15 kilos, quiero llegar a pesar unos 55 kilos, pero sencillamente no lo puedo hacer. He orado una y otra vez por esto, pero parece que no puedo impulsarme . . .".
En los 40 minutos siguientes Ana descarga muchos: "No puedo", cada uno de ellos precedido por frases como: "No tengo esperanzas", o: "No tengo tal cosa", y finalmente termina con el quejido: "Dios no se ocupa de mí. Si lo hiciera, ya me hubiera cambiado".
David es un apuesto vendedor de automóviles. Tiene 35 años. Pero sus ojos luminosos y su amplia sonrisa desaparecen cuando explica: "Es como si fuera víctima de alguna cosa. Quisiera que viera el papeleo que tengo que terminar de hacer, toneladas, y no logro hacerlo. Mi falta de disciplina es deplorable. Y eso no es todo. Llego tarde a todas partes, siempre. Duermo demasiado. Y hago un montón de cosas que no debiera hacer. Siempre encuentro una excusa, pero este último mes el llegar tarde me costó 3.300 dólares. El mes pasado también me salió caro. ¡No puedo seguir así!"
Beatriz da golpecitos con su cigarrillo en el cenicero cargado de colillas. "Me encantaría dejar de fumar. Pero no logro dominarme. Probablemente me muera de cáncer del pulmón, y así y todo mis últimas palabras serán: "¿Me convidas un cigarrillo?" He intentado dejar el cigarrillo, y una vez aguanté tres meses sin dar una sola pitada, pero aquí estoy, fumando dos paquetes por día. Algunas personas tienen dominio propio, otras, como yo, no lo tienen".
Para la mayoría de nosotros no hay salida fácil para las dificultades y responsabilidades de la vida. Es mucho más fácil culpar a Jesús por no haber salido a buscar trabajo que hacer algo por el problema. Es mucho más fácil seguir durmiendo y evitar la tremenda tarea de encarar papeles atrasados que sentarse a trabajar con ellos. Es mucho más fácil seguir fumando que dejar de hacerlo. Es mucho más fácil sentarse frente al televisor con una bolsa de papas fritas que encarar un programa de ejercicios físicos o alguna dieta.
Eliana, una turbada madre de dos hijos, exclama: "Me siento como una pelota de goma, que rebota sencillamente donde la arrojan. Todo el tiempo estoy tomando nuevas resoluciones, como por ejemplo: 'Me voy a poner a leer más la Biblia', o: 'Voy a empezar a hacer ejercicios para tonificar los músculos', o: 'Voy a limpiar la casa antes del mediodía, y recién después haré tal o cual cosa'. Pero luego, todo lo que hago es sentarme al teléfono toda la mañana o mirar telenovelas en lugar de leer la Biblia. O soy capaz de comerme un plato de helado a la vez que deseo adelgazar. ¿Dónde está el dominio propio en mi vida? ¿Acaso no se supone que debiera tenerlo? ¿No es uno de los frutos del Espíritu Santo?"
Muchas personas prueban con las drogas, el hipnotismo y hasta con la cirugía en su desesperada huida por alejarse de las responsabilidades y las tareas dificultosas, pero rara vez estos métodos traen resultados duraderos o la felicidad tan deseada.
Le pedimos a Ana que enfrentara las razones por las cuales no quería salir a buscar trabajo.
—Bueno, no sé. Simplemente no puedo hacerlo.
—¿Tienes miedo de buscar trabajo?
—Supongo que sí. Seguramente me rechazarían.
—Pero dijiste que estás capacitada para diversos trabajos.
—Sí, es verdad. Pero eso no quiere decir nada. Supongo que le temo al rechazo.
—Pero, ¿por qué le temes al rechazo? ¿Qué hay de malo en ser rechazado?
—¿Está bromeando? ¿Qué hay de malo en el rechazo? Es lo peor que le puede pasar a uno. A la gente le gusta ser aceptada y querida.
—Dijiste que estás capacitada para obtener un buen trabajo, que has hecho un curso de dos años de secretariado y que tienes habilidad para las tareas comerciales. ¿Qué te hace pensar que te rechazarán cuando te presentes a pedir trabajo?
—Bueno, buscan muchachas bonitas . . .
—Un momento, ¿te estás diciendo a ti misma que no eres lo suficientemente atractiva como para conseguir un buen puesto?
—¿Acaso no es obvio? Míreme, tengo unos 15 kilos de más.
Pon atención a lo que la persona se dice a sí misma aquí. Ana se dice a sí misma que no puede obtener un trabajo, pero su razón le dice que probablemente sí podría conseguir alguno, porque está capacitada para el tipo de trabajo que le gustaría hacer. Entonces busca decirse otra mentira: que no es suficientemente atractiva. (Si fuera verdad, en el mundo no existirían personas gordas ni poco atractivas que estuvieran trabajando.)
—Solía tener el cuerpo de una modelo. Como se dice: "causaba sensación". Pero ahora estoy totalmente disgustada conmigo misma.
—¿Y es realmente importante que causes sensación para que puedas sentirte bien respecto a ti misma y aceptarte? ¿Qué pasaría si aquello que tú consideras atractivo no lo es en realidad? Suponte que se considere que una mujer de tu estatura y constitución no debe pesar menos de 90 kilos.
—Ahora peso 70.
—Bueno, ¿qué harías?
—Probablemente aumentaría de peso.
—Entonces pesarías mucho más del peso con que "causabas sensación". ¿Considerarías el aumento de peso como el resultado de una falta de dominio propio?
—Probablemente no. Pensaría que subí de peso porque me propuse hacerlo.
—Suponte que te "propongas" bajar de peso.
—Lo haría.
La salida fácil de Ana es evitar los problemas y no hacer nada. Se pone metas altas, se preocupa pensando que no las podrá cumplir, se ensimisma de frustración pensando en un imaginario rechazo, se disgusta, se enoja, se siente culpable, y nunca se propone hacer realmente las cosas que quisiera desesperadamente poder hacer.
Ana y otros como ella que sufren por la falta de dominio propio se dicen mentiras hasta que llega el punto en que gritan sus acusaciones al cielo: "¡Jesús no contesta mis oraciones! No me va a cambiar. ¡No me ama!"
Mentiras.
No es raro que los cristianos que carecen de dominio propio se quejen también de falta de alegría, sentido de culpa, honda insatisfacción en la vida, falta de confianza en sí mismos, y enojo contra Dios.
Muchas de nuestras creencias erróneas las adquirimos de los medios de comunicación como los periódicos y la televisión.
Las creencias erróneas asociadas con un escaso dominio propio se ven estimuladas por los medios de comunicación. Mira suficientes propagandas comerciales en la televisión y comenzarás a creer que debieras obtener todo lo que deseas. Con mucha facilidad aceptamos la invitación a "tener" algo para "ser" alguien que posea la aprobación de todos los que nos rodean. Estas creencias erróneas nos dicen que obtengamos aquello que deseamos y que lo obtengamos ahora mismo (mientras todavía somos jóvenes, o mientras dure la liquidación, o mientras haya).
Las creencias erróneas relacionadas con la falta de dominio propio son:
Si deseas algo, tienes que obtenerlo, sin tener en cuenta ninguna otra cosa.
Es terrible e injusto tener que esperar para obtener algo que deseamos, especialmente si lo deseamos fervientemente.
Es terrible sentirse incómodo o frustrado. (Hay que evitar el disgusto a toda costa.)
No es posible controlar nuestros deseos más intensos. Son "necesidades", y no se puede vivir si no se las satisface. No es posible soportar los momentos de frustración o falta de gratificación.
No se puede aguantar el dolor o la incomodidad físicos.
No se puede aguantar si no se duerme muy bien.
No se puede aguantar no ser tratado como lo hacían nuestros padres sobreprotec-tores. 
No se pueden soportar circunstancias que no están de acuerdo con nuestros deseos. Tal vez se pueda "aguantar" ese estado de cosas, pero no dejan de ser terribles, y tú te encargarás de publicarlo a los cuatro vientos.
No se puede aguantar el tener que hacer esfuerzos físicos.
No se puede aguantar ningún tipo de fracaso.
No se puede luchar contra los propios deseos, son demasiado fuertes para que pretendas enfrentarlos.
No se puede renunciar a algo porque uno es débil, y aunque esto es algo dañoso para ti, al menos suple tu necesidad de gratificaciones. (Esto representa cualquier hábito que te sea problema.)
Tienes derecho a inflingir tus demandas sobre otros.
Varias generaciones de padres han sido criados con estos conceptos y los han transmitido a sus hijos. Los consultorios de sicólogos y pastores están atestados de hombres, mujeres y niños que son el
resultado de esas creencias erróneas. Los llamados métodos educativos "progresivos" a menudo provocan la creencia errónea que debemos obtener y poseer lo que queremos y nos gusta, y descartar
todo lo demás.
Una joven pareja está almorzando en un restaurante, un día domingo, con su hijo de dos años. El niño está sentado sobre una silla alta y comienza a patear la mesa con los pies.
—¿Qué pasa, querida?
—Quiere pan.
La mamá le alcanza un trozo de pan. El niño lo arroja al suelo y emite un alarido.
—No quería pan. ¿Qué le ocurre?
—Quiere tu pastel.
—Pero no comió su propio pastel. Algo le molesta.
Papá hace un gesto con los dedos para llamar la atención del niño gritón.
—¿Qué sucede, hijo? ¿Qué pasa? Mira, juega con tu cuchara.
El niño arroja la cuchara por sobre la mesa hacia su padre.
—Ocúpate tú de él. Tal vez quiera ir al baño.
Mamá mira al niño gritón. —¿Quieres ir al baño?
El niño grita y golpea la silla.
—Leche. ¡Ofrécele leche!
 —Aquí está, querido. Toma tu leche. Vamos, abre la boca, aquí viene el tren, chuku-chuku al túnel . . . —y toda la leche va a parar sobre la falda de mamá.
—¿Por qué no haces algo por él, tu?
—Tal vez le duele el estómago.
Aquí la interacción se está haciendo muy evidente. El niño puede comunicar perfectamente sus necesidades, pero ha sido formado sistemáticamente bajo la idea de que sus padres están justamente para evitarle el problema de enfrentarlas, e incluso para evitar que tenga que poner de manifiesto sus necesidades. Aunque el niño podría comer solo, no se ve necesitado de hacerlo, aunque podría manejar algunas de sus cosas o al menos pedir ayuda para ellas, no se le da la oportunidad. La atención constante que recibía le reforzó la posibilidad de seguir gritando. No sólo eso, sino que al satisfacer todas sus necesidades (leche, pastel, pan, ir al baño) aprendió que podía obtener todo cuanto quería, y que no tendría ni siquiera que esperar para obtenerlo. También comprendió que nunca tendría que afrontar la más mínima incomodidad o disgusto.
Más adelante en la vida, el niño gritón refuerza muchas de estas creencias erróneas, a medida que sus padres continúen dándole todo aquello por lo que exprese el mínimo deseo. Las cosas que él mismo podría hacer las encuentra hechas, o nunca tiene que esperar nada. También ha aprendido que es terrible estar incómodo y que, por encima de todo, no tiene por qué sufrir el mínimo disgusto o malestar.
¿Qué ocurre con este niño, entonces? Crece y descubre que sus amigos no cumplen con sus demandas y expectativas. ("Todo el mundo me odia".) Sus maestros no lo adoran ni justifican su falta de obediencia. ("Nadie me entiende ni se preocupa por mí".) Descubre que otras personas se niegan a hacer por él lo que él mismo puede hacer. ("Este mundo está podrido".) Encuentra que la sociedad exige de él que se adecúe a un cierto código moral. No se puede imaginar negándose a sí mismo algo que quiere, de modo que cuando sus compañeros le ofrecen drogas, no encuentra ninguna razón para rechazarlas. Se pone gordo y fofo porque no acepta sufrir inconvenientes ni postergaciones. No puede imaginarse viviendo una vida casta; después de todo, uno debiera poder obtener lo que quiere en el momento en que lo quiere. Cree que todos sus caprichos son necesidades vitales que siempre tienen que ser satisfechas. Estas "necesidades" erróneas tienen que ser satisfechas o se sentirá desdichado. ("La vida es un asco, mejor me pego un tiro".)
¿Dominio propio? ¿Qué es eso?
Si tu hijo adolescente se parece al niño gritón, no te apresures a condenarte como un padre fracasado. No lo eres. Tienes el derecho de equivocarte, igual que todo el mundo. La conducta se aprende. Tu hijo puede aprender a desarrollar el dominio propio tanto como puede aprender a evitarlo. Nunca es demasiado tarde. La mayoría de las personas felices y productivas que conocemos, son así porque se han tomado el trabajo de llegar a serlo. Se han superado. Tal vez no siempre fueron ejemplos perfectos de dominio propio y dedicación, pero han logrado conquistas personales superiores a cualquier cosa que se hubieran imaginado antes.
El diablo se las ha ingeniado para convencer a millones de personas que el dominio propio es algo que las otras personas pueden tener. "Sencillamente no logro controlarme", dice alguien dándolo por sentado. Mientras esa persona siga creyendo esa mentira, ¡hará que se convierta en verdad! Encontrará que en realidad no puede abandonar aquello que quiere dejar de hacer, que no puede hacer aquello que verdaderamente quisiera hacer, que no puede resistir aquello que sabe que tiene que evitar.
El "no puedo" es una mentira. Puedes. Reconoce inmediatamente la mentira. Mira estas frases un momento:
No puedo bajar de peso.
No puedo controlar mis pasiones.
Recuerda lo que dijimos antes: los sentimientos se manejan con el pensamiento. Si piensas y te dices a ti mismo que no puedes controlarte, probablemente no podrás hacerlo. ¿Puedes cambiar esas frases?
 LA VERDAD
Es ridículo y tonto creer que no voy a poder bajar de peso. ¡Claro que puedo bajar de peso! Puedo negarme a mí mismo y a mis apetitos. Puedo dejar de comer cosas que engordan. ¡Puedo hacer cualquier cosa por medio de Cristo que me fortalece!
Claro que puedo controlar mis pasiones. Jesús murió en la cruz para librarme de cualquier vestigio de maldad, y yo no voy a sucumbir ante el desenfreno de la carne. Es una mentira que no tengo dominio propio.
LA CREENCIA ERRÓNEA DE QUE UN FRACASO IMPLICA QUE SIEMPRE  FRACASARAS
Hay muchas mentiras acerca del dominio propio o la falta de él. En realidad, muchas personas se entrenan para creer que son débiles, inútiles e incapaces. Estas personas se dicen a sí mismas: "No puedo hacer tal cosa porque no tengo ayuda. Soy un fracaso en todo lo que hago".
Norma no pudo terminar el curso de dos años en una escuela bíblica afiliada a su iglesia. Tampoco pudo retener su trabajo y tuvo que ir a vivir con su hermana y su cuñado. Comenzó a asistir a bares para solteros donde conoció a un joven y se inició entre ellos un noviazgo que incluía relaciones sexuales. Pero él desapareció cuando supo que Norma había quedado embarazada. Sin trabajo, sin dinero, sin hogar, salvo por el sofá en la sala de estar de la casa de su hermana, y embarazada, las perspectivas para la vida de Norma se presentaban muy amargas.
Norma se enseñó a sí misma a pensar que era una persona débil, inútil, incapaz e inadecuada. Se dijo a sí misma que había amontonado tantos fracasos en su vida que, ¿qué otra posibilidad había para ella que no fuera otro fracaso? "Fracasos y fracasos, nada más que fracasos. ¿Todo para qué? ¿De qué vale vivir así?"
Lo de que un fracaso implica que siempre fracasarás es una creencia errónea, una mentira. Si miras a la historia, ¡verás qué mentira tan grande es! El antiguo refrán: "Si en la primera fracasas, insiste otra vez", no es erróneo. Norma necesitaba ayuda para aprender a apreciarse a sí misma, a valorarse a sí misma, para ver que en realidad era un ser humano muy importante por el que Dios estaba profundamente preocupado.
A partir de entonces pudo aprender a practicar las conductas que refuerzan esa verdad, cosas que eran positivas para ella en lugar de nocivas.
Más adelante comprendió que podía volver a la escuela y terminar sus estudios. Encontró un departamento para ella y el bebé en el mismo edificio de su hermana y desarrolló muchas amistades con otros cristianos que la querían y se preocupaban por ella. Norma encontró su verdadero ser en Cristo Jesús quien jamás dijo: "Un fracaso implica el fracaso siempre".
Beatriz es una mujer de 36 años, bonita y muy trabajadora, pero totalmente perturbada a causa de su costumbre de fumar. Se siente atrapada en un vicio del que no ve ninguna salida.
—No hay caso. He tratado de dejar y no puedo. Siempre vuelvo a fumar.
—¿Te parece que cuando una persona prueba algo y fracasa, ese algo se vuelve imposible de lograr?
Beatriz se queda pensando por unos momentos.
—Supongo que no. Solicité trabajo en ocho escuelas antes de entrar en donde trabajo ahora.
—Eso destruye tu hipótesis original de que un fracaso implica fracasar siempre.
—Mi hermano dejó de fumar hace algunos años y dice que ni siquiera ha vuelto a pensar en fumar. Que ni siquiera lo echa de menos.
—¿Había tratado de dejar de fumar antes?
—Claro. Trató muchas veces. Una vez dejó por unas semanas, otra vez por algunos meses. Pero después, un día dejó del todo y no ha vuelto a encender otro cigarrillo.
—¿Ves cómo es la cosa, Beatriz? Tu hermano intentó varias veces de dejar de fumar, lo mismo que tú. Y finalmente un día lo dejó definitivamente. Es totalmente falso decir que un fracaso pasado determina que se siga fracasando en el futuro.
Beatriz se había aferrado a su creencia errónea como un niño se aferra a su osito de felpa. Si lograba convencerse de que su costumbre no era culpa suya, que de alguna manera era una víctima inocente, podría seguir fumando sin tener que decirse a sí misma que no. La mentira que dice: "No puedo hacer algo porque no lo pude hacer antes", es una completa falsedad.
Jesús nos da libertad para que podamos ser la clase de persona que Dios designó que fuéramos: íntegros, hermosos, y capaces de usar su fuerza como si fuera nuestra.
No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia (Isa_41:10).
     Para tener dominio propio es importante identificar las creencias erróneas que nos decimos. Muy a menudo descubrirás que tus problemas de dominio propio están vinculados con la siguiente lista de mentiras. Nunca te permitas seguir mascullando esas mentiras una vez que las has identificado.
 LAS CREENCIAS ERRÓNEAS EN NUESTRO MONOLOGO INTERNO
Nadie tiene interés en mí, ¿por qué voy a preocuparme por ser (delgado, sobrio, constante, no fumador o cualquier otra cosa)?
He tenido una vida muy dura (o me han tratado muy mal en la vida), y me corresponde un poco de indulgencia. De modo que me daré libertad para (fumar, beber, comer, robar o cualquier otra cosa).
Soy un despojo inservible, de modo que en realidad no importa si (me destruyo a mí mismo, me hiero a mí mismo, me hago adicto a alguna cosa que me hace daño, o cualquier otra cosa).
He trabajado tanto y hecho tantos sacrificios que ahora merezco el derecho de (robar, beber, fumar, excederme con la comida, o cualquier otra cosa).
Necesito   ___________________________________________________.
(llena el espacio en blanco)
• No puedo seguir sin   __________________________________________.
(llena el espacio en blanco)
Usa determinación y energía para resistir cada una de esas creencias erróneas con la verdad. El Señor te sostiene con su mano derecha.
El apóstol Pablo dice: "Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman" (Stg_1:12). A los cristianos de Corinto les dice: "Estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre" (1Co_15:58). Y su oración para los cristianos de Efeso era que el Señor "Os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu" (Efe_3:16).
¿Dónde está nuestra fuerza? En el hombre interior, en la persona interior, en nuestra alma donde los pensamientos dan vueltas y vueltas esperando crear nuestros sentimientos y actitudes. Cuando Pablo dice: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Flp_4:13), nos da un principio dinámico para despedazar mentiras, sobre el cual podemos basar la vida misma. Este versículo es cierto para todo el campo de la conducta del dominio propio. Pablo estaba escribiendo sobre sus propias experiencias en que voluntariamente se privaba y sufría escasez por causa de Cristo. "¡Todo lo puedo!", declaró triunfante para las generaciones que le seguirían.
Para tener dominio propio, tienes que enfrentar activamente tus creencias erróneas con la espada del Espíritu, la verdad.
¿Cuánta de nuestra conducta es realmente inevitable? Carolina, que tiene unos 30 kilos en exceso, dice que no puede perder peso, que es impotente para bajar de peso. Su debilidad son los helados. Le pedimos que se imaginara a sí misma sentada en una heladería frente a un enorme helado. Está a punto de introducir la cuchara en el helado cuando repentinamente escucha una voz a sus espaldas.
—¡Deja la cuchara! —dice amenazadoramente la voz.
Por unos momentos se queda asombrada.
—Dije que dejara la cuchara, señorita —repite la voz, y ella siente algo duro y frío en la sien; la voz suena feroz—: Esto es un revólver, señorita, y si toma un bocado de esa cosa horrible le hago volar la cabeza.
La reacción de Carolina es inmediata.
—No comería el helado —dice con voz entrecortada.
—¿No lo comerías?
—¡Ni lo probaría!
Se le esfumó la impotencia.
Beatriz, que insiste que no puede dejar de fumar, cambia repentinamente de parecer cuando le decimos que imagine un billete de mil dólares entre ella y el paquete de cigarrillos.
—Imagínate que alguien te promete que si dejas de fumar por un día, te regala el billete de mil dólares.
Se le ilumina el rostro.
—No me acercaría a un cigarrillo —dice riéndose.
Seguimos con la historia. —Y luego imagínate que al final del día cuando te han dado el billete, aparece otro delante tuyo con una voz que dice: "Beatriz, si no tocas un cigarrillo durante otras 24 horas, tendrás otro billete de mil dólares".
Beatriz está entusiasmada.
—A ese paso, ¡me haré' rica! Creo que ni desearía un cigarrillo.
—Entonces suponte que después de las 24 horas, cuando te has ganado otros mil dólares, te presentan un pasaje para una gira de turismo por Hawai. Y te dicen: "Este pasaje será tuyo si te niegas a fumar por tres días seguidos".
—¡Estupendo! —dice Beatriz.
—Y luego, como algo adicional, tu benefactor te dice: "Por cada semana que no fumes ni des una pitada, recibirás un cheque certificado por el monto de mil dólares".
Beatriz se echa a reír. —¡Ya veo lo que quiere decirme! Con esa oferta, dejaría de fumar muy pronto. ¡Hasta me anotaría en alguna campaña en contra del cigarrillo!
No somos impotentes. Tenemos dominio sobre nuestra vida. Podemos hacer aquello que creemos posible.
LA CREENCIA ERRÓNEA DE NO NEGARSE NADA
¿Es realmente doloroso negarse alguna cosa? ¿Te imaginas algo así como la muerte o la pérdida de un miembro? Cuando te sientes con hambre, sed, sueño, frustración, nervios o insatisfacción, ¿es algo así como estar en el fondo del infierno? Cuando te ves obligado a soportar incomodidad, interrupciones, o distorsiones de tus planes, ¿te dices a ti mismo que se te cae el mundo encima?
A veces no es fácil negarte a ti mismo. No es fácil privarse de algo que realmente deseamos, no es fácil renunciar a algo que valoramos mucho, no es fácil perder algo a lo que le tenemos mucho cariño. PERO a veces, para obtener una vida más elevada y noble, es necesario hacerlo. En realidad, descubrirás que en la mayoría de los casos, para obtener algo valioso en tu vida, tienes que estar dispuesto a tolerar incomodidad, disgustos, ansiedad o descontento. Los mayores logros se consiguen a menudo cuando se está dispuesto a aceptar situaciones que suelen ser muy desagradables.
Es posible negarse a sí mismo. Es posible decirse no a uno mismo. No es el fin del mundo tener que sufrir. Es posible aguantar. Realmente se puede.
Martín, un brillante estudiante licenciado de sicología, pensaba que era de los que se vendría abajo si tuviera que negarse alguna cosa que le fuera realmente querida. Y un día su esposa lo dejó y se llevó a los niños. Le cayó como una bomba. Logró seguir estudiando a pesar del sufrimiento pero su vida se convirtió en un tormento. Comenzó a beber para olvidar el dolor, y esto no hizo más que aumentar sus sentimientos de culpa e inutilidad.
Le costó mucho esfuerzo de su parte decirse finalmente: "Bueno, mi familia se ha ido, pero no tengo que sentirme solo. Tampoco necesito beber para soportar el dolor. Puedo aguantar el dolor. No me va a matar".
Martín hizo tres cosas que cambiaron totalmente su vida:
Reconoció que se estaba autodestruyendo con la creencia errónea de que su vida y su felicidad dependían de otra persona. La felicidad depende de nuestra relación con Jesús. Ninguna otra persona tiene que ser la fuerza que controle nuestra vida. "Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás" (Mat_4:10).
Rebatió sus creencias erróneas. Se dijo a sí mismo la verdad. ("Amaba a mi esposa y todavía la amo, pero Jesús es el Señor de mi vida".)
Se negó a dejarse arrastrar por la tentación de sumirse en la autocompasión y la soledad, dejó de beber para evitar el dolor. ("Puedo aguantar el dolor".)
Es posible negarse a sí mismo.
Es posible esperar para obtener aquello que se desea. "Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas" (Luc_21:19). Tu alma es tu intelecto, tus emociones y tu voluntad. ¡Qué papel importante juega la paciencia en la seguridad de tu alma!
Habla la verdad contigo mismo. Di a tu alma que todo anda bien. Que puedes vivir exitosamente en medio de los inconvenientes, la incomodidad, los disgustos y otros sentimientos negativos.
LA CREENCIA ERRONEA DEL "NECESITO" 
Confundimos dos cosas: "Quiero" y "Necesito". La palabra necesidad implica que no se puede vivir sin aquello a lo que se refiere. Un coche necesita aceite en el motor, las plantas necesitan agua, los seres humanos necesitan oxígeno. Pero cuando te dices que necesitas un vaso de vino o un par de zapatos azules, no estás hablando de alguna necesidad, estás hablando de algo que quieres.
Todos nosotros en algún momento u otro nos hemos dicho a nosotros mismos que necesitamos desesperadamente algo que en realidad solamente queremos deses-peradamente. "Necesito mi almohada favorita para poder dormir bien y con tranquilidad". "Necesito mis tranquilizantes. Si no los tomo, los nervios me van a reventar". "Necesito ser aceptado por las otras personas para aceptarme a mí mismo". "Necesito que un hombre (o una mujer) me ame para poder tener una vida plena y satisfactoria".
Estas frases, por supuesto, no son ciertas.
Si te dices a ti mismo que necesitas algo, o que no puedes soportar algo, o que debes obtener algo, trata de detenerte y volver atrás para observar. Escucha las cosas que te estás diciendo.
"Ya no soporto vivir en esta casa", o: "Debo tener gente a mi alrededor que me quiera y se preocupe por mí", o: "No puedo aguantar la soledad", son ejemplos de frases ficticias. En realidad, se puede seguir adelante a pesar de todas esas dificultades. Has soportado muchas contrariedades en tu vida, y si tuvieras que hacerlo, soportarías pruebas más duras que ésas todavía.
Diciéndote que no puedes aguantar algo, aumentas la posibilidad de evitar o evadir el sufrimiento. Al evitar y evadir todo lo desagradable de tu vida, te privas a ti mismo de las recompensas de la persistencia, de la paciencia, de la esperanza, del valor y hasta de la misma fe. Eso no quiere decir que tienes que aceptar sin cuestionar todas las cosas desagradables o difíciles, ni que tengas que pedirle a Dios que te envíe pruebas o sufrimientos. Por supuesto que existen cosas de las que más bien debiéramos librarnos, evitarlas, rechazarlas. No te debes dañar a ti mismo voluntariamente, o llevar a cabo hechos destructivos que incluso están en contra de los propósitos de Dios. No deseamos "aceptar" lo negativo ni alguna cosa dolo-rosa de la vida, si el Señor afirma claramente en su Palabra que hemos sido liberados por medio de la sangre que Cristo vertió en el Calvario.
La Biblia dice: "Resistid al diablo, y huirá de vosotros" (Stg_4:7), y eso implica que no debemos aceptar ciegamente, o sumirnos en la negatividad, la enfermedad y el desastre. Jesús murió en la cruz para redimir nuestra vida del pecado, la enfermedad y la destrucción. "Con justicia serás adornada; estarás lejos de opresión, porque no temerás, y de temor, porque no se acercará a ti" (Isa_54:14). Esa es una promesa estimulante y hermosa.
sin embargo, ahí te encuentras, tratando de esquivar el tener que salir a buscar trabajo. Mejor te quedas en casa. No quieres tener que enfrentar el día de trabajo, la gente, las exigencias; quieres sencillamente quedarte en casa, donde te dices que estás protegido y cómodo.
luego te dices que en realidad no lo puedes evitar a menos que te enfermes y permanezcas enfermo, y eres demasiado inteligente como para eso, entonces luchas contra la tentación de sucumbir y haces un plan para buscar trabajo. "La gente tiene que trabajar para comer, y yo no soy diferente de ninguna persona", te dices correctamente. Cuando finalmente encuentras un trabajo y lo aceptas, continúas diciéndote la verdad y te niegas a recitar las quejas y las palabras de miedo y preocupación. Dices: "Me gustaría quedarme en casa, pero ahora tengo que trabajar. Voy a trabajar para la gloria de Dios. Voy a enfrentar esta nueva experiencia en lugar de huir de ella. Aunque me cueste, ¡lo puedo hacer!"
Descubrirás experiencias nuevas y emocionantes en la vida, además de cosas muy gratas acerca de ti mismo cuando lo que necesitas y lo que quieres adquiera su lugar adecuado en tu pensamiento. Encontrarás que te las puedes arreglar muy bien sin todo lo que quisieras tener, aunque muchas veces lo que quieres aparece como una necesidad. Puedes ser muy feliz, incluso ser una persona mejor, si lo pasas sin algunas cosas de las que quieres, aun cuando te parezcan muy razonables y respetables.
San Pablo no tenía esa confusión entre el querer y el necesitar. Pudo levantarse por encima de la angustia y las quejas de los deseos y necesidades insatisfechos. "Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad" (Flp_4:12). No caía en la desesperación cuando las cosas andaban mal, cuando sufría persecución. Nos dice con confianza: "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús" (Flp_4:19).
Aprende a distinguir entre lo que necesitas y lo que quieres para tu vida. Haz una lista de las cosas que quieres. Al lado de ella haz otra lista con las cosas que necesitas. ¿Cuántas de las cosas que quieres las has considerado como necesidades?
LA ELECCIÓN: EL CAMINO AL GOZO
Cuando te dices a ti mismo que no puedes vivir sin alguna cosa o que es terrible que tengas que sufrir incomodidad o privarte de algo, estás aprendiendo una actividad que se llama elegir.
 En lugar de decir: "Necesito ", (llena el espacio en blanco), di la verdad, que es: "Escojo tener___________________________________", (llena el espacio en blanco).
Somos responsables de nuestras elecciones.
Carmen es una joven estudiante que está cursando su primer año en la universidad. Se dice a sí misma que "es débil y fácil de amedrentar". Habla de su dominante madre y explica que está estudiando porque así lo quiere su madre.
La verdad es que Carmen escoge permitir que su madre sea dominante. Escoge ir a la universidad para agradar a su madre. Escoge una conducta débil e intimidable.
Muy a menudo evitamos admitir que somos responsables de nuestra propia vida. Nos gustaría cargar la responsabilidad sobre otras personas, circunstancias, eventos, y no sobre nosotros mismos y nuestras propias elecciones. Muy a menudo escuchamos palabras como las que siguen: "Si mi esposo actuara más como el jefe de familia yo no me sentiría tan frustrada".
(No es verdad. La verdad es: "Escojo estar frustrada porque me digo a mí misma que mi esposo no actúa como la cabeza de la familia".)
"Si no me sintiera tan mal y tan sola, podría dejar de comer en exceso".
(No es verdad. La verdad es: "Me digo a mí misma que estoy mal y que me siento sola, y escojo comer en exceso".)
"Si pudiera encontrar la iglesia adecuada, asistiría todos los domingos".
(No es verdad. La verdad es: "Me digo a mí mismo que no encuentro la iglesia adecuada y entonces escojo no asistir".)
"Mis hijos son tan terribles que he desarrollado un carácter que no puedo controlar".
(No es verdad. La verdad es: "Me he enseñado a responder a la mala conducta de mis hijos con arranques de enojo. Escojo esa conducta".)
Cuando te encuentres a ti mismo en la actitud de decirte mentiras, no demores en ponerles el título de "falsedad", y en reemplazarlas con la verdad.
SOY RESPONSABLE DE MIS ELECCIONES
Admite que eres tú quien hace las elecciones.
Recuerda que eres responsable de lo que estás haciendo.
Prepárate a aceptar las consecuencias de tu conducta aun cuando sean desagradables.
Una muchacha soltera que está embarazada dice: "No lo pude evitar. Algo nos arrastró como un imán y no pude decir no".
Al presidente de una respetada organización local se le pide que renuncie porque ha estado robando del fondo de donaciones. "Necesitaba el dinero. Y había trabajado más que ningún otro. ¿Qué otra cosa podía hacer?"
Ambas personas están diciendo que algo o alguien es responsable de su conducta. Ambas se engañan.
EL DOMINIO PROPIO ES UNA ELECCIÓN
Cuando admitimos que somos responsables de la conducta propia y que somos nosotros los que hacemos las elecciones en la vida, se toma el primero y más importante de los pasos que conducen a llegar a ser una persona con dominio propio.
—Pero yo no quería venir a vivir a esta ciudad —dice una hermosa mujer de 42 años, llamada Sonia—, ¿cómo puede decir que soy responsable de mis acciones? No elegí venir aquí. Mi esposo hizo la elección, no yo.
—¿Cuáles son tus sentimientos con respecto a vivir aquí? 
—Lo detesto. No quiero vivir aquí. No fue mi elección. A eso voy. Me está diciendo que yo hago las elecciones en mi vida, pero es mi esposo quien las hace.
—¿Es él quien elige tus emociones?
—¡El las provoca!
—¿El las provoca? ¿Cómo lo hace? ¿Se pone frente a ti con un mazo y te grita: "Debes
    sentirte así o asá, o de lo contrario te doy con esto"?
—No, pero me dice qué debo hacer.
—¿Y tú haces lo que él te dice?
—Sí, de lo contrario, tal vez él me dejaría, o dejaría de quererme, o vaya a saber qué. Es un hombre muy exigente. Siempre he hecho todo lo que me pedía, incluyendo el mudarme aquí, cosa que no quería hacer.
—Pero lo hiciste.
—Sí, tenía que hacerlo.
—No necesariamente. Elegiste hacerlo.
—El eligió, no yo.
—Pero tú elegiste aceptarlo.
—Tuve que hacerlo.
—No, no tuviste que hacerlo. Pesaste las consecuencias y luego elegiste permitir que tu esposo te mudara a esta ciudad. Te dijiste a ti misma que tenías que obedecerlo o de lo contrario él te dejaría. Eso es una elección.
—Ha sido así toda nuestra vida de casados. Hacemos lo que él quiere. Yo no cuento para nada.
—Tú elegiste que fuera así.
—¡No! Sencillamente es así. No es mi elección. No soy estúpida ni insignificante. Debiera poder tener algo que ver en las elecciones.
Esta mujer comenzó con el primer punto y se puso a estudiar nuestras tres pruebas de la elección, a saber:
Admite que eres tú quien hace las elecciones.
Recuerda que eres responsable de lo que estás haciendo.
Prepárate para aceptar las consecuencias de tu conducta aun cuando fueran desagradables.
Ayudemos a Sonia a analizar lo que se había estado diciendo. No le resultó agradable descubrir la verdad.
—Vine aquí porque quería mejorar mi carácter, quería lograr un poco de dominio propio. En realidad, pensé que me recetaría algún tipo de remedio.
Se esforzó mucho para lograr enfrentarse a sí misma y a su conducta. Pero las ganancias fueron mayores de lo que ella esperaba. Aprendió a desarrollar capacidades que superaban de lejos a los efectos temporales de una droga. Después de varias sesiones de consulta, nos explicó las tres pruebas de la elección.
—Primero, tengo que admitir que yo elijo. Siempre pensé que todos los demás elegían por mí. Si me sentía triste, pensaba que era a causa de alguna cosa o persona. Nunca pensé que en realidad estaba eligiendo sentirme así. Lo peor de todo era que siempre culpaba a algún otro por mi mal carácter. En segundo lugar, tengo que recordar que soy responsable de lo que hago. Es difícil. Es difícil admitir que soy responsable de la mayor parte de mi infelicidad. Me doy cuenta de que he elegido permitir que mi esposo actúe conmigo en forma agresiva e hiriente. También reconozco que soy responsable por elegir tener mal carácter.
Esta mujer va por buen camino.
—En tercer lugar —continuó—, tengo que pensar en las consecuencias de mi conducta. Soy responsable de ellas de modo que tengo que aceptar las consecuencias, aun cuando sean desagradables. Culpé a mi esposo por traerme a esta ciudad. Estaba equivocada. La verdad es que elegí permitirle tomar esa decisión. Y estoy eligiendo sentirme desdichada por ello. Las consecuencias de elegir hacer de "felpudo" son bastante grandes.
—¿Puedes mencionar algunas de esas consecuencias?
—Claro que sí, ¡mi mal humor! He estado frustrada y enojada con mi esposo, pero he elegido evitar discutir esas cosas con él. He elegido ayudarlo a tratarme como un felpudo.
La comunicación de Sonia con su esposo aumentó, y para sorpresa de ella, él se manifestó contento con esa honestidad. También le gustaron los cambios en su actitud hacia ella misma. Con la ayuda del Señor, su relación matrimonial se fortaleció y enriqueció.
—Nunca voy a volver a enseñarle a mi esposo a tratarme como a un felpudo —nos dijo recientemente—. Y tampoco nunca voy a volver a tratarlo como a un tirano. He descubierto que en realidad es un hombre muy bueno, al que nunca le permití ser el excelente esposo que podría haber sido.
APRENDE A RECOMPENSARTE A TI MISMO
Muchas veces el trabajo que implica desarrollar el dominio propio no se justifica porque no se tienen en vista las recompensas.
Piensa en Alfredo, quien quiere rebajar 30 kilos de peso. Le puede llevar seis meses lograrlo. Comienza un plan de dieta y después de dos semanas rebaja tres kilos. En lugar de festejar su triunfo, se siente tentado a arrojarlo todo por la borda. La idea de los 27 que le faltan bajar le resulta amenazadora; además, el olor de la pizza le parece irresistible. No le parece nada recompensador aferrarse a un programa de dieta, especialmente cuando la idea de engullirse media pizza le resulta más tentadora que un manjar del cielo.
¿Dónde estaba la recompensa por haber rebajado tres kilos?
Tienes que recompensarte debidamente y con astucia. (La persona que está en un plan para rebajar de peso ya no puede considerar alguna comida como su recompensa.)
¿CUANDO DEBES RECOMPENSARTE?
TIENES que recompensarte por cada pequeño triunfo.
TIENES que recompensarte cuando cumples lo que te habías propuesto.
TIENES que recompensarte con frecuencia.
TIENES que recompensarte cuando has demostrado dominio propio.
TIENES que recompensarte aun cuando nadie más lo haga.
TIENES  que  recompensarte   cuando  te  hayas  esforzado mucho por algo.
NO TIENES que demorarte en recompensarte.
Para algunos cristianos la idea de recompensarse a sí mismo es totalmente desconcertante: —¿Quién, yo? ¿Recompensarme a mí mismo? (risa nerviosa). ¡No se me ocurre cómo!
Le preguntamos: —¿Alguna vez te rebajas, acusas, o culpas a ti mismo?
La respuesta sin titubeos es por lo general: —Sí, ¡lo hago continuamente!
¿Qué está más dentro de los preceptos de Dios, rebajar a alguien, hundirlo en el barro por cada error o falta que comete, o bendecirlo con palabras amables, cariñosas, con frecuencia y regularmente?
Marcos es un niño de 7 años que se come las uñas. Su madre lo castiga por esa conducta, con diferentes tipos de castigo. Le pega, lo priva de su dinero semanal, le pinta los dedos con una solución amarga, lo insulta, le grita, lo pone en penitencia, lo amenaza hasta el cansancio ... y nada resulta. Un día prueba recompensarlo cuando no se come las uñas. Resulta más efectivo que toda la gama de castigos que había ensayado.
Comienza a recompensarlo con frecuencia y regularmente cuando no se come las uñas. Por cada hora que el niño mantiene los dedos lejos de la boca, ella le dice, con sinceridad y de una manera agradable: "Has aguantado una hora sin comerte las uñas. Estoy orgullosa de ti. Muy bien; lo lograste".
Le aconsejamos que al comienzo lo recompensara cada hora. Pero que luego fuera alargando el espacio entre una recompensa y otra.
Cuando estás trabajando para cambiar alguna conducta y desarrollar el dominio propio, recompénsate con frecuencia por haber ejercitado el dominio que deseas. Pero luego, a medida que la conducta cambie y progrese, disminuye un poco la frecuencia, pero nunca dejes de recompensarte.
¿Qué son las recompensas? En primer y principal lugar, son las palabras que te dices a ti mismo. A Marcos le decían con frecuencia y regularidad qué bueno era el que no se comiera las uñas. Luego, cuando comenzó un programa de puntaje ideado por él y sus padres, ganó otras recompensas.
Al comienzo de la semana, Marcos y sus padres acordaban que él recibiría una recompensa cada tantos puntos que obtuviera. La primera semana decidieron que si obtenía cinco puntos, se le permitiría quedarse levantado media hora más tarde. El mismo eligió otras recompensas, como invitar a un amigo a pasar la noche en su casa, e ir a un partido de fútbol con su papá, y en cosa de semanas, el problema de comerse las uñas había desaparecido.
Marcos aprendió que es agradable ejercitar el dominio propio. Que al tener dominio propio no hay castigo. Muchas veces huimos del dominio propio porque pensamos que es demasiado difícil lograr una cosa que produce tanto sufrimiento. Marcos aprendió que no es doloroso el tener dominio propio. Se sentía bien con las recompensas que recibía, y se sentía bien consigo mismo. Los castigos sólo conseguían que se odiara a sí mismo y que se comiera las uñas todavía más.
No puedes controlar tu conducta rebajándote o echándote la culpa de todo. Si rebajas cinco kilos y luego vuelves a subir uno, ¿te castigas por el que subiste o te felicitas por los cuatro que bajaste? Es muy probable que primero te castigues.
Dios no utiliza todo su tiempo castigando. En efecto, nos amó tanto que envió a su Hijo, Cristo Jesús, ¡para llevar el castigo que nos correspondía por nuestro pecado! El perdón es uno de nuestros regalos más preciosos. Rechazar el perdón es un insulto a la obra de la cruz. ¡Dios es amor!
Figúrate al Señor diciéndote: "Está bien, buen siervo" (Luc_19:17), cuando te ejercitas en el dominio propio o cuando has vencido una creencia errónea. Di: "¡Bien hecho!", en voz alta para ti mismo. ¡Sonríete a ti mismo! ¡Te lo mereces!
Deja de sumirte en lo negativo, deja de hacer listas de tus fracasos. Deja de decirte palabras hirientes a ti mismo, deja de insultarte, deja de humillarte por ser mal cristiano. Deja de decirte que no mereces ninguna bendición de Dios. Deja de amontonar culpa y condenación sobre ti mismo.
Jesús murió en la cruz para tomar tu culpa y tu condenación. Si te has arrepentido sinceramente de los pecados de tu vida, sigue adelante. Deja de pensar en ellos. Levántate y continúa.
Naturalmente, no te recompenses por los fracasos, ni trates de pretender que eres más de lo que eres, pero al mismo tiempo no sigas castigándote por cada infortunio de tu vida. Resultados mucho mejores se logran cuando nos recompensamos por hacer algo bien que cuando nos castigamos por el fracaso.
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (Rom_8:1).
¿QUIEN LO HIZO? ¿JESÚS O YO?
Una creencia errónea que impide que los cristianos se recompensen a sí mismos por los verdaderos logros es la idea de que no fueron ellos quienes lo hicieron, sino que fue el Señor quien hizo la obra. Es una creencia errónea porque implica una sicología imposible y no bíblica.
Es verdad que nada bueno puede salir de nuestra naturaleza pecadora. Es verdad que sin el Espíritu Santo no podemos hacer nada (bueno). Pero también es verdad que con el Espíritu Santo obrando dentro, nosotros hacemos lo bueno.
No se puede tener fe sin el don de la fe, pero la fe que tienes es tuya. Eres tú quien cree. No es la fe del Espíritu Santo, sino tu fe la que te ha salvado. Cuando ganas una pequeña victoria sobre un mal hábito, te sentirás tentado a decir que no has hecho nada. Pero sí has tenido que ver. Por medio del Señor, tú lo has hecho.
Es verdad que no se puede lograr nada, ni tener victoria sobre el pecado sin el Señor. "Separados de mí nada podéis hacer" (Jua_15:5), nos dice Jesús, pero tenemos que comprender que vivimos la vida por medio de él , en él y con él. Cuando naciste de nuevo en Cristo, no saliste de tu cuerpo. Todavía está allí, sólo que ahora eres una nueva persona, con una nueva naturaleza santa. "Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2Co_5:17).
El apóstol Pablo dijo: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gal_2:20). Con esto Pablo dice que ha sido crucificado (por propia elección) y el ser que gobernaba su vida anteriormente ha muerto. Cuando Cristo fue a la cruz por nosotros, nos dio la gran posibilidad de ser salvos de nosotros mismos al permitir que su vida entre y transforme la nuestra.
Los cristianos tenemos la oportunidad de hacer una entrega tan abarcadora y permanente, que la tentación del egoísmo y el pecado ya no tendrá el poder sobre nosotros que tenía antes. Cristo, que vive en nosotros por medio del Espíritu Santo, tendrá la principal posición en nuestra vida. Esta extraordinaria verdad es el propósito que tengo al escribir este libro. Queremos mostrarte dé una manera práctica y tangible, cómo puedes cooperar con la provisión que Cristo ha hecho por ti, al permitirte crucificar la "carne, con sus pasiones y deseos" que antes te esclavizaba, y liberar al cristiano nacido de nuevo, y en quien mora el Espíritu Santo, es decir, ¡al victorioso tú!
¡Alabado sea el Señor por tus victorias! ¡Gracias a Cristo, puedes obtener la victoria! Recompénsate con palabras amables y estimulantes por haber sido obediente a él.
COMO RECOMPENSARTE A TI MISMO
TIENES que recompensarte diciéndote: "¡Bien hecho!", o: "¡Buen trabajo!", o cualquier otra cosa que implique tu sincero aprecio.
TIENES que recompensarte con actividades de las que disfrutas. Por ejemplo: "Cuando termine de limpiar el horno y los aparatos de la cocina, me voy a dar un buen baño, me voy a quedar todo el tiempo que quiera en la bañera llena de agua", o: "Ahora que he rebajado un kilo, me voy a tomar una tarde para sentarme en mi silla favorita, relajarme y leer sin ninguna interrupción".
TIENES que recompensarte con "premios" simbólicos. Por ejemplo: "Me ha costado tanto trabajo hacer estos estantes, que me voy a comprar un nuevo juego de destornilladores". "He progresado casi el 100 por ciento en cuanto a llegar a tiempo a todas partes, y estoy satisfecho conmigo mismo. Me voy a recompensar haciendo arreglar mi reloj".
TIENES que recompensarte ayudando a otros a aprender lo que has aprendido.
TIENES que recompensarte por las victorias espirituales gozando de la alegría y la confianza que vienen por el Espíritu Santo.
EL GATILLO QUE PONE EN FUNCIONAMIENTO LA BOMBA
Haz una lista de tus situaciones que actúan como gatillo. ¿Qué pone en marcha la conducta que no deseas tener? Entonces comienza a anular los gatillos uno por uno, a reducir gradualmente el número de situaciones en las que permites que se inicie esa conducta que quieres evitar. Por ejemplo, si estás tratando de dejar de fumar, elimina algunos de los gatillos que te hacen pensar en los cigarrillos. Algunos pueden ser:
Quedarte sentado a la mesa después del almuerzo, con una taza de café.
Ubicarte en la sección de fumadores en el restaurante.
Hacer una interrupción para tomar una soda.
Después de eliminar gradualmente los gatillos, imagínate en esas mismas situaciones, haciendo esas mismas actividades, pero sin el cigarrillo. Prepárate para no fumar.
Finalmente, cuando has logrado eliminar gradualmente todos los gatillos menos uno, puedes eliminar completamente esa conducta de tu vida o puedes seguir practicando esa conducta, ligándola solamente a ese último gatillo.
Te harás un gran favor al librarte de todos los gatillos que ponen en marcha la bomba.
   No te permitas estar en lugares de tentación con tu novio o tu novia si estás tratando de mantener el dominio sobre el pecado de la lujuria. No guardes golosinas en los armarios si estás tratando de bajar de peso. No lleves contigo las tarjetas de crédito cuando sales de compras si eres un comprador impulsivo.
Si desconectas lo que une el gatillo con el cañón de un revólver, el arma no disparará. La mayoría de las conductas tienen gatillos o situaciones que las provocan. Aprende a reconocerlos.
PUEDES SER UNA PERSONA CON DOMINIO PROPIO
De ceniza se alimenta; su corazón engañado le desvía, para que no libre su alma, ni diga: ¿No es pura mentira lo que tengo en mi mano derecha? (Isa_44:20)
     Lo más importante que puedes hacer para incrementar tu dominio propio, es iden-tificar las creencias erróneas en las cosas que te dices a ti mismo. Luego, rebate esas creencias erróneas. Nunca te permitas seguir adelante con esas creencias erróneas. Usa determinación y energía para cuestionar y rechazar cada creencia errónea y reemplazarlas con la verdad.
Puedes tener dominio propio en cada esfera de tu vida. Las personas que ejercitan el dominio propio han descubierto una gran llave para vivir vidas plenas.
La pereza, la apatía, el evitar responsabilidades, no conducen a la felicidad ni a una vida plena. No sorprende que cuando una persona se queja de su falta de dominio propio, las quejas acompañantes son el descontento, la culpa, profunda insatisfacción en la vida y la falta de confianza en sí mismo.
El dominio propio, un fruto del Espíritu Santo, será una parte de tu vida cuando lo cultives diligentemente, cuando rechaces el desaliento y cuando te enseñes a ti mismo a recompensarte por tus triunfos. "No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos", nos dice Pablo en Gálatas 6:9. Permite que el Espíritu Santo te ayude. Con Dios, nada es imposible. A veces las cosas pueden parecer muy difíciles, pero con el Señor como ayudador, como guía y como fortalecedor, no son imposibles. 
Puedes gritar al mundo: "Porque mayor es el [el Espíritu Santo] que está en vosotros, que el que [el diablo que me tienta para pecar] está en el mundo" (1Jn_4:4). Por eso puedo ver, y soy, una persona con dominio propio.