Si alguno de ustedes está triste, póngase a orar. Si está alegre, alabe a Dios con cánticos. Si alguno está enfermo, que llame a los líderes de la iglesia, para que oren por él; entonces ellos le untarán aceite y le pedirán al Señor que lo sane. Si oran con confianza, Dios les responderá y sanará al enfermo, y si ha pecado también lo perdonará.
Por eso, confiesen sus pecados unos a otros, y oren unos por otros, para que Dios los sane.
La oración de una persona buena es muy poderosa, porque Dios la escucha. Por ejemplo, el profeta Elías era en todo igual a todos nosotros; pero le pidió a Dios con mucha confianza que no lloviera, ¡y durante tres años y medio no llovió sobre la tierra! Después volvió a orar, ¡y llovió y la tierra dio sus cosechas!
Hermanos en Cristo, si alguno de ustedes deja de confiar en la verdad que ha aprendido, y otro le devuelve la confianza, quiero que sepan esto: quien hace que un pecador deje de pecar, salva de la muerte al pecador y logra que Dios le perdone sus muchos pecados.