Jesús vio que mucha gente lo rodeaba. Por eso, ordenó a sus discípulos que lo acompañaran al otro lado del Lago de Galilea.
Cuando llegaron allá, un maestro de la Ley se le acercó y le dijo: Maestro, yo te acompañaré a dondequiera que vayas.
Jesús le contestó: Las zorras tienen cuevas y las aves tienen nidos, pero yo, el Hijo del hombre, no tengo un lugar donde descansar.
Otro de sus discípulos le dijo después: Señor, dame permiso para ir primero a enterrar a mi padre; luego te seguiré.
Jesús le contestó: ¡Deja que los muertos entierren a sus muertos! ¡Tú, sígueme!