Yo ya soy viejo, y ahora estoy en la cárcel por servir a Jesucristo. Yo sé que tú me amas. Por eso, aunque te lo podría ordenar, pues Cristo me ha dado esa autoridad, prefiero pedirte que me hagas el siguiente favor: te ruego que recibas bien a Onésimo. Para mí, él es como un hijo, pues yo le anuncié la buena noticia aquí en la cárcel, antes, Onésimo fue para ti un esclavo inútil, pero ahora nos es útil a ti y a mí, por eso ahora te lo envío de vuelta, y espero que lo recibas como si me recibieras a mí.
Me hubiera gustado que se quedara conmigo, para que me ayudara en lugar tuyo mientras yo siga preso por anunciar la buena noticia.
Pero no haré nada sin que tú estés de acuerdo, para que el favor que te pido no te resulte una obligación, tal vez Onésimo se alejó de ti por algún tiempo, para que ahora sea tuyo para siempre.
Sólo que ahora ya no lo tendrás como a un esclavo, sino como a un hermano muy querido, lo cual es mucho mejor. Yo lo quiero mucho, pero tú debes quererlo aún más. Quiérelo como a un miembro de la familia del Señor, y no como a cualquier persona.
Si Onésimo te hizo algo malo, o si te debe algo, cóbramelo a mí.
Con esta firma, que es de mi puño y letra, me comprometo a pagarte todo. Aunque, francamente, no deberías cobrarme nada, pues todo lo que tienes, y todo lo que eres, me lo debes a mí.
Hermano Filemón, hazme este favor, pero no lo hagas por mí, sino por tu amor al Señor. Tú y yo somos hermanos: ¡dame esa tranquilidad!
Te escribo porque estoy seguro de que harás lo que te pido, y mucho más.
Y aprovecho la ocasión para pedirte que me prepares un lugar donde quedarme, porque espero que, por las oraciones de ustedes, Dios me deje salir de la cárcel para ir a visitarlos.