La intervención de Dios

Isa 59:1  He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; 
Isa 59:2  pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar su rostro de vosotros, para no oír. 
He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.
Tantos buscan algún beneficio material de Dios; quieren que Él intervenga para solucionar sus problemas, pagar sus cuentas, arreglar los conflictos en su matrimonio, o mejorar a sus enfermos. O van más lejos y quieren que Dios solucione los problemas sociales del mundo, poniendo fin a los conflictos bélicos y acabando con la injusticia de toda índole. 
Cuando no lo hace lo culpan de no interesarse, o aun de no existir. “Si Dios existiera ...” y pronuncian su reclamo. Sabemos que la gran mayoría de los problemas vienen a raíz del pecado humano ─ el egoísmo, la ambición del poder, la codicia, etc. ─ y Dios no tiene culpa en aquello. 
¡La verdad es que Él no es ni sordo ni impotente! Es el omnisciente y omnipotente Dios eterno.
¿Por que no interviene? 
Si Dios interviniera para arreglar todo como correspondería, ¿por dónde tendría que comenzar? Tendría que comenzar donde nace el pecado y la injusticia: ¡con la humanidad culpable! ¡con cada uno de nosotros!
El texto afirma que nuestras iniquidades han hecho división entre nosotros y nuestro Dios, y nuestro pecado ha hecho ocultar de nosotros su rostro para no oír. Su presencia, socorro y ayuda, no vienen sin condiciones. Él es santo, y aborrece el pecado. Pecado es rebelión contra Él. ¿Acaso es posible que se haga presente para socorrer cuando la persona que lo solicita quiere seguir una vida de pecado a la vez? 
Es que muchos piensan que pueden esperar, y exigir que Dios corra a su auxilio cuando lo necesiten, y a la vez vivir en desobediencia el resto del tiempo. Quieren usar a Dios como muleta cuando se hallan en alguna dificultad, pero no tienen ninguna intención de honrar y servirle por lo que Él es.
Aquí en el texto vemos la mirada de Dios desviada de ellos, en lo que es realmente un acto de misericordia. Si los mirara, y entrara a tratar con ellos por sus pecados, tendría forzosamente que juzgar y ejecutar condenación: el pecado, y las rebeliones deben ser tratados primero, antes de que uno presuma de pedirle favores. El pecado de cada individuo constituye una afrenta gravísima contra Dios y deja sin efecto cualquier compromiso que tenga como Creador frente a nosotros criaturas. 
“La paga del pecado es muerte”. (Rom_6:23); ¿Estás seguro que realmente quieres que Dios haga justicia contigo?
Pero sí intervino
Jua 1:29  El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. 
El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Pero si su mirada está desviada de nosotros ─porque en misericordia Él no quiere entrar en juicio contra nuestro pecado─ ¿hacia dónde se dirigen sus ojos? La respuesta es que mira hacia el único lugar donde el pecado fue tratado a su entera satisfacción. Mira hacia la cruz e invita al pecador a que mire también al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Recordemos Mat_1:21: “... y llamarás su nombre Jesús, porque Él salvara a su pueblo de sus pecados”.
En la cruz Jesús llegó a representarnos; en vergüenza, hecho pecado por nosotros, y enjuiciado como si Él fuera el culpable. Si quieres saber qué piensa Dios de tu pecado, mira a Jesús crucificado, escarnecido, humillado, envilecido y abandonado por Dios. Él representa al pecador. Te representa a ti, si lo puedes entender.
Si reconoces tu estado pecaminoso y culpable, y la grave ofensa causada así a Dios, puedes también, en fe, reconocer que Cristo te representó en el lugar donde el pecado fue juzgado, en la cruz. En fe puedes reclamar que Cristo sufrió por ti, para pagar tu condenación. Cuando así haces, entonces tu mirada coincide con la mirada de Dios; y Dios te perdona tus pecados, te hace su hijo espiritual por el nuevo nacimiento, y entras en relación espiritual con Él. Recién puedes entonces suplicar para las demás necesidades que tengas.
¿Qué conviene que pides a Dios? ¿Cuál es el primer problema que debes solucionar? Debes tratar el problema judicial, de tu pecado contra Él.
Y, para terminar, ¿hacia dónde estás mirando?