Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor

“Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor...” 
1Corintios 13:1
Después de que una joven soprano había hecho su debut en la ópera, un crítico escribió que su brillante actuación hubiera sido aún mayor si ella hubiese amado. él detectó la ausencia de amor. ¿Cómo? Aparentemente su canto era técnicamente perfecto pero carecía de calor.
Nosotros también podemos ir por la vida haciendo todas las cosas de manera correcta. Podemos ser honestos, honrados, justos, generosos, trabajadores y humildes. Sin embargo, todas estas virtudes no pueden compensar la falta de amor.
Muchos de nosotros hemos pasado momentos difíciles sabiendo cómo dar y recibir amor. Leía recientemente de una celebridad “que podía hacerlo todo excepto expresar lo que sentía por las personas que amaba”.
En su libro, People in Prayer (Un Pueblo en Oración), John White escribió: “Por muchos años me asustaba ser amado. No me molestaba dar amor (o lo que pensaba que era amor), pero me incomodaba si alguien, hombre mujer o niño, me mostraba mucho afecto. En nuestra familia nunca habíamos aprendido cómo recibir y apreciar el amor. No éramos muy buenos para demostrarlo o recibirlo. No quiero decir que no nos amásemos o que no encontrásemos maneras de mostrarlo. Pero éramos muy británicos. Cuando tenía diecinueve años y dejé el hogar para ir a la guerra, mi padre hizo algo totalmente inesperado. Puso sus manos sobre mi hombro y me besó. Yo estaba pasmado. No sabía qué decir o qué hacer. Para mí fue muy embarazoso mientras que para mi padre debió haber sido muy triste”.
Un día White soño que vio a Cristo frente a él, llevando en Sus manos las cicatrices de los clavos extendidas hacia él. Al principio se sentía impotente para recibir el amor de Cristo. Después oró: “Oh Señor, quiero tomar tus manos, pero no puedo”.
 “En la quietud que siguió se apoderó de mí un sentimiento muy real de que el muro defensivo que había construido a mi alrededor gradualmente se derrumbaría y experimentaría lo que era dejar que el amor de Cristo me envolviera y me llenara”.
Si hemos construido murallas defensivas alrededor nuestro, obstaculizando el fluir del amor de o hacia nosotros, debemos permitir que el Señor las eche abajo y nos libre de los temores que nos hacen ser cristianos fríos.