Jua_14:1-6 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.
Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
Camino y hogar
Antes de comentar el pasaje ya leído, veamos otras menciones en la Biblia de este camino tan deseable.
El escritor inspirado de Proverbios 15:24 dice: “El camino de la vida es hacia arriba al entendido, para apartarse del seol abajo”. El seol es la palabra hebrea que corresponde al hades en griego, o infierno, el lugar de tormentos de los que mueren sin creer en Cristo. En estas lecciones es nuestro deseo hacerte entender estas realidades que la Biblia presenta, para que tu camino sea realmente el camino de la vida.
En Mat_22:16, algunos de los enemigos religiosos del Señor Jesús procuraron hacerle caer en alguna contradicción, y enviaron personas que aparentaban un interés sincero. Con astucia emplearon el lenguaje siguiente: “Maestro, sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios”. Pero el pasaje muestra que sus intenciones eran falsas, y buscaban solamente tenderle un lazo al Señor Jesús. Por supuesto ellos se tuvieron que retirar avergonzados, a pesar de su aparente sinceridad.
Permítame, amable lector, preguntarte: ¿Buscas sinceramente el camino de Dios? Si lees la Biblia con el afán de descubrir la verdad, no serás defraudado, y ciertamente encontrarás el camino de la vida, la salvación eterna de tu alma que Jesús vino a proveer. Encontrarás el camino al cielo.
Volviendo al pasaje leído al comienzo, Jua_14:1-6, el Señor Jesús consuela a los discípulos, turbados porque les decía que había de volver al cielo y dejarles atrás en la tierra. Pero lo primero que hace, es dirigir su atención al destino que les esperaba, el cielo, lo cual Él llamaba “la casa de mi Padre”.
¿Cómo será aquel lugar? Seguramente, más hermoso que pudiéramos jamás imaginar. Los creyentes son llamados “hijos de Dios” y “herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Rom_8:17). La Casa del Padre, y los lugares preparados para los creyentes van a ser de los mejores jamás vistos.
Cristo es el conductor
Luego, en los versículos Jua_14:3-4 Él les confirma que volvería a buscarles. Su ida al cielo no significaría una separación para siempre. Tan seguro como su ida, sería su retorno a buscarles, “para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. ¡Qué palabras consoladoras! ¿No te gustaría tener la seguridad de estar con Cristo cuando te toque partir de este mundo? Es la seguridad que tienen los que son de Cristo. Como lo que vimos en la lección de la puerta, las ovejas que se ponen bajo el cuidado de este buen Pastor, están absolutamente aseguradas de estar a salvo por toda la eternidad, puesto que Él mismo se lo promete.
Aquí Él promete llevar a los suyos al cielo, a la casa del Padre, hogar de Cristo, y hogar de todos los que le recibimos como Señor y Salvador. Yo sé que estaré en su presencia, en aquel hermoso hogar, no porque yo sea mejor que otros, o porque siquiera lo merezca, sino porque siendo pecador, creí que su muerte en la cruz era por pagar por mis pecados, y al hacerlo, Él mismo me ha salvado de la condenación merecida por mis pecados. Así “entré por la puerta”, y Él me ha puesto en este camino angosto de la vida, con todas sus garantías y seguridad.
Enseguida el Señor dice, “y sabéis a donde voy, y sabéis el camino”. Tal vez tú tienes dudas en cuanto al camino de la salvación. El discípulo Tomás confiesa su confusión con respecto:
Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues podemos saber el camino?
¿Tienes la misma incertidumbre? Entonces, la respuesta del Señor nos va a servir también.
¿Tomás sabía adónde iba Jesús? Sí y no. Jesús decía que iba a volver al cielo, y a Tomás y a nosotros nos cuesta realmente entender que es un lugar real, la morada de Dios y de los creyentes. La Biblia habla de los cuerpos de gloria que tendremos al ser resucitados, y también que estaremos allí en gloria magnífica con el Señor. Pero nos cuesta realmente creer que no sea solamente como un cuento de hadas.
Amable lector, si la Biblia es verdad, entonces el cielo es un lugar real, al cual te invito a que aspires llegar. Puede ser tu destino eterno. Ahora la pregunta queda: si es un lugar real, ¿cómo puedo llegar? La pregunta es de suma importancia, ya que si bien es cierto que el cielo puede ser nuestro destino, no es el único destino. La Biblia habla con igual seguridad sobre el infierno y el lago de fuego. Y lamentablemente, nuestro texto lema de Mateo 7:13,14 nos afirma que son muchos los que van a la perdición.
El camino es uno solo
Tomás pregunta, “¿cómo podemos saber el camino?”
Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
“Camino”, “verdad”, “vida” son exactamente lo que el buscador sincero desea, para asegurar llegar al destino correcto y deseado. El Señor tiene vida en sí, es autor y dador de la vida eterna, la vida espiritual. Él bendice al creyente con impartirle vida eterna. Él también es la verdad. La posee, y la habla. Un atributo de Dios es que no miente (Tito 1:2). Cristo amaba a los discípulos y no les engañaba. Te ama a ti, y tampoco te engaña. Él indica a sí mismo como el camino para llegar al Padre. No hay nadie más indicado que Él de conocer el camino a casa. Sabiendo la santidad de aquel lugar, Él había de ofrecerse como un sacrificio expiatorio, que significa un sacrificio por causa del pecado.
Además su muerte había de ser un sacrificio vicario, que significa una víctima que sufre para pagar por la culpa o la transgresión de otro. Para que Él pudiera abrirnos puerta y camino al cielo, era necesario ofrecerse por nuestros pecados, y a nosotros sólo nos queda exclamar ‘¡Cuánto nos amaba!’ Al recibir su sacrificio por nuestros pecados, le recibimos a Él como Salvador. Es esta fe que Dios busca, y sobre la cual nos salva. Esto es entrar en el camino angosto, el camino al cielo, el camino a la casa del Padre.
Tal vez te parece demasiado fácil, y contesto: ¿Era fácil lo que Cristo tuvo que sufrir en la cruz? Tú no podrías pagar por tus propios pecados, y Él en amor por ti, lo sufrió, y ofrece ser tu sustituto y Salvador. Tal vez imaginas otro camino para congraciarte con Dios y así absolverte de la carga de tus pecados: tus propias buenas obras, tu militancia en alguna religión, tu devoción a la virgen María o algunos de los santos.
Al insistir en cualquiera de estas alternativas, te desvías de la fe sencilla en la obra de Cristo. Es introducir “otro camino”. ¿Es verdad que hay muchos caminos que llevan al cielo? Escuchemos lo que dice el Señor Jesús: “nadie viene al Padre, sino por mí”. Dios no te va a salvar ni aceptar si intentas agregar otro elemento a lo que Él, Cristo, ya ha provisto. ¿Y qué pasa si uno insiste en que la fe en la muerte de Cristo no es suficiente para la salvación? Tal persona seguirá de largo en el camino ancho, hacia abajo, hacia la perdición.
No entrará por la puerta, ni al camino angosto. Su destino nunca será el cielo, la casa del Padre. Dejo contigo unas palabras solemnes del profeta Jeremías, cuando las personas de Jerusalén no querían escuchar sus palabras que ofrecían la única salvación:
A este pueblo dirás: Así ha dicho Jehová: He aquí pongo delante de vosotros camino de vida y camino de muerte.
¿Cuál es tu camino? ¿Cuál será tu destino?