¿Quién podrá soportar el día de su venida?

Pero ¿quién será capaz de soportar su venida? ¿Quién podrá mantenerse de pie y estar cara a cara con él cuando aparezca? Pues él será como un fuego abrasador que refina el metal o como un jabón fuerte que blanquea la ropa.
Mal 3:2 
Su primera venida fue sin pompa externa ni demostración de poder, y sin embargo, en verdad, pocos pudieron soportar su poder de prueba. Herodes y toda Jerusalén con él se emocionaron con la noticia del maravilloso nacimiento. Los que se suponían que lo estaban esperando, demostraron la falacia de sus profesiones al rechazarlo cuando llegó. Su vida en la tierra fue un abanico de aventar, que probó el gran cúmulo de la profesión religiosa, y pocos pudieron soportar el proceso. 
Pero, ¿cuál será su segunda venida? ¿Qué pecador puede soportar pensar en ello? "Herirá la tierra con la vara de su boca, y con el aliento de sus labios matará al impío". Cuando, en su humillación, dijo a los soldados: "Yo soy", cayeron hacia atrás; ¿Cuál será el terror de sus enemigos cuando se revele más plenamente como el "yo soy"? Su muerte sacudió la tierra y oscureció el cielo, ¿cuál será el terrible esplendor de ese día en el que, como Salvador viviente, convocará a los vivos y a los muertos ante él? ¡Ojalá los terrores del Señor persuadieran a los hombres a abandonar sus pecados y besar al Hijo para que no se enojara! Aunque es un cordero, todavía es el león de la tribu de Judá, que despedaza la presa; y aunque no quebrante la caña cascada, quebrantará a sus enemigos con vara de hierro, y los despedazará como vasija de alfarero. 
Ninguno de sus enemigos resistirá la tempestad de su ira, ni se esconderá del granizo de su indignación; pero su amado pueblo lavado con sangre espera su aparición con gozo, y espera soportarla sin temor: a ellos se sienta como un refinador incluso ahora, y cuando los haya probado, saldrán como oro. Examinemos nosotros mismos esta mañana y aseguremos nuestro llamamiento y elección, para que la venida del Señor no cause presagios oscuros en nuestra mente. Oh, por la gracia de desechar toda hipocresía y ser hallado en él sincero y sin reprensión el día de su aparición.