Antes hablando la verdad en amor, crezcamos en todas las cosas, en Aquél que es la cabeza, en Cristo;
Efe 4:15
Muchos cristianos permanecen atrofiados y empequeñecidos en las cosas espirituales, de modo que año tras año presentan la misma apariencia. No se manifiesta en ellos ningún surgimiento de sentimiento avanzado y refinado. Existen pero no "crecen en él en todas las cosas".
Pero, ¿deberíamos contentarnos con estar en la "hoja verde", cuando podríamos avanzar a "la espiga" y eventualmente madurar en el "maíz lleno en la espiga"? ¿Deberíamos estar satisfechos de creer en Cristo y decir: "Estoy seguro", sin desear saber en nuestra propia experiencia más de la plenitud que se encuentra en él? No debería ser así; deberíamos, como buenos comerciantes en el mercado celestial, codiciar ser enriquecidos en el conocimiento de Jesús.
Está muy bien conservar los viñedos de otros hombres, pero no debemos descuidar nuestro propio crecimiento y maduración espiritual. ¿Por qué debería ser siempre invierno en nuestros corazones? Debemos tener nuestro tiempo de siembra, es cierto, pero ¡oh, un tiempo de primavera, sí, una temporada de verano, que promete una cosecha temprana! Si queremos madurar en la gracia, debemos vivir cerca de Jesús, en su presencia, maduros por el sol de sus sonrisas. Debemos tener una dulce comunión con él.
Debemos dejar la vista distante de su rostro y acercarnos, como hizo Juan, y apoyar nuestra cabeza en su pecho; entonces nos encontraremos avanzando en santidad, en amor, en fe, en esperanza, sí, en cada don precioso. Como el sol sale primero en las cimas de las montañas y las dora con su luz, y presenta una de las vistas más encantadoras a los ojos del viajero; una de las contemplaciones más deliciosas del mundo es marcar el resplandor de la luz del Espíritu sobre la cabeza de algún santo, que se ha elevado en estatura espiritual, como Saulo, por encima de sus compañeros, hasta que, como un poderoso Alpes, nieva - coronado, refleja primero entre los elegidos, los rayos del Sol de Justicia, y lleva el brillo de su refulgencia en lo alto para que todos lo vean, y al verlo, glorifique a su Padre que está en los cielos.