Una de las características más fascinantes de la historia humana es la manera en que Dios hace que la ira del hombre le alabe. Desde los días de la caída, el hombre ha amenazado con el puño a Dios, a Su pueblo y Su causa. En vez de juzgar esa ira en aquel momento, el Señor la utiliza y la aprovecha para Su gloria y la bendición de Su pueblo.
Un grupo de hombres hicieron planes perversos contra su hermano, vendiéndole a una banda de nómadas que le llevaron a Egipto. Al pasar el tiempo Dios lo levantó para llegar a ser el segundo en importancia después del Faraón e hizo de él el salvador de su pueblo. Más tarde José les recordó a sus hermanos: “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien” (Gen_50:20).
La rabia de Amán contra los judíos resultó en su propia destrucción y en la exaltación de aquellos a quienes buscaba destruir.
Tres jóvenes hebreos fueron arrojados en un horno de fuego tan caliente que consumió a aquellos que los arrojaron. Pero los hebreos salieron de él intactos sin siquiera oler a humo. El rey pagano decretó enseguida que cualquiera que dijera una palabra contra el Dios de los judíos sufriera la pena de muerte.
Daniel fue arrojado al foso de los leones porque oraba al Dios del cielo. Pero de su milagrosa liberación resultó otro decreto emitido por el gobernante pagano en el que demandaba reverencia y respeto por el Dios de Daniel.
Cuando llegamos a la era del Nuevo Testamento, la persecución de la iglesia se transformó en una difusión aún más veloz del evangelio. El martirio de Esteban llevaba consigo la semilla de la conversión de Salo. El encarcelamiento de Pablo produjo cuatro cartas que vinieron a ser parte de la Santa Biblia.
Más tarde, las cenizas de Juan Has fueron lanzadas a un río, y por dondequiera que éste pasaba, el evangelio le siguió un poco más adelante.
Los hombres despedazan la Biblia y la arrojan al viento, pero alguien levanta al azar una página, la lee y se salva gloriosamente. Los hombres se burlan de la doctrina de la segunda venida de Cristo, y con ello cumplen la profecía de que en los últimos días aparecerían burladores (2Pe_3:3-4).
Así Dios hace que la ira del hombre le alabe, pero al final reprimirá el resto de las iras.