En la iglesia de Antioquía estaban Bernabé, Simeón «el Negro», Lucio el del pueblo de Cirene, Menahem y Saulo. Menahem había crecido con el rey Herodes Antipas. Todos ellos eran profetas y maestros.
Un día, mientras ellos estaban adorando al Señor y ayunando, el Espíritu Santo les dijo: Prepárenme a Bernabé y a Saulo. Yo los he elegido para una misión especial.
Todos siguieron orando y ayunando; después oraron por Bernabé y Saulo, les pusieron las manos sobre la cabeza, y los despidieron.