5. Los seis juicios de las trompetas (Ap. 8:1-9:21)
Cuando el Cordero abra el séptimo y último sello en el
libro que era el título de propiedad de la tierra (Apo_5:1), los juicios del día del Señor se intensificarán y extenderán dramáticamente.
Ese sello final contiene dentro
de él el resto de los juicios del tiempo de la gran tribulación, incluso los
juicios de las trompetas y las copas. Aunque algunos creen que los
acontecimientos de los juicios de las trompetas y las copas ocurren
simultáneamente con los del sexto sello, parece mejor verlos como saliendo unos
de otros en secuencia. Que el séptimo sello contiene los juicios de las siete
trompetas parece claro, ya que no hay descripción del juicio en el séptimo
sello, sino una expectativa de juicio severo que sigue inmediatamente en el
texto con los juicios de las siete trompetas. De igual manera, en la séptima
trompeta no hay descripción de juicio (Apo_10:7; Apo_11:15-17), sino que tiene la
expectativa del regocijo del cielo por el juicio venidero.
Los progresivos juicios dentro del séptimo
sello ocurrirán en un período indefinido de tiempo. Los efectos de la quinta
trompeta, por ejemplo, durarán cinco meses (Apo_9:10). Aunque los tiempos exactos
de los juicios de las trompetas y las copas no se revelan, el incremento de su
devastación indica que todos ellos ocurrirán durante la
última mitad de la tribulación. Por lo tanto, el séptimo sello abarca toda la
ira final de Dios, hasta la venida de Cristo.
LA APERTURA DEL SÉPTIMO SELLO (Apo_8:1-6)
Silencio
Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora. (Apo_8:1)
Cuando Jesús abrió el séptimo sello hubo una respuesta
excepcional: silencio. Un repaso de las visiones hasta este punto pone en claro
que Juan había oído muchos sonidos en el cielo. Para empezar, en Apo_4:1-11, “relámpagos
y truenos y voces” salieron del trono de Dios, (v. Apo_4:5) y “los
cuatro seres vivientes… no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es
el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir” (v.Apo_4:8). Luego Juan oyó a “un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir
el libro y desatar sus sellos?”, el clamor de venganza de los mártires (Apo_6:9-10), el estruendo de un poderoso
terremoto (Apo_6:12), y un ángel
“clamó… diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles,
hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios” (Apo_7:2-3).
Pero después de tanto sonido, cuando se hace visible el
juicio en el libro, tanto los redimidos como los ángeles quedan en silencio. Se
enfrentan a la realidad de la futura destrucción que ven escrito y se quedan en
un silencio presagiador y sobrecogedor ante lo que Dios está a punto de hacer.
Aunque en el cielo eterno no hay
tiempo, para el apóstol Juan, que está viendo la visión, sí lo hay. Cada minuto
de esa media hora de silencio debió haber incrementado el sentimiento de
agonizante suspenso de Juan. El cielo, que había resonado con alabanzas a gran
voz de la vasta multitud de personas redimidas y ángeles, se quedó extrañamente
quieto. El mayor suceso desde la caída del hombre está a punto de ocurrir. Todo
el cielo está atento, esperando con gran expectativa.
Sonido
Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les
dieron siete trompetas. (Apo_8:2)
Después de la media hora de silencio en el cielo, Juan
contempló a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios. El empleo de “los” aparece
para distinguirlos como un grupo excepcional, al que algunos han llamado los
ángeles de la presencia. El verbo griego traducido “estaban en pie” indica que
estaban en la presencia de Dios y habían estado allí durante algún tiempo. Las
Escrituras describen varios rangos y órdenes de ángeles, como los querubines (Gén_3:24), serafines (Isa_6:2), arcángeles
(1Ts_4:16; Jud_1:9), tronos, dominios,
principados, potestades (Col_1:16, Efe_6:12). Estos siete parecen ser una
orden más de ángeles de alto rango. Gabriel pudo haber
sido uno de ellos (Luc_1:19).
Mientras Juan observaba, se les dieron siete trompetas a esos ángeles, en preparación para los juicios de las trompetas que seguirían
en breve. Como lo hicieron con los juicios de los sellos (Apo_6:1; Apo_6:3; Apo_6:5-7) y lo harán en los juicios de las copas (Apo_16:2-4; Apo_16:8; Apo_16:10; Apo_16:12; Apo_16:17), los ángeles participan en los juicios de las trompetas. Esa participación
es compatible con la enseñanza de Jesús de que los ángeles desempeñarán una
importante función en los juicios futuros de Dios (Mat_13:39-41; Mat_13:49-50; Mat_16:27; Mat_25:31).
Cada una de las siete trompetas desata un juicio específico de mayor intensidad que los de los primeros seis sellos, pero no
tan destructivos como los de las siete copas (Apo_16:1-21). Las primeras cuatro
trompetas destruyen la ecología terrestre (Apo_8:6-12), las dos siguientes producen
destrucción demoníaca de la humanidad (Apo_8:13; Apo_9:1-11; Apo_9:13; Apo_9:19), y la séptima trompeta presenta el derramamiento final de la ira de Dios
contenida en los juicios de las siete copas.
Después de ser presentados y de
recibir sus trompetas, los siete ángeles no las tocaron de inmediato. Tenían que
esperar a que ocurrieran otros importantes sucesos.
Súplica
Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro;
y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos,
sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y de la mano del ángel
subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los
santos.
(Apo_8:3-4)
La atención de Juan cambia de los siete ángeles con sus
trompetas a otro ángel que vino entonces y se paró ante el altar del incienso
(cp. Apo_6:9). Algunos lo identifican con Cristo. Sin embargo, esto es improbable
porque:
(1) a Cristo ya se le identificó
en el escenario celestial como el Cordero (Apo_5:6; Apo_6:1; Apo_7:17);
(2) a Jesucristo no se le identifica en ninguna parte como ángel en el Nuevo Testamento;
(3) se describe al ángel del
versículo Apo_8:3 como otro de la misma clase, como los del
versículo Apo_8:2; y
(4) dondequiera que Él aparece en Apocalipsis, a
Jesucristo se le identifica con toda claridad. Si Él fuera el que estaba en el
altar, es lógico suponer que se le identificaría específicamente.
Juan observa que el ángel “vino
entonces y se paró ante el altar”. Ese altar es la contrapartida celestial del
altar del incienso en el templo, que también estaba hecho de oro (Éxo_30:3). Es el mismo altar de
incienso dorado visto por Isaías en su visión (Isa_6:6) y por Ezequiel (cp. Eze_10:2). La descripción adicional de este altar de que estaba “delante del trono” asegura a
los lectores de Juan que el altar del incienso era la contrapartida terrenal de
este altar de incienso celestial. Esto es evidente porque el altar del incienso
en el tabernáculo y el templo era la cosa más cercana al lugar santísimo donde
moraba la gloria de Dios (Éxo_30:6). Consecuente con esa
identificación es que el ángel sostenía un incensario de oro.
En la época del Antiguo Testamento, los sacerdotes debían tomar dos veces al
día carbones calientes, encendidos del altar de bronce y trasladarlos al lugar
santo al altar del incienso (Éxo_30:7-8). El ángel
tomó el incienso que le fue dado, simbolizando las redobladas oraciones del
pueblo de Dios (Apo_5:8; Apo_6:9-11). Aunque no dice quién le dio al ángel el incienso, a menudo el verbo “se le dio” en
Apocalipsis se refiere a algo dado por Dios. Era para añadirlo a las oraciones
de todos los santos que ya estaban subiendo del altar. Esas oraciones eran para
que Satanás fuera destruido, el pecado derrotado, sus muertes vengadas (Apo_6:9-11), y para que Cristo viniera.
Cuando añadió su incienso al que ya ardía sobre el altar,
de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las
oraciones de los santos. Estos son sin duda los clamores de los creyentes en la
gran tribulación contra sus perseguidores y contra todo el que blasfeme de Dios
y de Cristo en ese tiempo.
Tormenta
Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a
la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto. (Apo_8:5)
El “incensario… lleno del fuego del altar”, por lo
general vinculado a las oraciones del pueblo de Dios, se convierte aquí en un
símbolo de la ira divina. La acción del ángel de lanzarlo a la tierra revela
que el juicio de Dios vendrá en respuesta directa a esas oraciones. El efecto
acumulativo de las oraciones de incontables hombres justos será muy poderoso
(véase Stg_5:16). Los efectos inmediatos del incendio de
ira que se desata sobre la tierra son “truenos,
y voces, y relámpagos, y un terremoto”, en directo contraste con el silencio (Apo_8:1). Los “truenos, y voces, y relámpagos” se asocian con la impresionante
majestad del glorioso trono de Dios (Apo_4:5; Apo_11:19; Apo_16:18; Éxo_19:16-19). No se ofrecen detalles sobre el terremoto, pero probablemente será tan o más poderoso que el asociado con el sexto sello (Apo_6:12).
LA PRIMERA
TROMPETA
El primer ángel tocó la trompeta, y hubo granizo y fuego mezclados con sangre,
que fueron lanzados sobre la tierra; y la tercera parte de los árboles se
quemó, y se quemó toda la hierba verde. (Apo_8:7)
A menudo el granizo se asocia en las Escrituras con el juicio divino
(p. ej., Éxo_9:13-25; Job_38:22-23), como lo es el fuego (Gén_19:24; Sal_11:6; Eze_38:22). La combinación de fuego mezclado con sangre recuerda Joe_2:30, que también describe el día del Señor. No se revela la causa específica del
granizo y fuego, pero desde un punto de vista científico un terremoto de la
magnitud y extensión del que aparece en el versículo Apo_8:5 probablemente provocaría erupciones volcánicas en todo el mundo. Además las enormes
cantidades de lava (que podría ser de apariencia roja como la sangre) lanzadas
a la atmósfera, las perturbaciones atmosféricas provocadas por esas erupciones
podrían desencadenar violentas tormentas que producirían grandes granizadas.
Tales tormentas estarían en armonía con la imagen del versículo
Apo_8:5. La sangre pudiera ser sangre
verdadera, o Juan pudiera estar empleando un lenguaje descriptivo. No obstante,
ese diluvio de muerte fue lanzado por Dios sobre la tierra con efectos
devastadores. Por supuesto que el aterrador resultado fue que buena parte de la
tierra quedó quemada, dejándola inservible. Entonces la
tercera parte de los árboles se quemó, destruyendo los frutos en toda la
tierra. Por último, se quemó toda la hierba verde. Los efectos de tales fuegos
catastróficos serían extensos y devastadores, incluso la destrucción de los
cultivos, la muerte de los animales en gran escala, pérdida de madera para la
construcción, y la destrucción de los depósitos naturales de agua.
LA SEGUNDA
TROMPETA
El segundo ángel tocó la trompeta, y como una gran montaña ardiendo en fuego fue
precipitada en el mar; y la tercera parte del mar se convirtió en sangre. Y
murió la tercera parte de los seres vivientes que estaban en el mar, y la
tercera parte de las naves fue destruida. (Apo_8:8-9)
El juicio de la primera trompeta cayó
sobre la tierra, el de la segunda trompeta sobre el mar. Dios creó el mar para
ser una bendición a la humanidad, pero las personas han pagado la
misericordiosa provisión de Dios con ingratitud e idolatría, reverenciando al
mar como la presunta fuente de sus más remotos antepasados evolutivos. Luego de
devastar el ambiente de la tierra, el Dios verdadero juzga al mar.
El gran objeto que desde el
cielo se hundió en el mar pareció a los aterrorizados moradores de la tierra
“como una gran montaña ardiendo en fuego”. Es evidente que se trata de un
gigantesco meteorito o asteroide, rodeado de gases flameantes encendidos por la
fricción de la atmósfera de la tierra. Los guiones acerca del fin del mundo que
se hacen en la actualidad, en los que un asteroide choca contra la tierra, se
volverán realidad en sumo grado. Todo el mundo lo verá, ya sea en vivo o por
televisión. A medida que los telescopios del mundo lo vean acercarse, se harán
sin duda muchas predicciones sobre si va a chocar contra la tierra o no.
Chocará en alguna parte de los océanos del mundo, con poder explosivo mucho
mayor que el de una bomba atómica. Como todos los océanos del mundo están
relacionados, la devastación se esparcirá a una tercera parte de las aguas de
los océanos, haciendo que la tercera parte del mar se convierta en sangre.
Producto de ese choque hubo tres
efectos catastróficos y sobrenaturales: (1) la tercera parte del mar se
convirtió en sangre; (2) como resultado de ese efecto murió la tercera parte de
los seres que estaban en el mar; y (3) olas gigantes destruirán la tercera
parte de las naves en los océanos del mundo, haciendo zozobrar a los grandes
navíos, e inundando completamente los puertos. La alteración del comercio y el
transporte resultante causará caos económico.
Así que las dos primeras
trompetas traerán juicio devastador tanto sobre la tierra como sobre el mar.
Estas serán el comienzo de las catástrofes finales que Dios desatará sobre el
mundo rebelde.
LA TERCERA
TROMPETA
El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo
como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las
fuentes de las aguas. Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte
de las aguas se convirtió en ajenjo; y muchos hombres murieron a causa de esas
aguas, porque se hicieron amargas. (Apo_8:10-11)
Cuando el tercer ángel tocó su trompeta, se lanzó
hacia la tierra otro objeto encendido. Juan lo describió como una gran estrella
que cayó del cielo. La palabra griega empleada aquí por “estrella” puede
referirse a cualquier cuerpo celeste aparte del sol y de la luna. El enorme
objeto que se estrelló contra el océano permaneció intacto, pero se desintegró
cuando alcanzó la atmósfera de la tierra. El hecho de que se describa ardiendo
como una antorcha respalda el que probablemente sea un meteorito o cometa, ya
que las antorchas se empleaban en los tiempos antiguos para describir meteoros
y cometas. Los fragmentos llameantes cayeron sobre la tercera parte de los
ríos, y sobre las fuentes de las aguas, contaminando el agua potable alrededor
del orbe.
Debido a sus efectos mortíferos,
a la estrella se le llamará Ajenjo. Ajenjo solo se menciona aquí en el Nuevo Testamento.
Es un arbusto cuyas hojas se usan en la fabricación de absintio, un licor tan
tóxico que su fabricación se prohíbe en muchos países. Se menciona el ajenjo
ocho veces en el Antiguo Testamento, donde se le asocia con la amargura, el
veneno y la muerte (Deu_29:18; Pro_5:4; Jer_9:15; Jer_23:15; Lam_3:15; Lam_3:19; Amó_5:7; Amó_6:12). En tres de esos usos, el
ajenjo está relacionado con el agua contaminada. Cualquiera
que sea el veneno representado por el nombre Ajenjo, este destruye la tercera
parte del agua potable. La norma que se repite de la destrucción de una tercera
parte demuestra que no son sucesos naturales, sino juicios divinos.
Con el juicio de la tercera trompeta,
Juan registra que muchos hombres murieron a causa de esas aguas, porque se
hicieron amargas. Los ríos correrán con veneno mortal. Los pozos se convertirán
en fuentes de muerte. Los lagos y las presas se llenarán de aguas tóxicas. Pero
lo peor aún tiene que llegar.
LA CUARTA
TROMPETA
El cuarto ángel tocó la trompeta, y fue herida la tercera parte del sol, y la
tercera parte de la luna, y la tercera parte de las estrellas, para que se
oscureciese la tercera parte de ellos, y no hubiese luz en la tercera parte del
día, y asimismo de la noche. Y miré, y oí a un ángel volar por en medio del
cielo, diciendo a gran voz: ¡Ay, ay, ay, de los que moran en la tierra, a causa
de los otros toques de trompeta que están para sonar los tres ángeles! (Apo_8:12-13).
Cuando el cuarto ángel tocó la trompeta, la
atención del juicio divino se trasladó de la tierra al cielo. Dios daña con una
plaga los cuerpos celestiales para que se oscureciese la tercera parte de
ellos, y no hubiese luz en la tercera parte del día, y asimismo de la noche.
Este eclipse parcial es temporal, ya que luego Dios incrementará el calor
proveniente del sol (Apo_16:8-9). Al llegar a este punto, la pérdida de calor del sol hará que las temperaturas bajen radicalmente en
todo el mundo. Esto desestabilizará severamente los patrones climáticos de la
tierra y las mareas, conduciendo a violentas e imprevisibles tormentas y
mareas, la destrucción de las cosechas, y más pérdidas de vidas animales y
humanas.
Los profetas del Antiguo
Testamento asociaron tales señales en el cielo con el día de Jehová. Hablando
por medio del profeta Ezequiel, Dios dijo: “Cubriré los cielos, y haré
entenebrecer sus estrellas; el sol cubriré con nublado, y la luna no hará
resplandecer su luz. Haré entenebrecer todos los astros brillantes del cielo
por ti, y pondré tinieblas sobre tu tierra” (Eze_32:7-8). Isaías,
Joel, y Amós también escribieron sobre el oscurecimiento del sol (Isa_13:9-10; Joe_2:10; Joe_2:31; Joe_3:15; Amó_8:9). El Señor Jesucristo añadió su propia predicción, advirtiendo que: “Habrá
señales en el sol, en la luna y en las estrellas” (Luc_21:25; cp. Mar_13:24).
El oscurecimiento de las luces celestiales prepara el escenario para un
anuncio sorprendente y funesto. Cuando Juan miró,
oyó “a un ángel volar por en medio del cielo, diciendo a gran voz: ¡Ay, ay, ay,
de los que moran en la tierra, a causa de los otros toques de trompeta que
están para sonar los tres ángeles!” La imagen es como la de un ave de presa que
se apresura a acabar con su víctima. En este caso, se refiere a la rápida
aproximación de la venganza final de Dios. Descrito en la visión como volando
por en medio del cielo, el ángel estaría en el apogeo del sol del mediodía,
visible para todos. Su gran voz asegura que todos podrán escuchar sus
pronunciamientos. La espantosa advertencia del ángel es que los juicios de las
tres últimas trompetas serán aun más devastadores que los primeros cuatro.
Aunque se usan dos ayes para dar
énfasis (cp. Apo_18:10; Apo_18:16; Apo_18:19; Eze_16:23), el triple uso del ángel, “Ay, ay, ay”, presenta una amenaza para cada una de las
restantes trompetas que están para sonar (Apo_9:1-21;
Apo_11:15 ss). Se emplea ay
a lo largo de las Escrituras como expresión
de juicio, destrucción y condenación. La ira y el juicio de Dios vendrán sobre
“los que moran en la tierra”, una descriptiva frase usada en Apocalipsis para quienes
rechazan el evangelio (Apo_6:10; Apo_11:10; Apo_13:8; Apo_13:12; Apo_13:14; Apo_17:2; Apo_17:8). Aunque ellos reconocerán que los desastres vienen de Dios (Apo_6:15-17), no se arrepentirán. Serán destruidos porque no quisieron prestar atención a las
advertencias que Dios dirigió a todos los pecadores (cp. Heb_3:7-8).
LA QUINTA
TROMPETA (Apo_9:1-12)
Cada uno de los juicios de las primeras cuatro trompetas afecta el
universo físico de alguna manera, pero con el sonar de la
quinta trompeta, el centro de atención se moverá del reino de lo físico al de
lo espiritual.
El abismo abierto
El quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que cayó del cielo a la
tierra; y se le dio la llave del pozo del abismo. Y abrió el pozo del abismo, y
subió humo del pozo como humo de un gran horno; y se oscureció el sol y el aire
por el humo del pozo. (Apo_9:1-2)
Cuando el quinto ángel tocó su trompeta, Juan vio
una estrella que cayó del cielo a la tierra. En sus visiones, el apóstol ya había
visto varios cuerpos celestes caer sobre la tierra (Apo_6:13; Apo_8:8; Apo_8:10). Sin embargo, a diferencia de
estos, esta estrella no era un pedazo inanimado de materia celestial, sino un
ser angelical (cp. Job_38:7). El que se diga que cayó del cielo a la tierra sugiere que esto es una alusión a Satanás, el
jefe de todos los ángeles caídos (cp. Isa_14:12-15; Eze_28:12-16; Luc_10:18).
La caída de Satanás descrita en 9:1 no es por su
rebelión original. Aunque él y los ángeles que cayeron con él (Apo_12:4) fueron expulsados del cielo,
Satanás retiene su acceso a la presencia de Dios, donde
constantemente acusa a los creyentes (Apo_12:10;
Job_1:6). Durante la tribulación, él y sus huestes demoníacas lucharán sin éxito contra Miguel y los
santos ángeles. Como resultado de su derrota, serán lanzados permanentemente a
la tierra (Apo_12:7-9). Luego Satanás buscará poner en orden a todas sus huestes; los que ya estaban en la
tierra, los lanzados a la tierra con él y los encarcelados en el pozo del
abismo. Abussos (“el pozo del abismo”) aparece siete veces en
Apocalipsis, siempre respecto a la morada de los demonios encarcelados (Apo_9:2; Apo_9:11; Apo_11:7; Apo_17:8). A Satanás mismo se le mantendrá apresado allí durante el milenio, encadenado y
cerrado con llave con los otros demonios presos (Apo_20:1; Apo_20:3).
Después que Satanás recibió la llave del abismo de su
guardián, Jesucristo (Apo_1:18), abrió
el pozo del abismo y liberó a sus presos. Cuando se abrió el abismo, subió humo
como humo de un gran horno. “Humo” en Apocalipsis puede referirse a las cosas sagradas
(Apo_8:4; Apo_15:8), pero por lo general está asociado con juicio (Apo_9:17-18;
Apo_14:11;
Apo_18:9;
Apo_18:18;
Apo_19:3). Tan grande fue el volumen de
humo emanado del abismo, que se oscureció
el sol y el aire por él. El humo contaminando el cielo simboliza la corrupción
del infierno lanzando humo desde el abismo para contaminar el mundo.
El poder desatado
Y del humo salieron langostas sobre la
tierra; y se les dio poder, como tienen poder los escorpiones de la tierra. Y
se les mandó
que no dañasen a la hierba de la tierra, ni a cosa verde alguna, ni a ningún
árbol, sino solamente a los hombres que no tuviesen el sello de Dios en sus
frentes. Y les fue dado, no que los matasen, sino que los atormentasen cinco
meses; y su tormento era como tormento de escorpión cuando hiere al hombre. Y
en aquellos días los hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; y
ansiarán morir, pero la muerte huirá de ellos. (Apo_9:3-6)
De las inmensas y funestas nubes de humo que oscurecieron el cielo y
causaron pánico entre los habitantes de la tierra, Juan vio
surgir un nuevo terror. Perversos demonios, tomando forma visible semejante a
las langostas, salieron por montones del abismo para infectar la tierra. La
imagen del humo es una adecuada descripción de una plaga de langostas, ya que
millones de insectos como saltamontes salen en un enjambre tan espeso que
pueden oscurecer el cielo y ocultar el sol, convirtiendo el día en noche. Se
informó de un enjambre sobre el Mar Rojo en 1889 que había cubierto un área de
más de tres mil kilómetros cuadrados. La destrucción que pueden ocasionar a los
cultivos y al resto de la vegetación es alarmante (2Cr_7:13).
Pero estas no eran langostas comunes, sino demonios, los cuales, como
langostas, traen abundante destrucción. El describirlos en la forma
de langostas simboliza su número incontable y su gran capacidad para destruir.
El hecho de que tres veces en el pasaje (vv. Apo_9:3; Apo_9:5; Apo_9:10) su poder para inflingir dolor
se compare con el de los escorpiones, indica que no son verdaderas langostas,
ya que las langostas no tienen una cola punzante como los escorpiones. Pero el
dolor penetrante infligido por esos demonios será
mucho peor que el de los escorpiones reales. En este juicio Dios pone a los
demonios en contacto directo con las personas no arrepentidas. El hecho de que
esas criaturas como langostas y escorpiones vengan del pozo y que su líder sea
un “ángel del abismo” (Apo_9:11) indica que la escena está refiriéndose a demonios. Lamentablemente, incluso la horrorosa
experiencia de esta invasión de demonios no hará que muchos se arrepientan (cp.
Apo_9:20-21), si es que alguno lo hace.
Se establecieron estrictas limitaciones para las actividades de estas
huestes demoníacas. Este juicio, a diferencia de los juicios de
las primeras cuatro trompetas, no es sobre el mundo físico. Dios mandó a la
horda de langostas que no dañasen a la hierba de la tierra, ni a cosa verde
alguna, ni a ningún árbol (Apo_8:7). Esto prueba una vez más que no eran en realidad insectos, ya que las verdaderas langostas
devoran las plantas. La alusión a la hierba de la tierra sugiere que había
pasado algún tiempo desde que el juicio de la primera trompeta abrasara toda la
hierba que estaba en aquel momento en su tiempo verde (Apo_8:7). La hierba dañada había crecido nuevamente y debe permanecer sin tocarse en esta
plaga, indicando que había pasado tiempo suficiente para una recuperación parcial
del medio ambiente de la tierra.
Sin duda, Satanás querrá matar a
todos los inconversos para evitar que se arrepientan. Pero Dios, en su
misericordia, permitirá el tormento a las personas cinco meses (la duración
normal de la vida de las langostas, por lo general desde mayo a septiembre),
durante los cuales no pueden morir, sino que se les dará la oportunidad de
arrepentirse y aceptar el evangelio. Ese período de cinco meses será de intenso
sufrimiento espiritual y físico infligido sobre los inconversos por el juicio
de Dios. Este atormentador juicio está vinculado al tormento infligido por un
escorpión cuando hiere al hombre. Los inconversos escucharán también el mensaje
de salvación en Jesucristo que predicarán los 144.000 evangelistas judíos, los
dos testigos y otros creyentes. Los cinco meses serán para muchos la última
oportunidad de arrepentirse y creer (Apo_9:20-21;
Apo_16:9;
Apo_16:11).
Tan intenso será el tormento sobre los
incrédulos que en aquellos días “los hombres buscarán la muerte, pero no la
hallarán”. La tierra que las personas han amado estará completamente devastada
y desolada por terremotos, fuegos y volcanes, la atmósfera estará contaminada
con gases y lluvias de desechos celestiales. El sueño de una utopía mundial
bajo la dirección del anticristo (la bestia de Apo_13:1 ss) habrá muerto. No habrá modo de escapar de la agonía infligida por los
demonios, ni del juicio divino.
El aspecto revelado
El aspecto de las langostas era semejante a
caballos preparados para la guerra; en las cabezas tenían como coronas de oro; sus caras eran como caras
humanas; tenían cabello como cabello de mujer; sus dientes eran como de leones;
tenían corazas como corazas de hierro; el ruido de sus alas era como el
estruendo de muchos carros de caballos corriendo a la batalla; tenían colas
como de escorpiones, y también aguijones; y en sus colas tenían poder para
dañar a los hombres durante cinco meses. (Apo_9:7-10)
A los demonios se les describe como langostas porque traen de parte de
Dios un juicio colectivo, rápido y devastador. Juan solo
puede dar una aproximación de la apariencia de este ejército espiritual, como
lo indica el repetido empleo de los términos “como” (empleado ocho veces en
este pasaje) y “semejante”. Para describir la horda sobrenatural y poco conocida
de demonios, Juan escoge analogías naturales y conocidas.
El aspecto de las langostas era
“semejante a caballos preparados para la guerra”. Eran belicosos, poderosos y
desafiantes, como caballos sostenidos a duras penas por el freno, y pateando el
suelo en sus ansias de ir a la carga en su mortal misión. En las cabezas Juan
vio lo que era como coronas de oro. Las coronas que llevaban eran las coronas
de los vencedores, indicando que los demonios serán invencibles. La gente no
tendrá armas que puedan dañarlos ni tendrá cura por el terrible tormento que
causan. El que sus caras eran como caras humanas indica que son seres
racionales, no insectos. La descripción de su cabello como cabello de mujer
enfatiza su capacidad de seducción. La gloria o belleza de una mujer está en su
cabello, que ella puede arreglar para llegar a ser más encantadora. Debido a
que sus dientes eran como de leones, serán feroces y poderosos, haciendo trizas
a sus víctimas. Las corazas de hierro, diseñadas para proteger los órganos vitales
del soldado, simbolizan aquí lo invulnerables que serán. En otra metáfora
extraída del campo de batalla, Juan compara el ruido de sus alas con un
ejército en movimiento, destacando que “era como el estruendo de muchos carros
de caballos corriendo a la batalla”. No habrá forma de escapar de su acometida
imponente y mundial. La triple comparación de los demonios con los escorpiones
subraya que su única misión es dañar a la gente.
El príncipe desenmascarado
Y tienen por rey sobre ellos al ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón,
y en griego, Apolión. El primer ay pasó; he aquí, vienen aún dos ayes después
de esto.
(Apo_9:11-12)
A diferencia de las verdaderas langostas, los demonios tenían un rey sobre ellos. Juan lo llama el ángel del abismo. Algunos
identifican a este ángel como Satanás, pero su dominio está en los lugares
celestiales (Efe_6:12). A él
no se le asocia con el abismo hasta que Dios lo lance allí (Apo_20:1-3). Es mejor verlo como un
demonio de alto rango en la jerarquía de Satanás. Juan observa que
su “nombre en hebreo es Abadón, y en griego, Apolión”. Juan emplea ambos
nombres para subrayar su efecto tanto sobre judíos impíos como sobre los
gentiles. Ambas palabras significan “destructor”, un nombre apropiado para el
cabecilla del devastador ejército de demonios que sube del abismo.
Luego de describir el primer ay
(Apo_8:13; el juicio de la quinta trompeta), Juan
advierte que la ira de Dios no ha recorrido todo su camino; dos ayes (los
juicios de la sexta y séptima trompetas, que incluyen
todos los juicios de las copas) vienen aún… después de esto, así que solo habrá
un breve suspiro de alivio antes de que sigan otros juicios más horribles.
LA SEXTA TROMPETA
Al igual que la quinta trompeta, el toque de la sexta trompeta anuncia
otro, y más severo, ataque demoníaco sobre la humanidad
pecadora. Este ataque, a diferencia del anterior, trae muerte.
La liberación de los demonios
El sexto ángel tocó la trompeta, y oí una voz de entre los cuatro cuernos del
altar de oro que estaba delante de Dios, diciendo al sexto ángel que tenía la
trompeta: Desata a los cuatro ángeles que están atados junto al gran río
Eufrates.
(Apo_9:13-14)
El sexto ángel tocó su poderosa trompeta. De inmediato Juan
“oyó una voz”. El texto griego dice literalmente “una voz”. No se identifica la
voz, pero es posible que sea la del Cordero, Jesucristo. Se le presentó
anteriormente cerca del trono (
Apo_5:6), cuando tomó el libro con los siete sellos de la mano del Padre (Apo_5:7) y abrió sus sellos (Apo_6:1). También
pudiera ser la voz del ángel a quien Juan había visto cerca del altar de oro
del incienso (Apo_8:3).
Aunque no sea posible identificar el origen de la voz, su ubicación vino de entre los cuatro cuernos del altar de oro delante de Dios.
Juan había visto ese altar dos veces antes en sus visiones. En el tabernáculo y
en el templo, este altar era un lugar donde se quemaba el incienso,
simbolizando las oraciones del pueblo por misericordia subiendo a Dios. Pero en
la visión de Juan, el altar de oro se convirtió en un altar de intercesión,
cuando los santos mártires rogaban por la venganza de Dios para sus asesinos (Apo_6:9-11).
La voz proveniente de la superficie del altar entre las cuatro
salientes esquinas, ordenó al sexto ángel que tenía la
trompeta: “Desata a los cuatro ángeles que están atados junto al gran río
Eufrates”. El que los cuatro ángeles estén atados indica que son demonios (Apo_20:1 ss; 2Pe_2:4; Jud_1:6), ya que en ninguna parte de
las Escrituras se dice que los santos ángeles
estén atados.
Como los santos ángeles siempre
cumplen perfectamente la voluntad de Dios, no hay necesidad de que Él los
refrene para que hagan lo contrario a su voluntad. El control de Dios sobre las
fuerzas demoníacas es total, ellos están atados o se liberan a su orden. El
participio perfecto traducido “atados” implica que esos cuatro ángeles
estuvieron atados en el pasado con resultados permanentes; estaban en una
condición o estado de cautiverio hasta el tiempo determinado por Dios para que
se les soltase para cumplir su función como instrumentos del juicio divino.
El empleo del artículo definido
“los” sugiere que esos cuatro ángeles forman un grupo específico. No se revela
su identidad precisa, pero pudieran ser los demonios que controlaron los cuatro
imperios más grandes del mundo, Babilonia, Medo Persia, Grecia y Roma. Dan_10:1-21 da ideas sobre la guerra entre
los santos ángeles y los demonios que tienen influencia en
naciones específicas. Quienesquiera que sean, estos cuatro poderosos ángeles
caídos controlan un gran ejército demoníaco listo para salir a la guerra contra
la humanidad caída, cuando Dios los libere para hacerlo.
El regreso de la muerte
Y fueron desatados los cuatro ángeles que estaban preparados para la hora, día,
mes y año, a fin de matar a la tercera parte de los hombres. Y el número de los
ejércitos de los jinetes era doscientos millones. Yo oí su número. Así vi en
visión los caballos y a sus jinetes, los cuales tenían corazas de fuego, de
zafiro y de azufre. Y las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones;
y de su boca salían fuego, humo y azufre. Por estas tres plagas fue muerta la
tercera parte de los hombres; por el fuego, el humo y el azufre que salían de
su boca. Pues el poder de los caballos estaba en su boca y en sus colas; porque
sus colas, semejantes a serpientes, tenían cabezas, y con ellas dañaban. (Apo_9:15-19)
La muerte, que se había tomado unas vacaciones bajo
la quinta trompeta (Apo_9:5-6), ahora vuelve sedienta. El
propósito estremecedor de estos cuatro líderes de los
demonios y sus huestes era matar a la tercera parte de los hombres. El juicio
del cuarto sello mató a un cuarto de los pobladores de la tierra (Apo_6:8). Esta otra tercera parte hace
que el número de víctimas mortales de solo estos dos
juicios ascienda a más de la mitad de la población de la tierra, antes de la
tribulación. Este alarmante total no incluye a los que perecieron en los otros
juicios de los sellos y las trompetas.
La terrible matanza
desestabilizará completamente la sociedad humana. Solo el problema de ubicar
los cuerpos muertos será inconcebible. El olor nauseabundo de los cuerpos que
se corrompen irrumpirá en el mundo, y requerirá un esfuerzo enorme por parte de
los sobrevivientes para enterrarlos en tumbas comunes o quemarlos.
La matanza de mucho más de mil
millones de personas requerirá una inimaginable y poderosa fuerza. Juan informó
que el número de los ejércitos de los jinetes era asombrosamente de doscientos
millones. Es muy probable que este sea un número exacto, o se hubieran empleado
especificaciones más generales, como las empleadas en Apo_5:11 y Apo_7:9. Entonces, como si esperara
que algunos escépticos dudaran de ese gran número, Juan insistió
enfáticamente “Yo oí su número”. El uso del plural “ejércitos” pudiera implicar
que las fuerzas de ataque se dividirían en cuatro ejércitos, cada uno dirigido
por uno de los demonios anteriormente atados.
Algunos han sugerido que este es
el ejército humano que se menciona en Apo_16:12, y conducido por “los reyes del oriente”, indicando que el ejército de la China
comunista presuntamente llegaba a los doscientos millones durante la década de
los setenta. Pero no se hace referencia al tamaño del ejército comandado por
los reyes del oriente. Además de eso, ese ejército llega a escena durante el
juicio de la sexta copa, que tiene lugar durante la séptima trompeta, no la
sexta. Aunque pudiera haber en ese tiempo un ejército permanente de doscientos
millones, la imposibilidad de tomar posiciones, suministros, y de trasladar a
tan gigantesca fuerza humana por todo el globo, también es un argumento contra
la posibilidad de que sea un ejército humano. El lenguaje figurado que se
emplea para describir a los caballos de este ejército sugiere que es una fuerza
sobrenatural, no humana.
Juan describe brevemente a sus
jinetes. “Los jinetes… tenían corazas de fuego, de zafiro y de azufre”. El
color del fuego es rojo; el del zafiro, azul oscuro o negro como humo; el del
azufre, un amarillo sulfuroso, describiendo la roca que, al encenderse, produce
llamas y un gas sofocante. Estos son los colores y los rasgos del mismo
infierno (Apo_14:10; Apo_19:20; Apo_20:10; Apo_21:8).
En las Escrituras, los caballos se asocian a menudo con la guerra, pero
es evidente que estos no son caballos reales. Empleando el lenguaje descriptivo
de su visión, Juan observó que las cabezas de los caballos
eran como cabezas de leones. Juan señala tres formas en las que los caballos
demoníacos mataban a sus víctimas, todas ellas representando la furia violenta
y devastadora del infierno. Las incineraban y las asfixiaban con humo y azufre.
Juan vio que la devastadora
consecuencia de este ataque mortal de los demonios iba a ser que “por estas
tres plagas fue muerta la tercera parte de los hombres”.
Debe observarse que la palabra
“plagas” aparecerá con frecuencia en el resto de Apocalipsis (Apo_11:6; Apo_15:1; Apo_15:6; Apo_15:8; Apo_16:9; Apo_16:21; Apo_18:4; Apo_18:8; Apo_21:9; Apo_22:18) como un término para los destructivos juicios finales. Como si la descripción
que había dado no fuera ya bastante aterradora, Juan ve más acerca del poder
mortal de los demonios. Se le hace saber que no solo el poder de los caballos
estaba en su boca, sino también en sus colas. Habiendo comparado las cabezas de
los caballos con leones salvajes, Juan observa que “sus colas [eran mortíferas,
semejantes a] serpientes, tenían cabezas, y con ellas dañaban”. Estas metáforas
describen el carácter sobrenatural y mortífero de esas fuerzas demoníacas en
términos que por lo general se entienden en el reino natural. A diferencia de
las picadas de los escorpiones durante el ataque demoníaco anterior (9:5), las
mordidas de serpientes de estas huestes serán fatales.
La reacción de desafío
Y los otros hombres que no fueron muertos
con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a
los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de
madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar; y no se arrepintieron de
sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos. (Apo_9:20-21)
La muerte de una tercera parte del remanente de la población de la tierra será el desastre más catastrófico que estremecerá la
tierra desde el diluvio. Sin embargo, en una asombrosa muestra de dureza de
corazón, los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aún así
se arrepintieron. Trágicamente, el remanente escogerá adorar al dragón y a la
bestia (el anticristo) en vez de al Cordero (Apo_13:4-8).
Concluyendo su narración de esta asombrosa visión,
Juan relaciona cinco pecados representativos del desafío de los que no quieren
arrepentirse. En primer lugar, no “se arrepintieron de las obras de sus manos”,
y adoraron a otros dioses y demonios. En segundo lugar, los delitos violentos
como los “homicidios” se verán de forma incontrolada. Despojadas de todo
sentido de moralidad, las personas no arrepentidas imitarán a las huestes de
demonios en su deseo desenfrenado de sangre.
En tercer lugar, Juan menciona
“hechicerías”, una palabra griega de la que se derivan las palabras españolas
“farmacia” y “farmacéutico”. Se creía, y aún se cree, que las drogas causan un
estado religioso superior de comunión con deidades.1 En cuarto lugar, prevalecerá la “fornicación”. La palabra griega es un término general que puede
incluir el pecado sexual de cualquier tipo. En ese tiempo se verán perversiones
sexuales indescriptibles sin freno alguno.
Por último, las personas no
querrán arrepentirse de sus “hurtos”. Como con la moralidad, no habrá honradez,
ya que las personas competirán por el aumento de la escasez de comida, ropa,
agua, abrigo y medicinas.
Bajo la influencia de las grandes fuerzas demoníacas, el mundo descenderá al pantano de la religión falsa, del asesinato, de la perversión sexual y del delito de una forma sin paralelo en la historia humana. Es algo muy serio entender que el Señor vendrá un día “para hacer juicio contra todos” (Jud_1:15). A la luz de ese juicio venidero, es la responsabilidad de todos los creyentes proclamar fielmente el evangelio a los incrédulos, para así “[arrebatarlos] del fuego” (Jud_1:23).