Porque el tiempo si esta cerca - Cartas a los creyentes en Tiatira y Sardis

3. Cartas a los creyentes en Tiatira y Sardis (Ap. 2:18-3:16

Cristo ha llamado a su Iglesia a ser santa y mantener la pureza al enfrentar el pecado en medio de ella. En realidad, la misma primera instrucción que Él dio a la Iglesia fue sobre la confrontación del pecado (Mat_18:15-17). La práctica de la disciplina tiene un doble propósito: “Llamar a los creyentes que pecan a que regresen a una conducta correcta, y sacar de la iglesia a los que obstinadamente se aferran a su pecado”. En cualquier caso, se mantiene la pureza de la iglesia.

A pesar de la clara enseñanza bíblica, las iglesias a lo largo de la historia han tolerado el pecado, siguiendo una norma como la de la iglesia de Tiatira, donde los miembros estaban implicados tanto en adulterio espiritual como físico. Mediante los esfuerzos de un falso maestro no nombrado, esos pecados se habían extendido en la iglesia en Tiatira. La carta fue muy sobria, y marca una nueva fase en las cartas a las siete iglesias. Hay un empeoramiento progresivo en las características de esas siete iglesias, en las que se muestran como cada vez más influenciadas por el mal. Esa espiral descendente alcanza su punto más bajo en Laodicea.

TIATIRA: LA IGLESIA QUE TOLERABA EL PECADO

La carta a la iglesia de Tiatira es la más larga de las siete, aunque se dirige a la iglesia en la más pequeña de las siete ciudades. Tiene un mensaje importante para la iglesia actual: las falsas enseñanzas y el pecado no deben permitirse; ni siquiera bajo la bandera de la tolerancia y la unidad. Una iglesia pudiera parecer a primera vista que tiene un ministerio eficaz y que crece numéricamente, pero la inmoralidad y las falsas enseñanzas, si no se confrontan, traerán juicio de parte de Dios contra la iglesia.

El escritor

El Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego, y pies semejantes al bronce bruñido, dice esto: (Apo_2:18 b)

El título “Hijo de Dios” y las dos frases descriptivas extraídas de la visión del Cristo resucitado en Apo_1:12-17 identifican al escritor como el Señor Jesucristo. Las frases que se escogen aquí se centran en su papel como Juez divino.

“Hijo de Dios” destaca la deidad de Cristo, subrayando que Él es uno en esencia con el Padre. Este es un cambio significativo en la forma de expresarse. En la visión registrada en el capítulo 1, se describe a Cristo como el Hijo del Hombre (Apo_1:13). El título Hijo del Hombre ve a Cristo en su capacidad para compadecerse de las necesidades, pruebas y tentaciones de su Iglesia. Aquí, sin embargo, se identifica a Jesús como “Hijo de Dios”, la única vez que aparece esta frase en Apocalipsis. El énfasis está en su deidad, porque su manera de acercarse a la iglesia en Tiatira es como Juez divino.

Como el divino Hijo de Dios, Jesucristo tiene ojos “como llama de fuego”. Su visión penetrante lo distingue todo. Apo_19:12 describe a Jesucristo en la gloria de su Segunda Venida con ojos que “eran como llama de fuego”. Una iglesia puede sentirse satisfecha consigo misma, tener una buena reputación en la comunidad, o incluso entre otras iglesias. No obstante, los ojos de Cristo ven las cosas tal y como realmente son.

La descripción de sus pies como “semejantes al bronce bruñido” es similar a Apo_19:15, donde dice que Cristo “pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso”. Que los pies de Cristo resplandezcan de forma brillante “semejantes al bronce bruñido” describe su pureza y santidad al pisotear la impureza.

Esa aterradora descripción del Señor Jesús debe haber creado conmoción cuando se leyó esta carta a la iglesia en Tiatira. Vino como un entendimiento solemne de que Cristo juzgará el pecado continuado y por el cual no haya habido arrepentimiento.

La iglesia

la iglesia en Tiatira (Apo_2:18 a)

Como las iglesias en Esmirna y Pérgamo, la Biblia no registra nada acerca de la fundación de la iglesia en Tiatira. En Hch_16:14, Lidia, de la ciudad de Tiatira, se convirtió bajo el ministerio de Pablo en Filipos. El versículo 15 registra que los miembros de su familia también abrazaron la fe en Cristo y fueron bautizados. Es posible que Lidia y su familia participaran en el inicio de la iglesia en Tiatira. Lo más probable es que la iglesia allí se fundó como parte del ministerio de Pablo en Éfeso (Hch_19:10).

La ciudad

Tiatira (Apo_2:18 a)

Desde Pérgamo, la más septentrional de las siete ciudades, el camino romano se desviaba al este y luego al sudeste hacia Tiatira, a una distancia de unos sesenta y cuatro kilómetros. Tiatira estaba situada en un gran valle de norte a sur, que unía los valles de los ríos Caico y Hermo. Se construyó en un país relativamente llano. Si bien la gran colina de Pérgamo le proporcionó a esta ciudad protección natural, Tiatira estaba desprovisto de fortificaciones naturales contra invasores potenciales.

Tiatira fue fundada por uno de los sucesores de Alejandro Magno, Seleuco, como un puesto militar para guardar la carretera que iba de norte a sur. Luego vino a estar bajo el control de Lisímaco, quien gobernó en Pérgamo. Tiatira era la puerta a Pérgamo, y la tarea de los defensores de Tiatira era demorar a los atacantes con rumbo a Pérgamo. Lamentablemente, como Tiatira no tenía defensas naturales, la guarnición que había allí no podía esperar resistir por mucho tiempo. La ciudad fue varias veces destruida y reconstruida. Las escasas referencias a ella en la literatura antigua, por lo general, describen su conquista por un ejército invasor.

Alrededor de 190 a.C., Tiatira fue conquistada y anexada por los romanos, y disfrutó de la paz romana. La ciudad entonces llegó a ser un floreciente centro comercial. Su carretera se hizo importante en tiempos del Imperio Romano, ya que unía Pérgamo con Laodicea, Esmirna y las regiones interiores. También sirvió como ruta de correo para los romanos. En el tiempo en el que se escribió Apocalipsis, Tiatira estaba entrando en su período de mayor prosperidad.

Tiatira fue célebre por sus numerosos gremios, similares a los sindicatos obreros de la actualidad. La principal industria de Tiatira era la producción de lana y de artículos teñidos, pero inscripciones mencionan también gremios de trabajadores de lino, fabricantes de prendas exteriores, tintoreros, los que trabajaban el cuero, curtidores, alfareros, panaderos, comerciantes de esclavos y herreros que trabajaban el bronce.

A diferencia de Pérgamo o de Esmirna, Tiatira no era un centro religioso importante. El dios principal que adoraban sus moradores era el dios griego del sol, Apolo. Tampoco parece haber habido una considerable población judía. La presión que enfrentaron los cristianos en Tiatira vino de parte de los gremios. Para mantener un trabajo o echar a andar un negocio, era necesario ser miembro de un gremio. Cada gremio tenía una deidad en cuyo honor se celebraban fiestas que incluían carne sacrificada a los ídolos e inmoralidad sexual. Los cristianos enfrentaron el dilema de participar o perder su empleo. La forma en la que algunos en la iglesia de Tiatira estaban manejando la situación, hizo que Cristo se preocupara mucho.

El elogio

Yo conozco tus obras, y amor, y fe, y servicio, y tu paciencia, y que tus obras postreras son más que las primeras. (Apo_2:19)

Cristo elogió primero a la iglesia en Tiatira antes de expresarle su reproche. Él les aseguró que no había olvidado sus justas obras (Heb_6:10), las cuales dividió en cuatro categorías.

En primer lugar, los creyentes de Tiatira estaban demostrando amor a Dios y amor los unos por los otros. En ciertos aspectos, Tiatira era fuerte en lo que Éfeso era débil. Tiatira es la primera de las siete iglesias en ser elogiada por su amor.

En segundo lugar, Cristo los elogió por su fe. Aquí la palabra griega traducida “fe” se traduce mejor “lealtad”. Los verdaderos cristianos de Tiatira eran responsables, confiables y constantes (Apo_2:25).

Por la fe y el amor crecen “servicio y paciencia”. Los que aman lo expresarán al ayudar a los demás. Los que son fieles resueltamente perseverarán en la fe (Mat_16:24-26; Mat_24:13).

Los cristianos de Tiatira no solo poseían esas virtudes, sino que también sus obras postreras eran “más que las primeras”. Su amoroso servicio se hizo más constante y su fiel perseverancia se hizo más fuerte. Estaban creciendo en gracia y haciendo prosperar la causa de Cristo (2Pe_1:8). Por tal actitud eran elogiados.

El reproche

Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos. Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación. He aquí, yo la arrojo en cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella. Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras. (Apo_2:20-23)

No todo andaba bien con la iglesia en Tiatira. El problema no era la persecución externa, sino las concesiones internas (Hch_20:29-30). Cristo había reconocido un serio error, haciendo que Él advirtiera “tengo unas pocas cosas contra ti”. El empleo del pronombre singular “ti” señala esta frase en especial al líder de la iglesia.

El pecado constaba de dos partes. En primer lugar, violaron la enseñanza bíblica de que las mujeres no deben ser maestras o predicadoras en la iglesia (1Ti_2:12). Eso los llevó a tolerar a la mujer Jezabel, que se dice profetisa. Segundo, le permitieron enseñar algo erróneo. Como resultado, Jesús declara que “ella… seduce a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos”.

Jezabel sin duda no era el nombre verdadero de la mujer, pero sus acciones se parecían a las de la infame esposa del rey Acab. Por lo tanto, Cristo la calificó con el nombre simbólico de Jezabel. La Jezabel del Antiguo Testamento fue una mujer indescriptiblemente perversa. Gracias a la malvada influencia de Jezabel, la adoración a Baal se extendió por Israel (

1Re_16:30-31).

De igual manera, la mujer en Tiatira llamada Jezebel tuvo éxito en seducir a los siervos de Cristo para que fornicaran y comieran cosas sacrificadas a los ídolos. Cualquiera que haya sido el contenido específico de su falsa enseñanza, condujo a la mayoría de los creyentes de Tiatira lejos de la verdad y la justicia.

La Biblia enseña que los verdaderos cristianos pueden caer en la inmoralidad sexual (1Co_6:15-20) y en la idolatría (1Co_10:21). Guiar a otros cristianos a las falsas doctrinas o a un modo de vida inmoral es un pecado muy grave, que merece el más severo castigo (Mat_18:6-10).2 En el caso de la Jezabel del Antiguo Testamento, su vida terminó con una muerte horripilante (2Re_9:30-37).

Misericordiosamente el Señor le había dado a la falsa profetisa de Tiatira tiempo para que se arrepintiera, pero no quiso arrepentirse de su fornicación. Su rudo y final rechazo al arrepentimiento la llevaría a un juicio terrible, que se presenta con la llamativa frase “He aquí”. Como Jezabel no quiso arrepentirse, Cristo declaró: “yo la arrojo en cama”. A la luz del carácter definitivo del rechazo de Jezabel a arrepentirse, lo más probable es que la cama se refiera a la muerte y al infierno, el lugar de descanso final para los que no quieren arrepentirse.

El juicio divino estaba a punto de caer no solo sobre Jezabel, sino también sobre los que con ella adulteraron. El Señor amenaza con arrojarlos “en gran tribulación”. Esta no es la tribulación descrita en Apo_4:1-11; Apo_5:1-14; Apo_6:1-17; Apo_7:1-17; Apo_8:1-13; Apo_9:1-21; Apo_10:1-11; Apo_11:1-19; Apo_12:1-17; Apo_13:1-18; Apo_14:1-20; Apo_15:1-8; Apo_16:1-21; Apo_17:1-18; Apo_18:1-24; Apo_19:1-21, sino aflicción y problemas. Como fueron los cristianos pecadores los que habían creído sus mentiras, el Señor no amenaza con lanzarlos al infierno como hizo con la falsa profetisa. Él les promete un severo castigo si no se arrepienten de las obras de ella.

Entonces Cristo declara: “a sus hijos heriré de muerte”. Los hijos de Jezabel eran hijos espirituales. La iglesia tenía unos cuarenta años cuando Juan escribió, así que la falsa enseñanza de Jezabel había permanecido el tiempo suficiente para que surgiera una segunda generación. Como hizo con Ananías y Safira, el Señor amenaza con herirlos de muerte. Era demasiado tarde para Jezabel ya que su corazón estaba endurecido por el pecado del que no se había arrepentido. Pero, Cristo, en su misericordia, advirtió a sus seguidores que se arrepientan mientras todavía había tiempo.

No se sabe cuántos en esa iglesia respondieron a la advertencia de Cristo; pero trágicamente la iglesia de Tiatira, en su conjunto, al parecer no le obedeció. La historia registra que cayeron víctimas de la herejía montanista, un movimiento dirigido por un falso profeta que reclamaba constante revelación de Dios aparte de las Escrituras. La iglesia desapareció a fines del segundo siglo.

Cristo entonces dirige una palabra de aliento a los verdaderos creyentes en la iglesia de Tiatira: “os daré a cada uno según vuestras obras”. El juicio de Cristo se basaría en las obras de cada persona. Los que fueran inocentes no recibirían castigo junto con los culpables (Mat_7:16; Mat_16:27; Apo_22:12). Dios es el Juez justo “el cual pagará a cada uno conforme a sus obras” (Rom_2:6).

Las obras siempre han sido el fundamento del juicio divino. Sin embargo, eso no quiere decir que la salvación sea por obras (Efe_2:8-9; 2Ti_1:9; Tit_3:5). Los hechos de una persona revelan su condición espiritual. Eso es lo que quiso decir Santiago cuando dijo: “yo te mostraré mi fe por mis obras” (Stg_2:18). Al recibir la salvación, los cristianos son nuevas criaturas (2Co_5:17), “creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efe_2:10).

El mandato

Pero a vosotros y a los demás que están en Tiatira, a cuantos no tienen esa doctrina, y no han conocido lo que ellos llaman las profundidades de Satanás, yo os digo: No os impondré otra carga; pero lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga. (Apo_2:24-25)

Después de advertir a los que practicaban las falsas doctrinas que se arrepintieran, Cristo dirige palabras de consuelo a los demás que están en Tiatira, a cuantos no tenían la doctrina de Jezabel. Él, además, definió a los verdaderos creyentes como aquellos que “no tienen esa doctrina, y no han conocido lo que ellos llaman las profundidades de Satanás”. Jezabel y sus seguidores decían poder descubrir las mismas profundidades de los dominios de Satanás y permanecer espiritualmente ilesos. Como el espíritu pertenece a Dios, su torcida lógica planteaba: ¿qué importancia tiene si el cuerpo va a una fiesta idolátrica y participa en la inmoralidad sexual? Se creían libres para explorar el mundo satánico y luego venir a adorar a Dios.

A los verdaderos creyentes que no habían experimentado ese presunto conocimiento más profundo que proclamaban esos herejes, Cristo dijo: “No os impondré otra carga”. Llevar la carga de falsa enseñanza y esta forma inmoral de vida extendiéndose en su iglesia, a la vez que resistir ellos personalmente a la tentación, era una carga suficiente para ellos. Al final, Cristo los alienta: “lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga”. El uso de la palabra enérgica krateō, que significa “retened” indica que no sería fácil. La venida de Cristo, como se describe a la iglesia de Tiatira, era su venida a ellos para juicio. Pero les exhortaba a “[seguir] lo bueno” (Rom_12:9) hasta la venida de Cristo.

El consejo

Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre; y le daré la estrella de la mañana. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. (Apo_2:26-29)

“Al que venciere” y “guardare las obras de Cristo hasta el fin”, Cristo le promete dos cosas. En primer lugar, Cristo le “[dará] autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y ellas serán quebradas como vaso de alfarero”. Esa promesa, tomada del Sal_2:7-9, es de la participación en el reino milenario. Los que siguen siendo fieles a Cristo, a pesar de ser golpeados y despreciados en esta vida, gobernarán con Él en su reino terrenal. Ejercerán autoridad sobre las naciones, gobernándolas con vara de hierro (véase Apo_12:5; Apo_19:15). Esas naciones en el reino milenario, que se rebelarán contra el gobierno de Cristo y amenazarán a su pueblo, serán destruidas. Esas personas que reinarán con Él protegerán a su pueblo y fomentarán santidad y rectitud. Cristo delegará autoridad en ellos como Él también ha recibido autoridad de su Padre (Jua_5:22; Jua_5:27).

Cristo también prometió dar a sus fieles seguidores “la estrella de la mañana”. Algunos relacionan la estrella de la mañana con pasajes como Dan_12:3 y Mat_13:43. La promesa es que los creyentes reflejarán la gloria de Cristo. Aunque los cristianos reflejarán la gloria de Cristo, es mejor ver la estrella de la mañana como Cristo mismo, un título que Él asume en Apo_22:16. Cristo prometió darse a conocer a los creyentes en toda su plenitud (cp. 1Co_13:12).

Las palabras finales, “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”, son una exhortación a poner en práctica el mensaje de la carta a la iglesia en Tiatira. Se destacan tres importantes verdades. En primer lugar, esta carta revela la gravedad de practicar y tolerar el pecado, y que Dios juzgará en la iglesia el pecado. En segundo lugar, los verdaderos cristianos se identifican por un modelo de obediencia. Por último, la promesa misericordiosa de Dios es que, a pesar de las luchas contra el pecado y el error en las iglesias, los cristianos experimentarán toda la plenitud de Cristo al reinar con Él. Esas iglesias, como Tiatira, que no prestan atención al mensaje, recibirán juicio divino. Las que sí prestan atención a su mensaje recibirán bendición divina.

SARDIS: LA IGLESIA MUERTA

Mientras los creyentes de Tiatira toleraban el pecado, los de Sardis estaban muertos al pecado. La iglesia tenía fama de ser viva, pero Cristo dijo que estaba muerta. Las tinieblas espirituales de las falsas enseñanzas y la vida de pecado habían extinguido la luz que había dentro, aunque algo de su fama pudiera aun permanecer.

Como el resto de las siete iglesias, la iglesia de Sardis era una iglesia existente en la época de Juan. Pero también simboliza las iglesias muertas que han existido a lo largo de la historia, incluso en la actualidad.

El escritor

El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: (Apo_3:1 b)

Las descripciones del autor divino en cada una de las siete cartas se toman de la visión de Apo_1:12-17. La carta a Sardis toma un componente adicional del saludo en Apo_1:4, donde también aparece la frase “siete espíritus”. Esa frase pudiera referirse a Isa_11:2, donde se describe al Espíritu Santo como “el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová”. También pudiera referirse a la descripción simbólica del Espíritu Santo como un candelabro con siete lámparas presentada en Zac_4:1-10. En ambos casos, la alusión es a la plenitud del Espíritu. Jesucristo es representado en su iglesia por medio del Espíritu Santo.

Las siete estrellas son los siete mensajeros o ancianos (Apo_1:20), uno de cada una de las siete iglesias, quienes probablemente llevaron una copia del libro de Apocalipsis a sus respectivas iglesias. La metáfora muestra a Jesucristo, el soberano Señor de la iglesia, gobernando por medio de esos guías espirituales y pastores.

La presentación que Cristo hace de sí mismo nos da una idea de la severidad de la situación en Sardis. Es sorprendente que no se presenta como el Juez divino (como lo hizo en Apo_2:18), aunque la iglesia en Sardis enfrentaba un juicio inminente. En su lugar, Él se describe como aquel que obra de forma soberana en su iglesia por medio del Espíritu Santo y los guías espirituales. Esa presentación sirvió de recordatorio a la iglesia de Sardis de lo que le faltaba. Necesitada del Espíritu, la iglesia en Sardis estaba muerta.

La iglesia

la iglesia en Sardis (Apo_3:1 a)

Aunque en las Escrituras no se dan los detalles, es probable que la iglesia en Sardis fuera fundada como parte del ministerio de Pablo en Éfeso (Hch_19:10). La persona más importante de la iglesia de Sardis que la historia conozca es Melitón. Fue un apologista, un defensor del cristianismo, que sirvió como obispo de Sardis a fines del segundo siglo. También escribió el primero de los comentarios de Apocalipsis que se conocen. La carta no habla de persecución, falsas doctrinas, falsos maestros o forma de vida corrupta. Sin embargo, algunas combinaciones de estas cosas estaban obviamente presentes en Sardis, ya que la iglesia había muerto.

La ciudad

Sardis (Apo_3:1 a)

En grado notable, la historia de la iglesia en Sardis es paralela a la de la ciudad. Sardis se fundó alrededor de 1200 a.C., y había sido una de las más grandes ciudades en el mundo antiguo, capital del fabulosamente rico reino de Lidia. Esopo, el famoso escritor de fábulas, pudiera haber sido de Sardis. La mayoría de la riqueza de Sardis venía del oro que se extraía del cercano río Pactolos. Los arqueólogos han encontrado centenares de crisoles, usados para refinar oro, en las ruinas de Sardis.3 Al parecer, las monedas de oro y plata se acuñaron primeramente en Sardis. La ciudad también se beneficiaba de su ubicación en el extremo occidental de la carretera real que conducía hacia el este a Susa, la ciudad capital persa, y de su proximidad a otras importantes rutas de comercio. También fue un centro de producción de lana y de la industria del vestido. Sardis hasta reclamaba el haber descubierto cómo teñir la lana.

Sardis estaba ubicada a unos cincuenta kilómetros al sur de Tiatira, en el fértil valle del río Hermo. Una serie de espolones o colinas sobresalían de la cumbre del Monte Tmolos, al sur del río Hermo. En una de esas colinas, a unos quinientos metros sobre el nivel del valle, se alzaba Sardis. Su ubicación hacía que la ciudad fuera casi invencible. La colina sobre la que Sardis estaba construida tenía muros de roca lisos, casi perpendiculares en tres de sus lados. Solo desde el sur se podía llegar a la ciudad, por un camino abrupto y difícil. El inconveniente para que, de otra manera, fuera un lugar ideal, era que el espacio para que la ciudad se expandiera era limitado. Con el tiempo, cuando Sardis creció, una nueva ciudad surgió al pie de la colina. El lugar antiguo permaneció como refugio a donde retirarse cuando hubiera amenaza de algún peligro.

Su aparente ubicación inexpugnable hizo que los pobladores de Sardis se volvieran muy confiados. Esa satisfacción de sí mismos, a la larga resultó en la caída de la ciudad. Por causa de descuidos, Sardis fue conquistada. La noticia de su caída fue como una onda expansiva a través del mundo griego. Un erudito describe el relato de la caída de Sardis:

A pesar de una presunta advertencia contra la autosatisfacción de un dios griego al que consultó, Creso, el rey de Lidia, inició un ataque contra Ciro rey de Persia, pero recibió una contundente derrota. Regresando a Sardis para recuperarse y reconstruir su ejército para otro ataque, fue perseguido de inmediato por Ciro, quien puso sitio a Sardis. Creso se sintió completamente seguro en su inexpugnable situación en lo alto de la acrópolis y vislumbró una fácil victoria sobre los persas, quienes estaban acorralados entre las rocas perpendiculares de la ciudad de abajo, presa fácil para que el ejército de Lidia, que se estaba reagrupando, la aplastara. Luego de retirarse una noche cuando el drama se estaba desarrollando, se despertó para descubrir que los persas habían logrado el control de la acrópolis escalando una por una las abruptas murallas (549 a.C.). Los de Sardis se sentían tan seguros que dejaron sus medios de acceso totalmente indefensos, permitiendo a quienes escalaban que ascendieran sin ser vistos. Se dice que aun un muchacho pudo haber defendido la ciudad de ese tipo de ataque, pero ni siquiera había un vigilante designado para velar el lado que se creía inaccesible.

La historia se repitió más de tres siglos y medio después, cuando Antíoco el Grande conquistó Sardis aprovechando los servicios de un experimentado escalador de montañas de Creta (195 a.C.). Su ejército entró a la ciudad por otra ruta, mientras los defensores, con despreocupada confianza, se sentían satisfechos con solo cuidar el camino conocido, el istmo de tierra que se une al Monte Tmolos en el sur.

Sardis nunca recuperó su independencia, y con el tiempo cayó bajo el dominio de Roma, en 133 a.C. Un terremoto catastrófico destruyó la ciudad en 17 d.C., pero fue reconstruida con la generosa ayuda económica del Emperador Tiberio. En agradecimiento, los pobladores de Sardis edificaron un templo en su honor. Sin embargo, el objeto fundamental de adoración de la ciudad era la diosa Cibeles, la misma diosa que adoraban en Éfeso como Artemisa (Diana). Se celebraban las aguas termales que se hallaban no lejos de Sardis como un lugar en el que los dioses manifestaban su presunto poder de dar vida a los muertos, una nota irónica para una ciudad cuya iglesia estaba muerta. En la época de Juan, Sardis era próspera, pero estaba decayendo. Tanto la ciudad como la iglesia dentro de ella habían perdido su vitalidad.

El reproche

Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto… porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. (Apo_3:1-2 b)

Como la iglesia de Sardis estaba muerta espiritualmente, Cristo salta el acostumbrado elogio y va directamente a su reproche. Aunque su apariencia externa pudiera engañar a otros, la iglesia de Sardis no podía engañar al omnisciente Cristo. Él dijo: “Yo conozco tus obras”. Con su infalible conocimiento, dijo que la iglesia de Sardis estaba muerta. Estaba mancillada por el mundo, caracterizada por una decadencia interior, y poblada de personas incrédulas que imitaban ser una iglesia.

La muerte espiritual en el Nuevo Testamento está siempre relacionada con su raíz de pecado. Efe_2:1 describe a los incrédulos como “muertos en delitos y pecados”. La iglesia en Sardis era como un museo en el que se exhiben animales disecados en su hábitat natural. Todo parece estar normal, pero nada está vivo.

La iglesia de Sardis estaba solo cumpliendo las formalidades. Cristo declaró que aquellas obras no eran “perfectas delante de Dios”. Aunque suficientes para dar a la iglesia de Sardis una buena reputación ante los demás, aquellas obras eran inaceptables ante los ojos de Dios. Los miembros espiritualmente muertos que poblaban la iglesia de Sardis estaban viviendo una mentira. Habían sido pesados en balanzas por el Juez justo y hallados faltos (cp. Dan_5:27).

El elogio

Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. (Apo_3:4)

En medio de esa iglesia muerta de incrédulos, unos pocos cristianos verdaderos estaban esparcidos como flores en un desierto. Sin embargo, no eran suficientes como para cambiar la evaluación global de Cristo de que la iglesia estaba muerta. Pero Él no se había olvidado de los que permanecieron fieles a Él (Mal_3:16-17; Heb_6:10).

Dios tenía su remanente aun en Sardis. Había algunos seguidores sinceros de Cristo. Él describió al fiel remanente como los “que no han manchado sus vestiduras”. La palabra griega traducida como “manchado” también puede significar “amancillar” o “contaminar”.

Era una palabra que habría sido conocida para los lectores en Sardis debido a la industria de teñir lana que había en la ciudad; “vestiduras” simboliza el carácter en las Escrituras (Isa_64:6; Jud_1:23). El remanente fiel podía venir ante la presencia de Dios, porque no se habían contaminado o corrompido, sino que habían manifestado su carácter piadoso.

Específicamente, Cristo dice de esas personas que “andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas”. En los tiempos antiguos, tales vestiduras se usaban para las celebraciones y las fiestas. Como ellos no quisieron “contaminar sus vestiduras”, Cristo reemplazaría esas vestiduras limpias, preservadas humanamente, con otras divinamente puras (Apo_7:14). Las vestiduras blancas de pureza que Cristo promete aquí y en el versículo 5 son las que usa el mismo Cristo en otra parte (Mat_17:2; Mar_9:3) y los santos ángeles (Mat_28:3; Mar_16:5; Hch_1:10). A los que tienen ahora santidad y pureza se les dará perfecta santidad y pureza en el futuro.

El mandato

Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir;… Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. (Apo_3:2-3)

Cristo dirige el mandato al remanente fiel en Sardis. Si su iglesia iba a sobrevivir, necesitaba desesperadamente vida. Cristo puso delante de ellos el camino de la restauración espiritual al darles cinco pasos a seguir.

En primer lugar, tenían que ser “vigilantes”. No había tiempo para la indiferencia. El remanente de creyentes tenía que observar lo que estaba sucediendo en su iglesia, evaluar la situación, confrontar el pecado, e influir en la comunidad.

En segundo lugar, tenían que “afirmar las otras cosas que están para morir”. “Cosas” aquí en el idioma original no se refiere a personas, sino a realidades espirituales. Cristo exhortó a los verdaderos cristianos de Sardis que soplaran la llama de las ascuas moribundas, que representaban las gracias espirituales que aún quedaban en la iglesia.

El tercer paso para el remanente fiel era que debían acordarse de lo que habían recibido y oído. Necesitaban volver a las verdades de la Palabra de Dios, recordar el evangelio y la enseñanza de los apóstoles. Por aquel tiempo ya estaban circulando las cartas de Pablo (2Pe_3:15-16) y se había escrito el resto del Nuevo Testamento. Los creyentes en Sardis necesitaban reafirmar su fe en la verdad acerca de Cristo, en lo relacionado con el pecado, la salvación y la santificación. En cuarto lugar, luego de volver a las verdades bíblicas, tenían que guardarlas. Creencias correctas sin una vida obediente no traerán como resultado el avivamiento necesario.

Por último, tenían que arrepentirse. Con gran pesar, los creyentes en Sardis debían confesar sus pecados y apartarse de ellos. Esos cinco pasos, si se practicaban diligentemente, traerían como resultado la renovación.

Las consecuencias serían severas si no llegaba el avivamiento. Cristo les advirtió: “si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti”. La descripción de Jesucristo que viene como ladrón siempre denota el concepto de juicio inminente (Mat_24:43; Luc_12:39; 1Ts_5:2; 1Ts_5:4). La amenaza aquí no se relaciona con su Segunda Venida, sino con que el Señor vendría y destruiría la iglesia de Sardis si no había un avivamiento.

El consejo

El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. (Apo_3:5-6)

Por último, Cristo describe las recompensas que esperan a los que participaron en el avivamiento. Los verdaderos cristianos serán “vestidos de vestiduras blancas”. En el mundo antiguo, las vestiduras blancas también se usaban para ocasiones festivas como las bodas. Los verdaderos cristianos usarían las suyas en la cena de las bodas del Cordero (Apo_19:7-9). También usaban vestiduras blancas los que celebraban victoria en la batalla. Todo verdadero cristiano es victorioso por medio de Cristo sobre el pecado, la muerte y Satanás. Sin embargo, las vestiduras blancas aquí representan fundamentalmente pureza y santidad. Cristo promete vestir a los cristianos con la brillantez de la pureza y santidad eternas.

Cristo promete además a cada verdadero cristiano que Él no borrará su nombre del libro de la vida, sino que “confesará su nombre delante del Padre, y delante de sus ángeles”. Increíblemente, aunque el texto dice todo lo contrario, algunas personas suponen que este versículo enseña que puede borrarse el nombre de un cristiano del libro de la vida. Cambian la promesa de Dios en una amenaza.

Algunos señalan que Éxo_32:33 apoya la idea de que Dios puede quitar el nombre de alguien del libro de la vida. En ese pasaje el Señor le dice a Moisés que “al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro”. Sin embargo, no hay contradicción alguna entre ese pasaje y la promesa de Cristo en Apo_3:5. El libro mencionado en Éxo_32:33 no es el libro de la vida descrito aquí, en Flp_4:3, y después en Apocalipsis (Apo_13:8; Apo_17:8; Apo_20:12; Apo_20:15; Apo_21:27), sino que se refiere al libro donde está el registro de los que están vivos (Sal_69:28). La amenaza, pues, no es el castigo eterno, sino la muerte física.

En la época de Juan, los gobernantes tenían un registro de cada ciudadano de una ciudad. Si alguno moría o cometía un grave delito, se borraba su nombre de ese registro. Cristo, el Rey del cielo, promete que nunca borrará el nombre de un verdadero cristiano del libro de aquellos cuyos nombres estaban “escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apo_13:8). Por el contrario, Cristo confesará el nombre de cada creyente delante de Dios el Padre, y delante de sus ángeles. Él confirmará que le pertenecen.

La carta a Sardis termina, como las otras seis, con una exhortación a prestar atención al consejo, los mandamientos y las promesas que contiene: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Las personas muertas espiritualmente, que aparentaban ser una iglesia, necesitaban prestar atención a la advertencia de Cristo de un juicio inminente. Los creyentes indiferentes tienen que despertar para salvar a su iglesia antes de que sea demasiado tarde. Y los pocos fieles pueden tomar aliento en el conocimiento de que su salvación está eternamente asegurada.

¿Qué le sucedió a Sardis? ¿Prestaron atención a la advertencia? ¿Llegó el avivamiento? El que un hombre destacado como Melitón sirviera como obispo de Sardis, varias décadas después que Juan escribió, hace pensar que al menos hubo algún avivamiento en Sardis. Hasta que vuelva Cristo, nunca es demasiado tarde para que otras iglesias moribundas encuentren el camino de la renovación espiritual.