Cristo ha llamado a su Iglesia a ser santa y mantener la pureza al
enfrentar el pecado en medio de ella. En realidad, la misma primera instrucción que Él dio a la Iglesia fue sobre la confrontación del pecado (Mat_18:15-17). La práctica
de la disciplina tiene un doble propósito: “Llamar a los creyentes que pecan a
que regresen a una conducta correcta, y sacar de la iglesia a los que
obstinadamente se aferran a su pecado”. En cualquier caso, se mantiene la
pureza de la iglesia.
A pesar de la clara enseñanza
bíblica, las iglesias a lo largo de la historia han tolerado el pecado,
siguiendo una norma como la de la iglesia de Tiatira, donde los miembros
estaban implicados tanto en adulterio espiritual como físico. Mediante los
esfuerzos de un falso maestro no nombrado, esos pecados se habían extendido en
la iglesia en Tiatira. La carta fue muy sobria, y marca una nueva fase en las
cartas a las siete iglesias. Hay un empeoramiento progresivo en las
características de esas siete iglesias, en las que se muestran como cada vez
más influenciadas por el mal. Esa espiral descendente alcanza su punto más bajo
en Laodicea.
TIATIRA: LA
IGLESIA QUE TOLERABA EL PECADO
La carta a la iglesia de Tiatira es la más
larga de las siete, aunque se dirige a la iglesia en la más pequeña de las
siete ciudades. Tiene un mensaje importante para la iglesia actual: las falsas
enseñanzas y el pecado no deben permitirse; ni siquiera bajo la bandera de la
tolerancia y la unidad. Una iglesia pudiera parecer a primera vista que tiene
un ministerio eficaz y que crece numéricamente, pero la inmoralidad y las
falsas enseñanzas, si no se confrontan, traerán juicio de parte de Dios contra
la iglesia.
El escritor
El Hijo de Dios, el que tiene ojos como
llama de fuego, y pies semejantes al bronce bruñido, dice esto: (Apo_2:18 b)
El título “Hijo de Dios” y las dos frases descriptivas
extraídas de la visión del Cristo resucitado en Apo_1:12-17 identifican al escritor como
el Señor Jesucristo. Las frases que se escogen aquí se
centran en su papel como Juez divino.
“Hijo de Dios” destaca la deidad
de Cristo, subrayando que Él es uno en esencia con el Padre. Este es un cambio
significativo en la forma de expresarse. En la visión registrada en el capítulo
1, se describe a Cristo como el Hijo del Hombre (Apo_1:13). El título Hijo del Hombre ve a Cristo en su capacidad para compadecerse de
las necesidades, pruebas y tentaciones de su Iglesia. Aquí, sin embargo, se
identifica a Jesús como “Hijo de Dios”, la única vez que aparece esta frase en
Apocalipsis. El énfasis está en su deidad, porque su manera de acercarse a la
iglesia en Tiatira es como Juez divino.
Como el divino Hijo de Dios,
Jesucristo tiene ojos “como llama de fuego”. Su visión penetrante lo distingue
todo. Apo_19:12 describe a Jesucristo en la gloria de su
Segunda Venida con ojos que “eran como llama de fuego”. Una
iglesia puede sentirse satisfecha consigo misma, tener una buena reputación en
la comunidad, o incluso entre otras iglesias. No obstante, los ojos de Cristo
ven las cosas tal y como realmente son.
La descripción de sus pies como
“semejantes al bronce bruñido” es similar a Apo_19:15, donde dice que Cristo “pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso”.
Que los pies de Cristo resplandezcan de forma brillante “semejantes al bronce
bruñido” describe su pureza y santidad al pisotear la impureza.
Esa aterradora descripción del
Señor Jesús debe haber creado conmoción cuando se leyó esta carta a la iglesia
en Tiatira. Vino como un entendimiento solemne de que Cristo juzgará el pecado
continuado y por el cual no haya habido arrepentimiento.
La iglesia
la iglesia en Tiatira (Apo_2:18 a)
Como las iglesias en Esmirna y Pérgamo,
la Biblia no registra nada acerca de la fundación de la iglesia en Tiatira. En Hch_16:14, Lidia, de la ciudad de
Tiatira, se convirtió bajo el ministerio de Pablo en
Filipos. El versículo 15 registra que los miembros de su familia también
abrazaron la fe en Cristo y fueron bautizados. Es posible que Lidia y su
familia participaran en el inicio de la iglesia en Tiatira. Lo más probable es
que la iglesia allí se fundó como parte del ministerio de Pablo en Éfeso (Hch_19:10).
La ciudad
Tiatira (Apo_2:18 a)
Desde Pérgamo, la más septentrional de las siete ciudades,
el camino romano se desviaba al este y luego al sudeste hacia Tiatira, a una
distancia de unos sesenta y cuatro kilómetros. Tiatira estaba situada en un
gran valle de norte a sur, que unía los valles de los ríos Caico y Hermo. Se
construyó en un país relativamente llano. Si bien la gran colina de Pérgamo le
proporcionó a esta ciudad protección natural, Tiatira estaba desprovisto de
fortificaciones naturales contra invasores potenciales.
Tiatira fue fundada por uno de
los sucesores de Alejandro Magno, Seleuco, como un puesto militar para guardar
la carretera que iba de norte a sur. Luego vino a estar bajo el control de
Lisímaco, quien gobernó en Pérgamo. Tiatira era la puerta a Pérgamo, y la tarea
de los defensores de Tiatira era demorar a los atacantes con rumbo a Pérgamo.
Lamentablemente, como Tiatira no tenía defensas naturales, la guarnición que
había allí no podía esperar resistir por mucho tiempo. La ciudad fue varias
veces destruida y reconstruida. Las escasas referencias a ella en la literatura
antigua, por lo general, describen su conquista por un ejército invasor.
Alrededor de 190 a.C., Tiatira
fue conquistada y anexada por los romanos, y disfrutó de la paz romana. La
ciudad entonces llegó a ser un floreciente centro comercial. Su carretera se
hizo importante en tiempos del Imperio Romano, ya que unía Pérgamo con
Laodicea, Esmirna y las regiones interiores. También sirvió como ruta de correo
para los romanos. En el tiempo en el que se escribió Apocalipsis, Tiatira
estaba entrando en su período de mayor prosperidad.
Tiatira fue célebre por sus
numerosos gremios, similares a los sindicatos obreros de la actualidad. La
principal industria de Tiatira era la producción de lana y de artículos
teñidos, pero inscripciones mencionan también gremios de trabajadores de lino,
fabricantes de prendas exteriores, tintoreros, los que trabajaban el cuero,
curtidores, alfareros, panaderos, comerciantes de esclavos y herreros que
trabajaban el bronce.
A diferencia de Pérgamo o de
Esmirna, Tiatira no era un centro religioso importante. El dios principal que
adoraban sus moradores era el dios griego del sol, Apolo. Tampoco parece haber
habido una considerable población judía. La presión que enfrentaron los
cristianos en Tiatira vino de parte de los gremios. Para mantener un trabajo o
echar a andar un negocio, era necesario ser miembro de un gremio. Cada gremio
tenía una deidad en cuyo honor se celebraban fiestas que incluían carne
sacrificada a los ídolos e inmoralidad sexual. Los cristianos enfrentaron el
dilema de participar o perder su empleo. La forma en la que algunos en la
iglesia de Tiatira estaban manejando la situación, hizo que Cristo se
preocupara mucho.
El elogio
Yo conozco tus obras, y amor, y fe, y
servicio, y tu paciencia, y que tus obras postreras son más que las primeras. (Apo_2:19)
Cristo elogió primero a la iglesia en
Tiatira antes de expresarle su reproche. Él les aseguró que no había olvidado
sus justas obras (Heb_6:10), las cuales dividió en cuatro categorías.
En primer lugar, los creyentes
de Tiatira estaban demostrando amor a Dios y amor los unos por los otros. En
ciertos aspectos, Tiatira era fuerte en lo que Éfeso era débil. Tiatira es la
primera de las siete iglesias en ser elogiada por su amor.
En segundo lugar, Cristo los
elogió por su fe. Aquí la palabra griega traducida “fe” se traduce mejor
“lealtad”. Los verdaderos cristianos de Tiatira eran responsables, confiables y
constantes (Apo_2:25).
Por la fe y el amor crecen “servicio y paciencia”. Los que
aman lo expresarán al ayudar a los demás. Los que son fieles resueltamente
perseverarán en la fe (Mat_16:24-26; Mat_24:13).
Los cristianos de Tiatira no solo poseían
esas virtudes, sino que también sus obras postreras eran “más que las
primeras”. Su amoroso servicio se hizo más constante y su fiel perseverancia se
hizo más fuerte. Estaban creciendo en gracia y haciendo prosperar la causa de
Cristo (2Pe_1:8). Por tal actitud eran elogiados.
El reproche
Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que
toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer
cosas sacrificadas a los ídolos. Y le he dado tiempo para que se arrepienta,
pero no quiere arrepentirse de su fornicación. He aquí, yo la arrojo en cama, y
en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las
obras de ella. Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que
yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según
vuestras obras. (Apo_2:20-23)
No todo andaba bien con la iglesia en Tiatira. El problema no era la
persecución externa, sino las concesiones internas (Hch_20:29-30). Cristo había
reconocido un serio error, haciendo que Él advirtiera “tengo unas pocas cosas
contra ti”. El empleo del pronombre singular “ti” señala esta frase en especial
al líder de la iglesia.
El pecado constaba de dos
partes. En primer lugar, violaron la enseñanza bíblica de que las mujeres no
deben ser maestras o predicadoras en la iglesia (1Ti_2:12). Eso los llevó a tolerar a la mujer Jezabel, que se dice profetisa. Segundo, le
permitieron enseñar algo erróneo. Como resultado, Jesús declara que “ella…
seduce a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos”.
Jezabel sin duda no era el
nombre verdadero de la mujer, pero sus acciones se parecían a las de la infame
esposa del rey Acab. Por lo tanto, Cristo la calificó con el nombre simbólico
de Jezabel. La Jezabel del Antiguo Testamento fue una mujer indescriptiblemente
perversa. Gracias a la malvada influencia de Jezabel, la adoración a Baal se
extendió por Israel (
1Re_16:30-31).
De igual manera, la mujer en Tiatira llamada Jezebel tuvo éxito en seducir a los siervos de Cristo para que fornicaran y comieran
cosas sacrificadas a los ídolos. Cualquiera que haya sido el contenido
específico de su falsa enseñanza, condujo a la mayoría de los creyentes de
Tiatira lejos de la verdad y la justicia.
La Biblia enseña que los
verdaderos cristianos pueden caer en la inmoralidad sexual (1Co_6:15-20) y en la idolatría (1Co_10:21). Guiar a otros cristianos a las falsas
doctrinas o a un modo de vida inmoral es un pecado muy grave, que merece el más severo castigo (Mat_18:6-10).2 En el caso de la Jezabel del Antiguo
Testamento, su vida terminó con una muerte horripilante (2Re_9:30-37).
Misericordiosamente el Señor le había dado a la falsa
profetisa de Tiatira tiempo para que se arrepintiera, pero no quiso
arrepentirse de su fornicación. Su rudo y final rechazo al arrepentimiento la
llevaría a un juicio terrible, que se presenta con la llamativa frase “He
aquí”. Como Jezabel no quiso arrepentirse, Cristo declaró: “yo la arrojo en
cama”. A la luz del carácter definitivo del rechazo de Jezabel a arrepentirse,
lo más probable es que la cama se refiera a la muerte y al infierno, el lugar
de descanso final para los que no quieren arrepentirse.
El juicio divino estaba a punto
de caer no solo sobre Jezabel, sino también sobre los que con ella adulteraron.
El Señor amenaza con arrojarlos “en gran tribulación”. Esta no es la
tribulación descrita en Apo_4:1-11; Apo_5:1-14; Apo_6:1-17; Apo_7:1-17; Apo_8:1-13; Apo_9:1-21; Apo_10:1-11; Apo_11:1-19; Apo_12:1-17; Apo_13:1-18; Apo_14:1-20; Apo_15:1-8; Apo_16:1-21; Apo_17:1-18; Apo_18:1-24; Apo_19:1-21, sino aflicción y problemas. Como fueron los cristianos pecadores los que habían
creído sus mentiras, el Señor no amenaza con lanzarlos al infierno como hizo
con la falsa profetisa. Él les promete un severo castigo si no se arrepienten
de las obras de ella.
Entonces Cristo declara: “a sus
hijos heriré de muerte”. Los hijos de Jezabel eran hijos espirituales. La
iglesia tenía unos cuarenta años cuando Juan escribió, así que la falsa
enseñanza de Jezabel había permanecido el tiempo suficiente para que surgiera
una segunda generación. Como hizo con Ananías y Safira, el Señor amenaza con
herirlos de muerte. Era demasiado tarde para Jezabel ya que su corazón estaba
endurecido por el pecado del que no se había arrepentido. Pero, Cristo, en su
misericordia, advirtió a sus seguidores que se arrepientan mientras todavía
había tiempo.
No se sabe cuántos en esa
iglesia respondieron a la advertencia de Cristo; pero trágicamente la iglesia
de Tiatira, en su conjunto, al parecer no le obedeció. La historia registra que
cayeron víctimas de la herejía montanista, un movimiento dirigido por un falso
profeta que reclamaba constante revelación de Dios aparte de las Escrituras. La
iglesia desapareció a fines del segundo siglo.
Cristo entonces dirige una
palabra de aliento a los verdaderos creyentes en la iglesia de Tiatira: “os
daré a cada uno según vuestras obras”. El juicio de Cristo se basaría en las
obras de cada persona. Los que fueran inocentes no recibirían castigo junto con
los culpables (Mat_7:16; Mat_16:27; Apo_22:12). Dios es el Juez justo “el cual pagará a cada uno conforme a sus obras” (Rom_2:6).
Las obras siempre han sido el fundamento del juicio divino. Sin
embargo, eso no quiere decir que la salvación
sea por obras (Efe_2:8-9; 2Ti_1:9; Tit_3:5). Los hechos de una persona
revelan su condición espiritual. Eso es lo que quiso decir Santiago
cuando dijo: “yo te mostraré mi fe por mis obras” (Stg_2:18). Al recibir la salvación, los cristianos son nuevas criaturas (2Co_5:17), “creados
en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que
anduviésemos en ellas” (Efe_2:10).
El mandato
Pero a vosotros y a los demás que están en Tiatira, a cuantos no tienen esa
doctrina, y no han conocido lo que ellos llaman las profundidades de Satanás,
yo os digo: No os impondré otra carga; pero lo que tenéis, retenedlo hasta que
yo venga.
(Apo_2:24-25)
Después de advertir a los que practicaban las falsas
doctrinas que se arrepintieran, Cristo dirige palabras de consuelo a los demás
que están en Tiatira, a cuantos no tenían la doctrina de Jezabel. Él, además,
definió a los verdaderos creyentes como aquellos que “no tienen esa doctrina, y
no han conocido lo que ellos llaman las profundidades de Satanás”. Jezabel y
sus seguidores decían poder descubrir las mismas profundidades de los dominios
de Satanás y permanecer espiritualmente ilesos. Como el espíritu pertenece a
Dios, su torcida lógica planteaba: ¿qué importancia tiene si el cuerpo va a una
fiesta idolátrica y participa en la inmoralidad sexual? Se creían libres para
explorar el mundo satánico y luego venir a adorar a Dios.
A los verdaderos creyentes que
no habían experimentado ese presunto conocimiento más profundo que proclamaban
esos herejes, Cristo dijo: “No os impondré otra carga”. Llevar la carga de
falsa enseñanza y esta forma inmoral de vida extendiéndose en su iglesia, a la
vez que resistir ellos personalmente a la tentación, era una carga suficiente
para ellos. Al final, Cristo los alienta: “lo que tenéis, retenedlo hasta que
yo venga”. El uso de la palabra enérgica krateō, que significa “retened” indica que no sería fácil. La venida de Cristo, como se
describe a la iglesia de Tiatira, era su venida a ellos para juicio. Pero les
exhortaba a “[seguir] lo bueno” (Rom_12:9) hasta la venida de Cristo.
El consejo
Al que venciere y guardare mis obras hasta
el fin, yo le daré
autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán
quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre; y
le daré la estrella de la mañana. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu
dice a las iglesias. (Apo_2:26-29)
“Al que venciere” y “guardare
las obras de Cristo hasta el fin”, Cristo le promete dos cosas. En primer
lugar, Cristo le “[dará] autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de
hierro, y ellas serán quebradas como vaso de alfarero”. Esa promesa, tomada del
Sal_2:7-9, es de la participación en el reino milenario. Los que siguen siendo fieles a Cristo, a
pesar de ser golpeados y despreciados en esta vida, gobernarán con Él en su
reino terrenal. Ejercerán autoridad sobre las naciones, gobernándolas con vara
de hierro (véase Apo_12:5; Apo_19:15). Esas naciones en el reino
milenario, que se rebelarán contra el gobierno de Cristo
y amenazarán a su pueblo, serán destruidas. Esas personas que reinarán con Él
protegerán a su pueblo y fomentarán santidad y rectitud. Cristo delegará
autoridad en ellos como Él también ha recibido autoridad de su Padre (Jua_5:22; Jua_5:27).
Cristo también prometió dar a sus fieles
seguidores “la estrella de la mañana”. Algunos relacionan la estrella de la
mañana con pasajes como Dan_12:3 y Mat_13:43. La promesa es que los
creyentes reflejarán la gloria de Cristo. Aunque los cristianos
reflejarán la gloria de Cristo, es mejor ver la estrella de la mañana como
Cristo mismo, un título que Él asume en Apo_22:16. Cristo prometió darse a conocer a los creyentes en toda su plenitud (cp. 1Co_13:12).
Las palabras finales, “El que tiene oído, oiga lo que
el Espíritu dice a las iglesias”, son una exhortación a poner en práctica el
mensaje de la carta a la iglesia en Tiatira. Se destacan tres importantes
verdades. En primer lugar, esta carta revela la gravedad de practicar y tolerar
el pecado, y que Dios juzgará en la iglesia el pecado. En segundo lugar, los
verdaderos cristianos se identifican por un modelo de obediencia. Por último,
la promesa misericordiosa de Dios es que, a pesar de las luchas contra el
pecado y el error en las iglesias, los cristianos experimentarán toda la
plenitud de Cristo al reinar con Él. Esas iglesias, como Tiatira, que no
prestan atención al mensaje, recibirán juicio divino. Las que sí prestan
atención a su mensaje recibirán bendición divina.
SARDIS: LA
IGLESIA MUERTA
Mientras los creyentes de Tiatira toleraban el pecado, los de Sardis
estaban muertos al pecado. La iglesia tenía
fama de ser viva, pero Cristo dijo que estaba muerta. Las tinieblas
espirituales de las falsas enseñanzas y la vida de pecado habían extinguido la
luz que había dentro, aunque algo de su fama pudiera aun permanecer.
Como el resto de las siete
iglesias, la iglesia de Sardis era una iglesia existente en la época de Juan.
Pero también simboliza las iglesias muertas que han existido a lo largo de la historia,
incluso en la actualidad.
El escritor
El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: (Apo_3:1 b)
Las descripciones del autor divino en cada una de las siete cartas se
toman de la visión de Apo_1:12-17. La carta a Sardis toma un
componente adicional del saludo en Apo_1:4, donde también aparece la frase “siete espíritus”. Esa frase pudiera referirse a Isa_11:2, donde se describe al Espíritu Santo como “el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de
inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de
temor de Jehová”. También pudiera referirse a la descripción simbólica del
Espíritu Santo como un candelabro con siete lámparas presentada en Zac_4:1-10. En ambos casos, la alusión es a la plenitud del Espíritu. Jesucristo es representado en su
iglesia por medio del Espíritu Santo.
Las siete estrellas son los
siete mensajeros o ancianos (Apo_1:20), uno de cada una de las siete
iglesias, quienes probablemente llevaron una copia del libro de Apocalipsis a
sus respectivas iglesias. La metáfora muestra a Jesucristo, el
soberano Señor de la iglesia, gobernando por medio de esos guías espirituales y
pastores.
La presentación que Cristo hace
de sí mismo nos da una idea de la severidad de la situación en Sardis. Es
sorprendente que no se presenta como el Juez divino (como lo hizo en Apo_2:18), aunque la iglesia en Sardis
enfrentaba un juicio inminente. En su lugar, Él
se describe como aquel que obra de forma soberana en su iglesia por medio del
Espíritu Santo y los guías espirituales. Esa presentación sirvió de
recordatorio a la iglesia de Sardis de lo que le faltaba. Necesitada del
Espíritu, la iglesia en Sardis estaba muerta.
La iglesia
la iglesia en Sardis (Apo_3:1 a)
Aunque en las Escrituras no se dan los detalles, es probable que la iglesia
en Sardis fuera fundada como parte del ministerio de Pablo en Éfeso (Hch_19:10). La persona más
importante de la iglesia de Sardis que la historia conozca es Melitón. Fue un
apologista, un defensor del cristianismo, que sirvió como obispo de Sardis a
fines del segundo siglo. También escribió el primero de los comentarios de
Apocalipsis que se conocen. La carta no habla de persecución, falsas doctrinas,
falsos maestros o forma de vida corrupta. Sin embargo, algunas combinaciones de
estas cosas estaban obviamente presentes en Sardis, ya que la iglesia había
muerto.
La ciudad
Sardis (Apo_3:1 a)
En grado notable, la historia de la iglesia en Sardis es paralela a la
de la ciudad. Sardis se fundó alrededor de 1200 a.C., y
había sido una de las más grandes ciudades en el mundo antiguo, capital del
fabulosamente rico reino de Lidia. Esopo, el famoso escritor de fábulas,
pudiera haber sido de Sardis. La mayoría de la riqueza de Sardis venía del oro
que se extraía del cercano río Pactolos. Los arqueólogos han encontrado
centenares de crisoles, usados para refinar oro, en las ruinas de Sardis.3 Al parecer, las monedas de oro y
plata se acuñaron primeramente en Sardis. La ciudad también se
beneficiaba de su ubicación en el extremo occidental de la carretera real que
conducía hacia el este a Susa, la ciudad capital persa, y de su proximidad a
otras importantes rutas de comercio. También fue un centro de producción de
lana y de la industria del vestido. Sardis hasta reclamaba el haber descubierto
cómo teñir la lana.
Sardis estaba ubicada a unos
cincuenta kilómetros al sur de Tiatira, en el fértil valle del río Hermo. Una
serie de espolones o colinas sobresalían de la cumbre del Monte Tmolos, al sur
del río Hermo. En una de esas colinas, a unos quinientos metros sobre el nivel
del valle, se alzaba Sardis. Su ubicación hacía que la ciudad fuera casi
invencible. La colina sobre la que Sardis estaba construida tenía muros de roca
lisos, casi perpendiculares en tres de sus lados. Solo desde el sur se podía
llegar a la ciudad, por un camino abrupto y difícil. El inconveniente para que,
de otra manera, fuera un lugar ideal, era que el espacio para que la ciudad se
expandiera era limitado. Con el tiempo, cuando Sardis creció, una nueva ciudad
surgió al pie de la colina. El lugar antiguo permaneció como refugio a donde
retirarse cuando hubiera amenaza de algún peligro.
Su aparente ubicación
inexpugnable hizo que los pobladores de Sardis se volvieran muy confiados. Esa
satisfacción de sí mismos, a la larga resultó en la caída de la ciudad. Por
causa de descuidos, Sardis fue conquistada. La noticia de su caída fue como una
onda expansiva a través del mundo griego. Un erudito describe el relato de la
caída de Sardis:
A pesar de una presunta advertencia contra la autosatisfacción de un dios griego al que consultó, Creso, el rey de Lidia, inició un
ataque contra Ciro rey de Persia, pero recibió una contundente derrota.
Regresando a Sardis para recuperarse y reconstruir su ejército para otro
ataque, fue perseguido de inmediato por Ciro, quien puso sitio a Sardis. Creso
se sintió completamente seguro en su inexpugnable situación en lo alto de la
acrópolis y vislumbró una fácil victoria sobre los persas, quienes estaban
acorralados entre las rocas perpendiculares de la ciudad de abajo, presa fácil
para que el ejército de Lidia, que se estaba reagrupando, la aplastara. Luego
de retirarse una noche cuando el drama se estaba desarrollando, se despertó
para descubrir que los persas habían logrado el control de la acrópolis
escalando una por una las abruptas murallas (549 a.C.). Los de Sardis se
sentían tan seguros que dejaron sus medios de acceso totalmente indefensos,
permitiendo a quienes escalaban que ascendieran sin ser vistos. Se dice que aun
un muchacho pudo haber defendido la ciudad de ese tipo de ataque, pero ni
siquiera había un vigilante designado para velar el lado que se creía
inaccesible.
La historia se repitió más de
tres siglos y medio después, cuando Antíoco el Grande conquistó Sardis
aprovechando los servicios de un experimentado escalador de montañas de Creta
(195 a.C.). Su ejército entró a la ciudad por otra ruta, mientras los
defensores, con despreocupada confianza, se sentían satisfechos con solo cuidar
el camino conocido, el istmo de tierra que se une al Monte Tmolos en el sur.
Sardis nunca recuperó su independencia, y con el
tiempo cayó bajo el dominio de Roma, en 133 a.C. Un terremoto catastrófico
destruyó la ciudad en 17 d.C., pero fue reconstruida con la generosa ayuda
económica del Emperador Tiberio. En agradecimiento, los pobladores de Sardis
edificaron un templo en su honor. Sin embargo, el objeto fundamental de
adoración de la ciudad era la diosa Cibeles, la misma diosa que adoraban en
Éfeso como Artemisa (Diana). Se celebraban las aguas termales que se hallaban
no lejos de Sardis como un lugar en el que los dioses manifestaban su presunto
poder de dar vida a los muertos, una nota irónica para una ciudad cuya iglesia
estaba muerta. En la época de Juan, Sardis era próspera, pero estaba decayendo.
Tanto la ciudad como la iglesia dentro de ella habían perdido su vitalidad.
El reproche
Yo conozco tus obras, que tienes nombre de
que vives, y estás
muerto… porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. (Apo_3:1-2 b)
Como la iglesia de Sardis estaba muerta espiritualmente, Cristo salta
el acostumbrado elogio y va directamente a su reproche. Aunque su apariencia
externa pudiera engañar a otros, la iglesia de
Sardis no podía engañar al omnisciente Cristo. Él dijo: “Yo conozco tus obras”. Con su infalible conocimiento,
dijo que la iglesia de Sardis estaba muerta. Estaba mancillada por el mundo,
caracterizada por una decadencia interior, y poblada de personas incrédulas que imitaban ser una iglesia.
La muerte espiritual en el Nuevo
Testamento está siempre relacionada con su raíz de pecado. Efe_2:1 describe a los incrédulos como “muertos en delitos y pecados”. La iglesia en Sardis era
como un museo en el que se exhiben animales disecados en su hábitat natural.
Todo parece estar normal, pero nada está vivo.
La iglesia de Sardis estaba solo
cumpliendo las formalidades. Cristo declaró que aquellas obras no eran
“perfectas delante de Dios”. Aunque suficientes para dar a la iglesia de Sardis
una buena reputación ante los demás, aquellas obras eran inaceptables ante los
ojos de Dios. Los miembros espiritualmente muertos que poblaban la iglesia de
Sardis estaban viviendo una mentira. Habían sido pesados en balanzas por el
Juez justo y hallados faltos (cp. Dan_5:27).
El elogio
Pero tienes unas pocas personas en Sardis
que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. (Apo_3:4)
En medio de esa iglesia muerta de incrédulos,
unos pocos cristianos verdaderos estaban esparcidos como flores en un desierto.
Sin embargo, no eran suficientes como para cambiar la evaluación global de
Cristo de que la iglesia estaba muerta. Pero Él no se había olvidado de los que
permanecieron fieles a Él (Mal_3:16-17; Heb_6:10).
Dios tenía su remanente aun en Sardis. Había algunos
seguidores sinceros de Cristo. Él describió al fiel remanente como los “que no
han manchado sus vestiduras”. La palabra griega traducida como “manchado”
también puede significar “amancillar” o “contaminar”.
Era una palabra que habría sido
conocida para los lectores en Sardis debido a la industria de teñir lana que
había en la ciudad; “vestiduras” simboliza el carácter en las Escrituras (Isa_64:6; Jud_1:23). El remanente fiel podía venir ante la presencia de Dios, porque no se habían contaminado o
corrompido, sino que habían manifestado su carácter piadoso.
Específicamente, Cristo dice de
esas personas que “andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas”.
En los tiempos antiguos, tales vestiduras se usaban para las celebraciones y
las fiestas. Como ellos no quisieron “contaminar sus vestiduras”, Cristo
reemplazaría esas vestiduras limpias, preservadas humanamente, con otras
divinamente puras (Apo_7:14). Las vestiduras blancas de pureza que
Cristo promete aquí y en el versículo 5 son las que usa el mismo
Cristo en otra parte (Mat_17:2; Mar_9:3) y los santos ángeles (Mat_28:3; Mar_16:5; Hch_1:10). A los que tienen ahora
santidad y pureza se les dará perfecta santidad y pureza en
el futuro.
El mandato
Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir;… Acuérdate,
pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no
velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. (Apo_3:2-3)
Cristo dirige el mandato al remanente fiel en Sardis. Si su iglesia iba
a sobrevivir, necesitaba desesperadamente vida. Cristo puso delante de ellos el
camino de la restauración espiritual al darles cinco
pasos a seguir.
En primer lugar, tenían que ser
“vigilantes”. No había tiempo para la indiferencia. El remanente de creyentes
tenía que observar lo que estaba sucediendo en su iglesia, evaluar la
situación, confrontar el pecado, e influir en la comunidad.
En segundo lugar, tenían que
“afirmar las otras cosas que están para morir”. “Cosas” aquí en el idioma original
no se refiere a personas, sino a realidades espirituales. Cristo exhortó a los
verdaderos cristianos de Sardis que soplaran la llama de las ascuas moribundas,
que representaban las gracias espirituales que aún quedaban en la iglesia.
El tercer paso para el remanente
fiel era que debían acordarse de lo que habían recibido y oído. Necesitaban
volver a las verdades de la Palabra de Dios, recordar el evangelio y la
enseñanza de los apóstoles. Por aquel tiempo ya estaban circulando las cartas
de Pablo (2Pe_3:15-16) y se había escrito el resto del Nuevo Testamento. Los creyentes en Sardis
necesitaban reafirmar su fe en la verdad acerca de Cristo, en lo relacionado
con el pecado, la salvación y la santificación. En cuarto lugar, luego de
volver a las verdades bíblicas, tenían que guardarlas. Creencias correctas sin
una vida obediente no traerán como resultado el avivamiento necesario.
Por último, tenían que arrepentirse. Con gran pesar,
los creyentes en Sardis debían confesar sus pecados y apartarse de ellos. Esos
cinco pasos, si se practicaban diligentemente, traerían como resultado la
renovación.
Las consecuencias serían severas
si no llegaba el avivamiento. Cristo les advirtió: “si no velas, vendré sobre
ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti”. La descripción de
Jesucristo que viene como ladrón siempre denota el concepto de juicio inminente
(Mat_24:43; Luc_12:39; 1Ts_5:2; 1Ts_5:4). La amenaza aquí no se relaciona con su Segunda Venida, sino con que el Señor vendría
y destruiría la iglesia de Sardis si no había un avivamiento.
El consejo
El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su
nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y
delante de sus ángeles. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las
iglesias.
(Apo_3:5-6)
Por último, Cristo describe las recompensas que
esperan a los que participaron en el avivamiento. Los verdaderos cristianos
serán “vestidos de vestiduras blancas”. En el mundo antiguo, las vestiduras
blancas también se usaban para ocasiones festivas como las bodas. Los
verdaderos cristianos usarían las suyas en la cena de las bodas del Cordero (Apo_19:7-9). También usaban vestiduras blancas los que celebraban victoria en la batalla.
Todo verdadero cristiano es victorioso por medio de Cristo sobre el pecado, la
muerte y Satanás. Sin embargo, las vestiduras blancas aquí representan
fundamentalmente pureza y santidad. Cristo promete vestir a los cristianos con
la brillantez de la pureza y santidad eternas.
Cristo promete además a cada
verdadero cristiano que Él no borrará su nombre del libro de la vida, sino que
“confesará su nombre delante del Padre, y delante de sus ángeles”.
Increíblemente, aunque el texto dice todo lo contrario, algunas personas
suponen que este versículo enseña que puede borrarse el nombre de un cristiano
del libro de la vida. Cambian la promesa de Dios en una amenaza.
Algunos señalan que Éxo_32:33 apoya la idea de que Dios
puede quitar el nombre de alguien del libro de la vida. En ese pasaje el Señor le dice a Moisés que “al que pecare contra mí, a éste raeré yo de
mi libro”. Sin embargo, no hay contradicción alguna entre ese pasaje y la
promesa de Cristo en Apo_3:5. El libro mencionado en Éxo_32:33 no es el libro de la vida
descrito aquí, en Flp_4:3, y después en Apocalipsis (Apo_13:8; Apo_17:8; Apo_20:12; Apo_20:15; Apo_21:27), sino que se refiere al libro
donde está el registro de los que están vivos (Sal_69:28). La amenaza, pues, no es el
castigo eterno, sino la muerte física.
En la época de Juan, los
gobernantes tenían un registro de cada ciudadano de una ciudad. Si alguno moría
o cometía un grave delito, se borraba su nombre de ese registro. Cristo, el Rey
del cielo, promete que nunca borrará el nombre de un verdadero cristiano del
libro de aquellos cuyos nombres estaban “escritos en el libro de la vida del
Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apo_13:8). Por el contrario, Cristo
confesará el nombre de cada creyente delante de Dios el
Padre, y delante de sus ángeles. Él confirmará que le pertenecen.
La carta a Sardis termina, como
las otras seis, con una exhortación a prestar atención al consejo, los
mandamientos y las promesas que contiene: “El que tiene oído, oiga lo que el
Espíritu dice a las iglesias”. Las personas muertas espiritualmente, que
aparentaban ser una iglesia, necesitaban prestar atención a la advertencia de
Cristo de un juicio inminente. Los creyentes indiferentes tienen que despertar
para salvar a su iglesia antes de que sea demasiado tarde. Y los pocos fieles
pueden tomar aliento en el conocimiento de que su salvación está eternamente
asegurada.
¿Qué le sucedió a Sardis? ¿Prestaron atención a la advertencia? ¿Llegó el avivamiento? El que un hombre destacado como Melitón sirviera como obispo de Sardis, varias décadas después que Juan escribió, hace pensar que al menos hubo algún avivamiento en Sardis. Hasta que vuelva Cristo, nunca es demasiado tarde para que otras iglesias moribundas encuentren el camino de la renovación espiritual.