¡Tengan cuidado! No dejen que su corazón se entorpezca con parrandas y borracheras, ni por las preocupaciones de esta vida.
No dejen que ese día los agarre desprevenidos, como una trampa, pues ese día vendrá sobre cada ser viviente de la tierra.
Manténganse siempre alerta y oren para que sean suficientemente fuertes para escapar de los horrores que vendrán y para presentarse delante del Hijo del Hombre.
Cada día Jesús iba al templo a enseñar y cada tarde regresaba a pasar la noche en el monte de los Olivos. Todas las mañanas, desde muy temprano, las multitudes se reunían en el templo para escucharlo.