Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se
recojan entonces ofrendas.
1 CORINTIOS 16.2
El modelo bíblico no nos obliga a una cierta cantidad o proporción de lo que debemos dar. En su lugar, el apóstol Pablo dice que los creyentes tienen completa discreción para dar en la medida en que Dios los prospera.
Esto refuta la afirmación de algunos cristianos que dice que los creyentes deben dar por lo menos el diez por ciento de sus ingresos a la obra del Señor, al igual que los antiguos israelitas tenía que hacerlo.
De alguna manera lo que da se corresponde generalmente solo al patrón del Antiguo Testamento. Usted paga impuestos para apoyar al gobierno (Romanos 13.6), al igual que los judíos dieron diezmos para apoyar su liderazgo (Levítico 27.30; Números 18.21; Deuteronomio 14.28–29; cp. Mateo 17.24–27; 22.15–21). En cuanto a la actitud, sin embargo, existe un paralelo directo. Usted debe decidir con alegría lo que va a dar (2 Corintios 9.7), al igual que los israelitas dieron con todo el corazón (Éxodo 25.1–2; 36.5–6; cp. 2 Samuel 24.24). Dios siempre se complace cuando su pueblo sigue estas directrices básicas de dar de manera proporcional y con sacrificio.
Si usted es rico, puede permitirse el lujo de dar mucho sin tener que cambiar su estilo de vida pero debe dar sacrificialmente, esto limita su indulgencia propia, a diferencia de los donantes ricos que precedieron a la viuda en el tesoro del templo (Marcos 12.41–44). Aunque no es fácil dar mucho cuando se tiene un ingreso bajo, esto no debe ser una excusa para no dar nada. Si empieza a ser generoso cuando tiene recursos modestos, es muy probable que le será mucho más fácil ser generoso cuando tenga muchas más riquezas (cp. Lucas 16.10).