Por lo tanto, no permitan que nadie los condene por lo que comen o beben, o porque no celebran ciertos días santos ni ceremonias por la luna nueva ni los días de descanso.
Pues esas reglas son sólo sombras de la realidad que vendrá. Y Cristo mismo es esa realidad. No dejen que los condene ninguno de aquellos que insisten en una religiosa abnegación de uno mismo o en el culto a los ángeles, al afirmar que han tenido visiones sobre estas cosas.
Su mente pecaminosa los ha llenado de arrogancia y no están unidos a Cristo, la cabeza del cuerpo. Pues él mantiene todo el cuerpo unido con las articulaciones y los ligamentos, el cual va creciendo a medida que Dios lo nutre. Ustedes han muerto con Cristo, y él los ha rescatado de los poderes espirituales de este mundo.
Entonces, ¿por qué siguen cumpliendo las reglas del mundo, tales como: ¡No toques esto! ¡No pruebes eso! ¡No te acerques a aquello!?