Me alegro cuando sufro en carne propia por ustedes, porque así participo de los sufrimientos de Cristo, que continúan a favor de su cuerpo, que es la iglesia.
Dios me ha dado la responsabilidad de servir a su iglesia mediante la proclamación de todo su mensaje a ustedes.
Este mensaje se mantuvo en secreto durante siglos y generaciones, pero ahora se dio a conocer al pueblo de Dios, pues él quería que su pueblo supiera que las riquezas y la gloria de Cristo también son para ustedes, los gentiles.
Y el secreto es: Cristo vive en ustedes, eso les da la seguridad de que participarán de su gloria.
Por lo tanto, hablamos a otros de Cristo, advertimos a todos y enseñamos a todos con toda la sabiduría que Dios nos ha dado.
Queremos presentarlos a Dios perfectos en su relación con Cristo. Es por eso que trabajo y lucho con tanto empeño, apoyado en el gran poder de Cristo que actúa dentro de mí.
Quiero que sepan cuánta angustia he sufrido por ustedes y por la iglesia en Laodicea y por muchos otros creyentes que nunca me conocieron personalmente.
Quiero que ellos cobren ánimo y estén bien unidos con fuertes lazos de amor.
Quiero que tengan la plena confianza de que entienden el misterioso plan de Dios, que es Cristo mismo, en él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento.
Les digo esto a ustedes para que nadie los engañe con argumentos ingeniosos, pues, si bien estoy lejos, mi corazón está con ustedes. Y me alegro de que viven como deben hacerlo y de que su fe en Cristo se mantiene firme.