Pues no estábamos inventando cuentos ingeniosos cuando les hablamos de la poderosa venida de nuestro Señor Jesucristo.
Nosotros vimos su majestuoso esplendor con nuestros propios ojos cuando él recibió honor y gloria de parte de Dios Padre. La voz de la majestuosa gloria de Dios le dijo: Éste es mi Hijo muy amado, quien me da gran gozo. Nosotros mismos oímos aquella voz del cielo cuando estuvimos con él en el monte santo. Debido a esa experiencia, ahora confiamos aún más en el mensaje que proclamaron los profetas.
Ustedes deben prestar mucha atención a lo que ellos escribieron, porque sus palabras son como una lámpara que brilla en un lugar oscuro hasta que el día amanezca y Cristo, la Estrella de la Mañana, brille en el corazón de ustedes. Sobre todo, tienen que entender que ninguna profecía de la Escritura jamás surgió de la comprensión personal de los profetas ni por iniciativa humana. Al contrario, fue el Espíritu Santo quien impulsó a los profetas y ellos hablaron de parte de Dios.