Jesús la tocó en la mano y la fiebre se le quitó. Entonces ella se levantó y le dio de comer a Jesús.
Al anochecer, la gente llevó a muchas personas que tenían demonios. Jesús echó a los demonios con una sola palabra, y también sanó a todos los enfermos que estaban allí.
Así, Dios cumplió su promesa, tal como lo había anunciado el profeta Isaías en su libro: Él nos sanó de nuestras enfermedades.