Inmediatamente después, Jesús insistió en que sus discípulos regresaran a la barca y comenzaran a cruzar el lago hacia Betsaida mientras él enviaba a la gente a casa.
Después de despedirse de la gente, subió a las colinas para orar a solas.
Muy tarde esa misma noche, los discípulos estaban en la barca en medio del lago y Jesús estaba en tierra, solo.
Jesús vio que ellos se encontraban en serios problemas, pues remaban con mucha fuerza y luchaban contra el viento y las olas. A eso de las tres de la madrugada, Jesús se acercó a ellos caminando sobre el agua. Su intención era pasarlos de largo pero, cuando los discípulos lo vieron caminar sobre el agua, gritaron de terror pues pensaron que era un fantasma.
Todos quedaron aterrados al verlo. Pero Jesús les habló de inmediato: ¡Tengan ánimo! ¡Yo estoy aquí! ¡No tengan miedo!.
Entonces subió a la barca, y el viento se detuvo. Ellos estaban totalmente asombrados