Pernambuco está de luto. Este estado del empobrecido nordeste brasileño ya suma 91 muertos por las fuertes lluvias en el área metropolitana de Recife, la capital, mientras los equipos de rescate y los voluntarios buscan a contrarreloj a más de 25 desaparecidos.
Las inundaciones, los deslizamientos de tierras y el colapso de casas se han ido intensificando este fin de semana, a pesar de que las lluvias comenzaron el martes pasado. Casi 5.000 personas se encuentran sin hogar o han sido desplazadas. En 14 municipios se ha declarado el estado de emergencia.
"Estamos trabajando con toda la fuerza, movilizando los recursos disponibles, buscando profesionales de varios estados brasileños con experiencia en rescate de deslizamientos de tierra, así como de apoyo a las áreas afectadas por tierra, agua y aire", comentó el secretario de Defensa Social, Humberto Freire.
Las lluvias también han azotado otros estados como Alagoas –con un muerto y 10.000 afectados–, Sergipe, Paraíba y Piauí. Pero el tamaño de la tragedia que se vive en Pernambuco recuerda a la de febrero en Petrópolis, en Río de Janeiro, cuando 178 perdieron la vida. También a las registradas en diciembre y enero en Bahía y Minas Gerais, con 26 y 30 muertes, respectivamente.
"Problemas similares tuvimos en Petrópolis, en el sur de Bahía, en el norte de Minas, o el año pasado en Acre. Lamentablemente estas catástrofes pasan, un país continental tiene sus problemas", comentó este lunes el presidente, Jair Bolsonaro, tras realizar un sobrevuelo en helicóptero por la zona afectada.
El mandatario intentó aterrizar en el lugar, pero por recomendación de los pilotos y "dada la inconsistencia del suelo", finalmente no lo hicieron.
"Estamos obviamente tristes y manifestamos nuestra voz de pesar a los familiares", señaló Bolsonaro, que anunció ayudas para las víctimas. Por su parte, el ministro de Desarrollo regional, Daniel Ferreira, detalló que 1.000 millones de reales (unos 198 millones de euros) serán destinados a la catástrofe.
El ultraderechista, que se encuentra en precampaña de cara a las elecciones de octubre, intenta enmendar el error cometido durante la tragedia de Bahía. Mientras los muertos aumentaban y miles de personas se quedaron sin hogar, él disfrutaba de sus vacaciones y se mostraba ante los fotógrafos paseando en una 'jet ski', una moto acuática.
Los problemas de las catástrofes de estos últimos meses son similares. No solo la meteorología o la topografía influyen en estas tragedias, también la vulnerabilidad de las precarias viviendas de la población, muchas de las cuales están alzadas en zonas de riesgo, como en cerros.
"De nada sirve recibir la alerta y no saber qué hacer. Recibí una alerta de que tiene lluvias fuertes, pero ¿a dónde voy? ¿A dónde voy a llevar a mi familia?", cuestiona Leonardo Farah, especialista en gestión de riesgos, en una entrevista al portal G1.
A su juicio, además de emitir alertas a la población también es necesario brindar condiciones de vivienda y mitigación de riesgo a las personas que puedan verse afectadas por deslizamientos e inundaciones.
En los mismos términos, se expresó Margarete Amorim, especialista en climatología urbana, en declaraciones a O Globo: "El tema principal es la ocupación de la tierra, el buen uso de la tierra. No hay trabajo para evitar más muertes, en Recife o en cualquier parte de Brasil, que no implique retirar a las personas de estas áreas. A largo plazo, se necesitan políticas públicas de vivienda".
Los expertos también abogan por la implantación de programas de reforestación de cuencas y pendientes, que sirven de barrera a los deslizamientos de tierra.