Tiempo después, al salir de la ciudad, Jesús vio a un cobrador de impuestos llamado Leví sentado en su cabina de cobrador. Sígueme y sé mi discípulo, le dijo Jesús.
Entonces Leví se levantó, dejó todo y lo siguió.
Más tarde, Leví dio un banquete en su casa, con Jesús como invitado de honor.
Muchos de los cobradores de impuestos, compañeros de Leví, y otros invitados comieron con ellos, pero los fariseos y los maestros de la ley religiosa les reclamaron severamente a los discípulos de Jesús diciéndoles: ¿Por qué comen y beben con semejante escoria?.
Jesús les contestó: La gente sana no necesita médico, los enfermos sí, no he venido a llamar a los que se creen justos, sino a los que saben que son pecadores y necesitan arrepentirse.