Desde hace tres décadas, el 24 de marzo, día del asesinato de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, canonizado el 14 de octubre de 2018, las Obras Misionales Pontificias italianas proponen una “Jornada de los Misioneros Mártires”, para vivirla en su memoria a través de la oración, la reflexión, el ayuno y las obras de caridad. Hace casi un año, el 10 de mayo de 2021, el Papa Francisco publicó la Carta Apostólica “Antiquum ministerium” que establece el ministerio del catequista, reconociendo oficialmente su papel fundamental en la evangelización, especialmente en las tierras y entre los pueblos de primera evangelización. “Los catequistas en tierras de misión realizan una preciosa e insustituible labor apostólica, por la que toda la Iglesia les está agradecida” (Papa Francisco, 21 mayo 2014).
Estas dos circunstancias, junto con la atención que la Agencia Fides siempre ha prestado a los misioneros asesinados, inspiran este Informe Especial dedicado a algunas figuras de “Catequistas Mártires”. De hecho, hay muchos catequistas en todos los continentes que han permanecido fieles al mandato recibido de anunciar a Cristo y su Evangelio, incluso hasta el sacrificio supremo de sus vidas. Hombres, mujeres e incluso niños, animados por el Espíritu, "motor" de la misión, han sido auténticos "testigos de sangre" de Cristo. Como escribe el Papa Francisco “La larga lista de beatos, santos y mártires catequistas, que ha marcado la misión de la Iglesia, merece ser conocida porque constituye una fuente fecunda no sólo para la catequesis, sino para toda la historia de la espiritualidad cristiana” (Antiquum Ministerium, 3). Por tanto, recordarlos no significa mirar al pasado, ya que su testimonio sigue evangelizando hoy y es fuente de vida para los nuevos cristianos.
Para algunos de ellos, la causa de beatificación y canonización ya está en marcha, como en el caso de la madre catequista Luisa Mafo y los 23 catequistas que fueron asesinados con ella en Guiúa, Mozambique, el 22 de marzo de 1992, durante la guerra fratricida que ensangrentó el país, mientras estaban reunidos con sus familias para un curso de formación. También ha sido completada la investigación diocesana para el catequista indígena Simão Bororo, martirizado con el P. Rodolfo Lunkenbein en la misión salesiana de Meruri, en Mato Grosso. Sus muertes, el 15 de julio de 1976, se inscriben en el duro ambiente de la demarcación de tierras y de la defensa de los derechos de los indios.
También hay varios catequistas-mártires que la Iglesia ha inscrito oficialmente entre los beatos. Algunos de ellos son los primeros beatos de su nación, un reconocimiento a su fe y a su trabajo en la causa del Evangelio: el catequista Isidoro Ngei Ko Lat, primer beato de Myanmar; el catequista Peter To Rot, primer beato de Papúa Nueva Guinea; el catequista Paul Thoj Xyooj, en el grupo de los primeros mártires de Laos.
Con frecuencia encontramos que murieron junto a los misioneros con los que realizaban la obra de evangelización, unidos tanto en la vida como en el testimonio supremo de la fe que anunciaban: el padre Mario Vergara y el catequista Isidoro Ngei Ko Lat en Myanmar; en Guatemala los mártires de la diócesis de Quiché y también el padre Tullio Maruzzo junto al catequista Luis Obdulio Arroyo; el padre Mario Borzaga y el catequista Paolo Thoj Xyooj en Laos. En los lugares donde no es posible la presencia permanente de sacerdotes, los catequistas siguen evangelizando, preparando a recibir los sacramentos, guiando la oración, ayudando a los necesitados, decididos incluso a pagar con su vida su profesión de fe: por ejemplo, los jóvenes catequistas ugandeses Davide Okelo y Gildo Irwa; el maestro de escuela y de fe Ramose Lucien Botovasoa, en Madagascar; Peter To Rot, afectuoso padre de familia y destacado catequista en Papúa Nueva Guinea.
Los obispos de Guatemala han escrito con motivo de la beatificación de los mártires del Quiché: “Bendita sea la sangre derramada por estos hermanos nuestros, porque con su testimonio nos han mostrado lo que significa amar a Jesucristo... Benditos sean los mártires de un pueblo indígena bendecido por la fe en Jesucristo, porque nos han mostrado hasta dónde puede llegar la entrega de un catequista o de un misionero”.
Por último, reportamos la lista de catequistas asesinados en los últimos años, según la información recogida por la Agencia Fides. No utilizamos para ellos el término “mártires”, salvo en su acepción etimológica de “testigos”, para no entrar en el juicio que la Iglesia pueda emitir eventualmente sobre algunos de ellos. A estas listas provisionales hay que añadir siempre la larga lista de los muchos, de los que quizás nunca tendremos noticias o cuyos nombres ni siquiera conoceremos, que en todos los rincones del planeta sufren y pagan con su vida su fe en Jesucristo. Esta muchedumbre, que no es de muerte sino de vida para toda la Iglesia, recuerda el libro del Apocalipsis, capítulo 7, donde ante el Trono y el Cordero había «una gran multitud, que nadie podía contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas... Son los que han pasado la gran tribulación y han lavado sus ropas, emblanqueciéndolas con la sangre del Cordero».
“El hombre contemporáneo escucha con más gusto a los testigos que a los maestros”, afirmaba el Santo Padre Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi, con una expresión muy conocida, que también retoma el Papa Francisco: “el mundo de hoy tiene gran necesidad de testigos. No tanto de profesores, sino de testigos. No habléis demasiado, sino más bien hablad con toda vuestra vida” (18 de mayo de 2011). Esto es lo que hicieron estos catequistas y, por tanto, su historia merece ser conocida.