No debemos ser como Caín, quien pertenecía al maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué lo mató? Porque Caín hacía lo malo y su hermano lo recto.
Así que, amados hermanos, no se sorprendan si el mundo los odia.
Si amamos a nuestros hermanos en Cristo, eso demuestra que hemos pasado de muerte a vida. Pero el que no tiene amor sigue muerto.
Todo el que odia a un hermano, en el fondo de su corazón es un asesino, y ustedes saben que ningún asesino tiene la vida eterna en él.
Conocemos lo que es el amor verdadero, porque Jesús entregó su vida por nosotros. De manera que nosotros también tenemos que dar la vida por nuestros hermanos.
Si alguien tiene suficiente dinero para vivir bien y ve a un hermano en necesidad pero no le muestra compasión, ¿cómo puede estar el amor de Dios en esa persona?
Queridos hijos, que nuestro amor no quede sólo en palabras; mostremos la verdad por medio de nuestras acciones.
Nuestras acciones demostrarán que pertenecemos a la verdad, entonces estaremos confiados cuando estemos delante de Dios.
Aun si nos sentimos culpables, Dios es superior a nuestros sentimientos y él lo sabe todo.
Queridos amigos, si no nos sentimos culpables, podemos acercarnos a Dios con plena confianza.
Y recibiremos de él todo lo que le pidamos porque lo obedecemos y hacemos las cosas que le agradan.
Y su mandamiento es el siguiente: debemos creer en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y amarnos unos a otros, así como él nos lo ordenó.
Los que obedecen los mandamientos de Dios permanecen en comunión con él, y él permanece en comunión con ellos. Y sabemos que él vive en nosotros, porque el Espíritu que nos dio vive en nosotros