Y de su plenitud recibimos todos

Y de su plenitud recibimos todos.
Juan 1:16
Estas palabras nos dicen que hay una plenitud en Cristo.
Hay una plenitud de la Deidad esencial, porque "en Él habita toda la plenitud de la Deidad". Hay una plenitud de virilidad perfecta, porque en Él, corporalmente, se reveló esa Deidad. Hay una plenitud de eficacia expiatoria en Su sangre, porque "la sangre de Jesucristo, Su Hijo, nos limpia de todo pecado". Hay una plenitud de justicia que justifica en Su vida, porque "ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús".
Hay una plenitud de prevalencia divina en su súplica, porque "Él es poderoso para salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos". Hay una plenitud de victoria en Su muerte, porque por medio de la muerte Él destruyó al que tenía el imperio de la muerte, que es el diablo. Hay una plenitud de eficacia en Su resurrección de entre los muertos, porque por ella "somos engendrados de nuevo para una esperanza viva". Hay una plenitud de triunfo en Su ascensión, porque "subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y recibió dones para los hombres". 
Hay una plenitud de bendiciones de todo tipo y forma; una plenitud de gracia para perdonar, de gracia para regenerar, de gracia para santificar, de gracia para preservar y de gracia para perfeccionar. Hay una plenitud en todo momento; una plenitud de consuelo en la aflicción; una plenitud de guía en la prosperidad. Una plenitud de todo atributo divino, de sabiduría, de poder, de amor; una plenitud que era imposible contemplar, y mucho menos explorar. "Agradó al Padre que en él habitase toda plenitud".
¡Oh, qué plenitud debe ser esta de la que todos reciben! La plenitud, en verdad, debe haber cuando la corriente está siempre fluyendo y, sin embargo, el pozo brota tan libre, tan rico, tan lleno como siempre. Ven, creyente, y suple todas tus necesidades; pide mucho, y recibirás mucho, porque esta "plenitud" es inagotable, y está atesorada donde todos los necesitados pueden alcanzarla, incluso en Jesús, Emanuel-Dios con nosotros.