En nuestro último estudio empezamos el nuevo tópico de la Salvación y bajo ese encabezamiento consideramos el «Cómo» de la salvación.
Rom 1:16 Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.
La forma en que la palabra salvación es empleada aquí y a través de todo el Antiguo Testamento es más amplia de lo que por lo general queremos significar cuando hablamos de la salvación. Hoy generalmente, usamos el término salvación cuando pensamos en aquello que viene a un hombre inmediatamente después de aceptar a Cristo como su Salvador. El uso que se hace en las Escrituras del término salvación incluye todas aquellas cosas en el pasado, presente y futuro que le ocurrirán al hombre que ha aceptado a Cristo como su Salvador.
Hoy consideraremos la primera de estas cosas.
1. LA JUSTIFICACION
Rom 3:20 ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.
Este pasaje nos dice que no podemos ser justificados sobre la base de nuestras obras.
Stg 2:10 Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos.
Aquí se nos recuerda que para ser justificados ante Dios sobre la base de nuestras buenas obras deberíamos ser perfectos: sin un acto o pensamiento pecaminoso desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte. La palabra Evangelio quiere decir Buena Nueva. Decirle a una persona «sé bueno» no es una buena nueva. Por ejemplo. si una persona está en presidio por algún crimen y alguien le dice «buena nueva», el prisionero mirará a través de los barrotes esperando el anuncio de una posible liberación. Si el mensaje del amigo en lugar de esto fuese: «sé bueno», seria tonto y cruel. Así es si dijéramos: «Sé bueno» al hombre ya envuelto en el pecado y marcado por su culpabilidad.
Luc 15:11 También dijo: Un hombre tenía dos hijos;
Luc 15:12 y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes.
Luc 15:13 No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.
Luc 15:14 Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle.
La historia del Hijo Pródigo dice muchas cosas al respecto. Entre ellas, que nuestra justificación no es el que hayamos sido hechos buenos -no es una virtud infusa. La justificación no es una obra labrada en nosotros. Cuando el pecador vuelve a Dios Padre mediante la fe en el Señor Jesucristo, el Padre no lo envía primeramente a ser purificado y luego lo recibe, sino que inmediatamente lo rodea con sus brazos. Los brazos del Padre nos rodean en el momento en que aceptamos a Cristo como nuestro Salvador, aun cuando llevamos todavía las marcas del pecado, así como el Hijo Pródigo llevaba las vestimentas y la suciedad del cuidador de cerdos.
Rom 4:1 ¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne?
Rom 4:2 Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios.
Rom 4:3 Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.(A)
Rom 4:4 Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda;
Rom 4:5 mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.
Rom 4:6 Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras,
Rom 4:7 diciendo:
Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas,
Y cuyos pecados son cubiertos.
Rom 4:8 Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado.
Rom 4:9 ¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los de la circuncisión, o también para los de la incircuncisión? Porque decimos que a Abraham le fue contada la fe por justicia.
Rom 4:22 por lo cual también su fe le fue contada por justicia.
Rom 4:23 Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada,
Rom 4:24 sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro,
Rom 4:25 el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.
La justificación es la declaración por parte de Dios de que somos justos a sus ojos, pues El nos ha imputado la obediencia de Cristo. Esto significa que Dios carga a la cuenta de Cristo nuestros pecados. El nos atribuye la obediencia de Cristo.
Es como si un niño pequeño entra en una tienda y compra más de lo que puede pagar. Luego llega el padre y dice: Cargue esto a mi cuenta. La deuda del niño queda borrada. El padre paga.
Cuando nosotros somos justificados, Dios carga el castigo que corresponde a la culpa de nuestro pecado a la cuenta de Cristo.
Rom 5:1 Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;
Una vez que somos declarados justos por Dios, hay paz entre Dios y nosotros.
Col 2:13 Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados,
Col 2:14 anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz,
No es que Dios pase por alto nuestros pecados. Dios no puede hacerlo, El es Santo. Es que nuestros pecados han sido realmente castigados en los sufrimientos de Cristo en la cruz.
Isa 38:17 He aquí, amargura grande me sobrevino en la paz, mas a ti agradó librar mi vida del hoyo de corrupción; porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados.
Miq 7:19 El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.
Una vez que hemos sido declarados justos por Dios es como si Dios hubiera dejado caer la culpa de nuestros pecados en el más profundo mar. La justificación no es meramente un perdón, sino, como ha sido dicho, una vez que somos justificados ocurre «simplemente como si jamás hubiéramos pecado».
Isa 53:4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.
Isa 53:5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
El fundamento para nuestra justificación es la obra perfecta de Cristo en el Calvario.
Rom 5:8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
Rom 5:9 Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.
Esta es la maravilla del amor de Dios, que mientras éramos pecadores Cristo murió por nosotros.
Porque Cristo ha muerto por nosotros (Rom 3:26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. ), Dios puede ser justo y aun declarar nuestros
pecados perdonados y asi justificarnos
Hch 13:38 Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados,
Hch 13:39 y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree.
El instrumento mediante el cual tomamos posesión de este gran don de Dios es el de la fe cn Jesucristo.
Rom 3:28 Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.
La justificación es por la fe, nada más.
Gál 2:16 sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.
Hay sólo un medio de ser justificado ante el Santo Dios: la fe en Jesucristo.
¿Qué es fe en Cristo? Al buscar un misionero una palabra nativa para fe, no podía encontrarla. Finalmente, se sentó en una silla y levantó sus pies del piso y preguntó qué palabra describía ese acto. Usó esa palabra para fe. Este es un cuadro exacto. Fe en Cristo es descansar en El sin reservas y no en nosotros mismos.