1 Pedro 4:17
El obrero cristiano nunca debe olvidar que la salvación es una idea de Dios, no del hombre; por lo tanto, tiene una profundidad insondable.
La salvación es la gran concepción de Dios y no una experiencia. La experiencia es solo la puerta por medio de la cual la salvación entra a nuestra vida consciente. Nunca prediques la experiencia; predica la gran idea de Dios que esta detrás de la experiencia. Cuando predicamos, no estamos proclamando simplemente la manera en que las personas se pueden salvar del infierno y ser hechas por Dios virtuosas y puras; estamos transmitiendo las Buenas Nuevas acerca de Él.
En las enseñanzas de Jesucristo siempre está presente un elemento de juicio, el cual es una señal del amor divino. Nunca te solidarices con alguien que encuentra difícil acercarse a Dios; el Señor no tiene la culpa. No es nuestro deber descubrir la razón de esa dificultad, sino presentar la verdad de Dios de tal manera que su Espíritu revele lo que está mal. La gran prueba de oro de nuestra predicación es que lleve a todos al juicio. Cuando se predica la verdad, el Espíritu Santo confronta a cada persona con Dios mismo.
Si alguna vez Jesús nos ordenara hacer algo que Él no pudiera darnos la capacidad de cumplir, sería un mentiroso. Y si hacemos de nuestra incapacidad una barrera o excusa para no obedecer, le estaríamos diciendo a Dios que hay algo que Él no ha tenido en cuenta. Todo elemento de confianza en nosotros mismos debe ser eliminado por el poder de Dios. En el momento que reconozcamos nuestra completa debilidad y dependencia de Él, su Espíritu manifestará su poder.