(2Ti_2:4).
Ya que el cristiano ha sido alistado por el Señor, y está en servicio activo para él, no debe enredarse en los asuntos de la vida diaria. El énfasis está en la palabra enredarse. No puede separarse por completo del negocio en el mundo, pues tiene que trabajar para proveer lo necesario para su familia. Es inevitable que exista una cierta participación en los asuntos de cada día, de otra manera tendría que salir del mundo, como Pablo nos lo recuerda en 1Co_5:10.
Pero no debe dejarse enredar. Tiene que guardar sus prioridades en el lugar adecuado. En ocasiones, aún las cosas que son buenas en sí mismas pueden llegar a ser enemigas de lo mejor.
William Kelly dice que: “enredarse en los negocios de la vida significa convertirse en su socio e implica una renuncia a separarse del mundo”.
Me enredo cuando me involucro en la política del mundo como medio para resolver los problemas del hombre. Eso sería como si emplease mi tiempo “arreglando sillas y mesas en el Titánic”.
Me enredo cuando pongo más énfasis en el servicio social que en el evangelio como un remedio para los males del mundo.
Me enredo cuando los negocios me dominan de tal manera que dedico mis mejores esfuerzos a hacer dinero. De esta manera, al ganar para vivir, pierdo mi vida.
Me enredo cuando el reino de Dios y su justicia ya no tienen el primer lugar en mi vida.
Me enredo cuando me absorben ciertas cosas que son demasiado pequeñas para un hijo de la eternidad, como las deficiencias minerales en el tomate y el berberecho, las costumbres de los antílopes de Wyoming durante el verano, el contenido micro-biótico de las camisetas de algodón, la reacción de los colorantes en las patatas fritas o los movimientos pos-rotacionales del ojo de la paloma. Estos estudios pueden estar bien como un medio para ganar el sustento pero no son dignos de la pasión de toda una vida.