¿Por qué no aniquila Dios al demonio?

Los demonios son una manifestación del poder de Dios en su atributo de la justicia. Por tanto la mera existencia de los demonios proclama que la Ley de Dios no se vulnera en vano. Ellos son una prueba de que la santidad de la Trinidad es inviolable. El que viola esa santidad se deforma a sí mismo transformándose en demonio. Hay una violación de esa Ley y de esa santidad que es reversible, pero si la voluntad opta por no retornar de esa transgresión, entonces la deformación se vuelve eterna. De ahí que los demonios dan gloria a Dios. Dan gloria a Dios con su existencia. Le glorifican sin quererlo, del único modo que pueden: siendo demonios. Ellos son la terrible prueba del orden divino. El que existan muestra el poder de Dios que contiene y castiga a seres tan poderosos.
Su existencia también es una muestra la santidad divina, pues en la historia de cada uno de ellos está el que Dios como un Padre les llamó tantas y tantas veces al arrepentimiento. Su existencia muestra su sabiduría, la sabiduría de su orden, un orden en el que hasta ellos tienen cabida. Mejor que nunca jamás hubieran existido demonios, pero la Creación es más rica, más variada, con la existencia de este tipo de entes maléficos. Hasta los seres deformes enriquecen la Creación con su mera presencia. Una catedral no sería más bella si arrancáramos de ella sus seres monstruosos e híbridos esculpidos en sus capiteles y gárgolas. No por esculpir sólo seres bellos es más bella una catedral gótica. Todo tiene su lugar, su razón de ser.
Los demonios como se ha dicho muestran de Dios su justicia terrible, su santidad y su sabiduría al crear tal orden en la Creación. Un orden tan perfecto el del Universo, que ni el mal destruye esa arquitectura divina. Hubiera sido preferible que no existiera el mal, pero ya que existe, hasta el mal engrandece más esa catedral dispuesta por la mente de la Santísima Trinidad. La catedral tiene sus altas torres, pero también sus criptas y subterráneos lóbregos.
Lo dicho puede parecer muy poético, pero hay momentos en que la Teología sólo puede expresar con poesía ciertos conceptos. Pero volviendo a la férrea lógica de los conceptos teológicos, hay que considerar por otro lado que los demonios no sufren en todos y cada uno de los momentos. De forma que incluso ellos gozan del don de la existencia. La existencia es un don. Y aun sufriendo en muchos momentos, aun viviendo una vida lejos de Dios, los demonios gozan del grado más bajo de felicidad, la felicidad de existir. Sufren en muchos momentos, pero en otros gozan de la potencia racional del conocimiento. De manera que incluso para ellos es preferible existir a no existir. Incluso para ellos Dios es bueno concediéndoles la existencia.
El ser es un bien, aunque sea sufriendo. Si se dejara de existir se dejaría de sufrir, pero se perdería la posibilidad de todo bien, por pequeño que fuera. El bien de la existencia en medio del sufrimiento es pequeño, pero real. Quien pierde la existencia pierde completamente todo.
Ahora bien, entonces por qué en la Sagrada Escritura se dice: "¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! Le era mejor no haber nacido" (Mt 26, 24). A este tema le he dado muchas vueltas y reconozco que para él no tengo una solución.
Por un lado considero que mi razonamiento es verdadero y explica por qué el Señor los mantiene en la existencia. Ya que Dios no desearía mantener existencias que son sólo sufrimiento y dolor en estado puro. Por lo menos, así me lo parece. Pero por otra parte, las palabras de Jesús parecen indicar que en una situación así, es preferible no existir.
Quiera Dios que alcance luces para entender esta paradoja. A veces, en un libro hay que dejar constancia de lo que se sabe, y de aquello de lo que se duda.