Porque el tiempo si esta cerca - Cartas a los creyentes de Esmirna y Pérgamo


2. Cartas a los creyentes de Esmirna y P
érgamo (Ap. 2:8-17)

A lo largo de su historia, cuanto más se ha perseguido a la Iglesia tanto mayor ha sido su pureza y su fuerza. Durante décadas, las iglesias en la antigua Unión Soviética y Europa oriental fueron oprimidas por sus gobiernos ateos y comunistas. Los creyentes siguen siendo perseguidos actualmente en algunos países. Se les prohíbe proclamar abiertamente su fe. Muchos son encarcelados y algunos han sufrido el martirio. En la antigua Unión Soviética, por ejemplo, las Biblias eran escasas. Sin embargo, esas iglesias no solo sobrevivieron, prosperaron. Cuando cayó el comunismo, se reveló una iglesia pura y poderosa, caracterizada por una fe genuina y un profundo celo por Dios.

ESMIRNA: LA IGLESIA SUFRIENTE

Las Escrituras vinculan la persecución con la fortaleza espiritual. Santiago escribió: “que la prueba de vuestra fe produce paciencia” que lleva espiritualmente a ser “cabales, sin que os falte cosa alguna” (Stg_1:2-4). Pedro alentó a los cristianos que sufrían con la verdad de que “después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca” (1Pe_5:10). La iglesia de Esmirna demostró el poder y la pureza que resultan de soportar la persecución. La persecución la había purificado de pecado y había afirmado la realidad de la fe de sus miembros. Los hipócritas no permanecen al enfrentar la persecución, porque los falsos creyentes no quieren el dolor. Las pruebas y las persecuciones fortalecen y refinan la genuina fe salvadora, pero destruyen la falsa fe.

Aunque ellos sufrieron física y económicamente, los cristianos de Esmirna se aferraron a sus riquezas espirituales. Es interesante que la iglesia en Esmirna es una de las únicas dos iglesias (junto con Filadelfia) que no recibió reprimenda en su carta de Cristo.

La Biblia enseña que la persecución y las pruebas son una parte inevitable y esencial de la vida cristiana (Hch_14:22; 2Ti_3:12). El ejemplo de la iglesia en Esmirna enseña a todas las iglesias sobre cómo responder adecuadamente cuando hay que enfrentar las pruebas.

El escritor

El primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió, dice esto: (Apo_2:8 b)

Como se acostumbraba en las cartas antiguas, Jesús se identifica al comienzo de la carta en vez de hacerlo al final. La descripción del escritor como “El primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió” lo identifica como el Cristo exaltado, descrito en Apo_1:12-20. “El primero y el postrero” es un título del Antiguo Testamento para Dios (Isa_44:6; Isa_48:12). Su aplicación aquí afirma que Él es igual en naturaleza a Dios. Él es el eterno e infinito Dios, que ya existía cuando todas las cosas fueron creadas, y que seguirá existiendo después que sean destruidas.

Sin embargo, asombrosamente, el Dios eterno se hizo hombre y estuvo muerto y vivió. 1Pe_3:18 revela que Cristo fue “Muerto en la carne, pero vivificado en espíritu”. Murió en su cuerpo humano como el sacrificio perfecto por el pecado, pero ahora vive y vive para siempre “según el poder de una vida indestructible” (Heb_7:16; cp. Rom_6:9).

Esta designación de Cristo era para consolar a los perseguidos creyentes de Esmirna. Conocedor de que pasarían tiempos difíciles, Cristo les recordó que Él trasciende este mundo y los faculta para hacer lo mismo. Aunque murieran a manos de sus perseguidores, junto a ellos está el que venció la muerte (Jua_11:25-26; Heb_2:14).

La iglesia

la iglesia en Esmirna (Apo_2:8 a)

Las Escrituras no mencionan la fundación de la iglesia en Esmirna, ni se menciona la ciudad en Hechos. Todo lo que sabemos se revela en esta carta. La iglesia probablemente se fundara durante el ministerio de Pablo en Éfeso (Hch_19:10) ya por Pablo o por alguno que se convirtió a través de él. A fines del primer siglo, la vida era difícil y peligrosa en Esmirna. La ciudad era un semillero de adoración al emperador. Bajo Domiciano llegó a ser un pecado capital el negarse a ofrecer el sacrificio anual al emperador. No es sorprendente que muchos cristianos enfrentaran la muerte. El más famoso de los mártires de Esmirna fue Policarpo, ejecutado medio siglo después del tiempo de Juan.

Se empleó en la traducción griega del Antiguo Testamento la palabra griega traducida “Esmirna” para traducir la palabra hebrea para “mirra”, una sustancia que se usaba como un perfume durante la vida (Mat_2:11) y en la muerte (Jua_19:39). Su asociación con la muerte describe perfectamente a la iglesia sufriente de Esmirna. Como la mirra, que se producía al machacar una planta aromática, la iglesia en Esmirna, oprimida por la persecución, despidió el aroma fragante de fidelidad a Dios.

La ciudad

Esmirna (Apo_2:8 a)

Esmirna era una ciudad antigua cuyos orígenes se pierden en la historia. Puede haberse fundado alrededor de 3000 a.C., pero el primer asentamiento griego data de alrededor de 1000 a.C. Alrededor de 600 a.C., Esmirna fue destruida por los lidios, y quedó en ruinas por más de tres siglos, hasta que dos de los sucesores de Alejandro Magno reedificaron la ciudad en 290 a.C. Fue esa ciudad reedificada la Esmirna mencionada en Apocalipsis.

Los ciudadanos de Esmirna eran tan leales a Roma que construyeron en 195 a.C. un templo en el que se adoraba a Roma. Un siglo después el mal pertrechado ejército del general romano Sulla se enfrentó a un crudo invierno. Cuando se anunció en una asamblea general de los ciudadanos de Esmirna la situación difícil por la que atravesaban los soldados romanos, ellos, según se dice, tomaron sus propias ropas y se las enviaron. Roma recompensó la lealtad de Esmirna escogiéndola sobre todas las demás candidatas como el sitio del nuevo templo dedicado al Emperador Tiberio (26 d.C.). Cuando un terremoto destruyó la ciudad a fines del segundo siglo, el emperador Marco Aurelio la reconstruyó.

Se decía que la ciudad era la ciudad más hermosa en Asia. Estaba situada en un golfo del Mar Egeo y tenía un excelente puerto. Esmirna también se beneficiaba de su ubicación en el extremo occidental de la carretera que corría a través del rico valle del Hermo. Además de la belleza natural de sus alrededores, la ciudad misma estaba bien diseñada. Se expandía desde la bahía hasta la ladera del Pagos, una gran colina cubierta de templos y otros edificios públicos. Las calles estaban bien trazadas, y las alejadas de la periferia tenían hileras de árboles. La calle más famosa de Esmirna, la “Calle de Oro”, hacía un arco alrededor de las laderas del Pagos. En un extremo estaba el templo de Cibeles y, en el otro, el templo de Zeus. Entre ambos extremos se hallaban los templos de Apolo, Esculapio y Afrodita.

Esmirna fue un centro notable de ciencia y medicina. Era también una de las varias ciudades que reclamaban ser el lugar de nacimiento del poeta Homero. Si bien con el tiempo se obstruyó el puerto de Éfeso y dejó de existir la ciudad, Esmirna sobrevivió a numerosos terremotos y fuegos, y existe en la actualidad como la ciudad turca de Izmir.

El elogio

Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás. (Apo_2:9)

Nada escapa a la visión del glorioso Señor de la iglesia de Esmirna, que conoce cada detalle acerca de sus iglesias. Comenzó su elogio asegurándoles a esos creyentes que Él conocía su tribulación. “Tribulación” literalmente significa “presión”, y es la palabra que por lo regular se emplea en el Nuevo Testamento para persecución o tribulación. La iglesia en Esmirna estaba enfrentando una intensa presión a causa de su fidelidad a Jesucristo, por tres razones.

En primer lugar, Esmirna había sido fanáticamente devota a Roma. La ciudad era un centro principal de culto y adoración al emperador. Los ciudadanos de Esmirna de buena gana ofrecían la adoración que el emperador Domiciano ahora estaba exigiendo de sus súbditos en todas partes. Aunque los cristianos voluntariamente se sometían a la autoridad civil del emperador (cp. Rom_13:1 ss), se negaban a ofrecerle sacrificios. Se les acusó pues de rebeldes y enfrentaron la ira del gobierno romano.

En segundo lugar, los cristianos rechazaban participar en religiones paganas en general. Los habitantes de Esmirna adoraban a una mezcla de dioses. El rechazo total de los cristianos a los ídolos paganos, unido a su adoración de un Dios invisible, hizo que se les considerara ateos. La mayor parte de la vida social de Esmirna giraba alrededor de la adoración pagana, y a los cristianos se les veía como antisociales por su rechazo a participar.

Por último, los creyentes en Esmirna afrontaban “la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga [del más grande blasfemo,] Satanás”. Esa dolorosa declaración afirmaba que los judíos que odiaban y rechazaban a Jesucristo eran tan seguidores de Satanás como los adoradores de ídolos (Jua_8:44). El uso que hace Jesús de un término fuerte “blasfemia” indica intensidad y severidad de la calumnia.

Por lo general, los judíos incrédulos acusaban a los cristianos de canibalismo (basándose en una mala interpretación de la Cena del Señor), de inmoralidad (basándose en una perversión del ósculo santo con el que se saludaban los creyentes), de desbaratar hogares (cuando uno de los esposos se convertía al cristianismo y el otro no, esto muchas veces causaba conflicto), de ateísmo (porque, como ya se dijo, los cristianos rechazaban el panteón pagano de deidades), y de deslealtad política y rebelión (porque los cristianos se negaban a ofrecer sacrificios al emperador). Con la esperanza de destruir la fe cristiana, algunos de los judíos ricos e influyentes de Esmirna informaron de esas blasfemas y falsas acusaciones a los romanos.

Lamentablemente, la hostilidad de la población judía de Esmirna hacia el cristianismo no era nada nuevo. El libro de Hechos a veces registra tal oposición inspirada por Satanás.1 En Esmirna, como había ocurrido antes, la hostil población judía diseminó opiniones negativas contra los cristianos.

La afirmación de que los judíos que perseguían a la iglesia de Esmirna “[decían] ser judíos, y no lo [eran]” ha hecho que algunos se pregunten si eran racialmente judíos. Desde luego que eran descendientes físicos de Abraham, pero no verdaderos judíos según la definición de Pablo: “No es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios” (Rom_2:28-29). Aunque esos eran judíos como raza, espiritualmente no lo eran.

El Señor era consciente no solo de la persecución que enfrentaba la iglesia de Esmirna, sino también de su pobreza. La palabra griega utilizada aquí para “pobreza” describe generalmente a limosneros, que no viven de su propio trabajo, sino de limosnas de otros.2 Muchos de los creyentes en Esmirna eran esclavos. La mayoría estaban desamparados. Los pocos que habían tenido posesiones, sin duda las habían perdido en la persecución.

La iglesia de Esmirna tenía todos los motivos humanos para derrumbarse. En vez de esto, permaneció fiel a Cristo, nunca, a diferencia de Éfeso, dejó su primer amor. Por eso Jesús le dijo: “Tú eres rico”. Ellos tenían lo que realmente importaba: la salvación, la santidad, la gracia, la paz, el compañerismo, un compasivo Salvador y Consolador. La iglesia de Esmirna era la iglesia rica espiritualmente, a diferencia de la iglesia de Laodicea, que era la iglesia rica económicamente, pero espiritualmente pobre (Apo_3:17).

El mandato

No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. (Apo_2:10 a)

Luego de elogiarlos por soportar fielmente la persecución, Jesús advirtió a los creyentes que aún faltaban cosas por venir. Primero, les ordenó que no temieran lo que iban a padecer. Él les daría la fuerza para soportarla. Como les dijo a sus discípulos en Jua_16:33 : “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”.

El Señor predijo específicamente que el Diablo iba a echar en la cárcel a algunos de ellos. El propósito de Dios en permitir encarcelamiento era para que fueran probados. Al soportar la prueba satisfactoriamente, probarían la realidad de su fe, serían fortalecidos (2Co_12:9-10) y probarían una vez más que Satanás no puede destruir la genuina fe salvadora.

Dios, que controla de manera soberana todas las circunstancias de la vida, no permitiría a Satanás atormentar a la iglesia de Esmirna por mucho tiempo. Jesús prometió que tendrían tribulación durante solo diez días. Aunque algunos ven los diez días como representando simbólicamente cualquier cosa desde los diez períodos de persecución bajo los romanos, o un período indeterminado de tiempo, hasta un tiempo de diez años, no hay razón exegética para interpretarlos como algo que no sea los diez días reales. El mayor asalto de Satanás sobre la iglesia local sería intenso, pero breve.

El consejo

Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte. (Apo_2:10 b-11)

Como se observó antes, Cristo no tenía motivos para amonestar a la iglesia fiel de Esmirna. Termina su carta con unas palabras finales de alentador consejo. El que prueba la autenticidad de su fe al permanecer fiel al Señor hasta la muerte, recibirá como recompensa la corona de la vida. La “corona” (recompensa, culminación, logro) de la genuina fe salvadora es la vida eterna, y la paciencia prueba la autenticidad de su fe al soportar el sufrimiento. Las Escrituras enseñan que los verdaderos cristianos perseverarán.

Como se observa en el capítulo 3, cada una de las siete cartas termina con la frase “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Esto destaca el significado primordial de lo que Dios dice en las Escrituras, y subraya la responsabilidad del cristiano de prestarle atención. La promesa al “que venciere” es para todos los cristianos, y promete que no sufrirán daño de la segunda muerte. Aunque los creyentes perseguidos pudieran sufrir la primera muerte física, nunca experimentarán la segunda muerte del infierno (Apo_20:14; Apo_21:8). Para enfatizar este punto, el texto utiliza la forma más fuerte en la que se puede negar en el idioma griego.

La perseguida, sufrida, pero fiel iglesia de Esmirna, se levanta en todo tiempo como ejemplo de quienes “con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia” (Luc_8:15). Puesto que lo confesaron fielmente delante de los hombres, Jesús los confesará delante del Padre (Mat_10:32).

PÉRGAMO: LA IGLESIA MUNDANA

La Biblia no titubea en condenar la mundanalidad por ser un pecado serio. La mundanalidad es cualquier preocupación por el sistema de vida material, que pone algo del mundo antes de lo que es eterno. Como los creyentes no somos parte del sistema del mundo (Jua_15:19), no debemos actuar como si lo fuéramos. Pablo escribió: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Rom_12:2). Primera Jua_2:15-17 pone en claro el deber de los creyentes de evitar la mundanalidad:

No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

La iglesia en Pérgamo, igual que muchas iglesias actuales, había dejado de prestar atención a las advertencias bíblicas contra la mundanalidad. Estaba cediendo ante el mundo y estaba en peligro de mezclarse con él.

El escritor

El que tiene la espada aguda de dos filos dice esto: (Apo_2:12 b)

“El que tiene la espada aguda de dos filos” es el Cristo resucitado (1:16). Él comunica esta carta a través del apóstol Juan. En esta carta, como en las de Éfeso y Esmirna, Cristo se identifica empleando una de las frases descriptivas de la visión de Juan en Apo_1:12-17; la espada aguda de dos filos se refiere a la Palabra de Dios. Heb_4:12 dice: “la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos”. El apóstol Pablo también emplea la metáfora de una espada para describir la Palabra (Efe_6:17). Los dos filos de la espada muestran el poder de la Palabra para descubrir los pensamientos más íntimos del corazón humano. La Palabra nunca tiene un filo embotado.

Esta descripción muestra a Cristo como juez y ejecutor. Describiendo su apariencia en la Segunda Venida, Juan escribe que “de su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso” (Apo_19:15). Esa no es una presentación positiva, sino amenazante. Es la primera presentación negativa de Cristo, porque la iglesia de Pérgamo enfrentaba un juicio serio. Se divisaba en el horizonte un desastre para esa mundana iglesia; había, y hay, solo un pequeño paso desde las concesiones con el mundo hasta el abandono total a Dios y el enfrentar su ira.

La iglesia

la iglesia en Pérgamo (Apo_2:12 a)

El libro de Hechos no registra la fundación de la iglesia en Pérgamo. Según Hch_16:7-8, Pablo pasó por Misia (la región en la que estaba situada Pérgamo) en su segundo viaje misionero, pero no se menciona que el apóstol predicara el evangelio ni que fundara una iglesia allí en ese momento. Lo más probable es que la iglesia de Pérgamo fuera fundada durante el ministerio de Pablo en Éfeso, cuando el evangelio se extendió desde allí por toda la provincia de Asia (Hch_19:10). Como la iglesia estaba rodeada de cultura pagana, estuvo expuesta continuamente a tentaciones, además de persecución severa por su postura contra la adoración del emperador.

La ciudad

Pérgamo (Apo_2:12 b)

Pérgamo quedaba a unos ciento sesenta kilómetros al norte de Éfeso, con Esmirna ubicada casi a mitad de camino entre las dos. Pérgamo no era una ciudad portuaria, sino que estaba situada a unos veintidós kilómetros tierra adentro desde el Mar Egeo. Sin embargo, como antigua capital de la zona, Pérgamo era considerada la ciudad más grande de Asia. El escritor romano Plinio la llamó “la ciudad más distinguida de Asia”.3 Para la época en la que Juan escribió Apocalipsis, Pérgamo había sido la capital de Asia por casi 250 años (desde 133 a.C). Pérgamo sobrevive hoy en la ciudad turca de Bergama.

La mayor parte de Pérgamo se construyó en una gran colina cónica, alzándose a unos trescientos metros por encima de la llanura. En el siglo diecinueve el afamado arqueólogo Sir William Ramsay comentó: “Más allá de todos los otros lugares de Asia Menor, ofrece al viajero la impresión de una ciudad real, la sede de la autoridad: la colina rocosa sobre la que se levanta es muy grande, y domina el gran valle del Caico [El valle del río] muy arrogante y audazmente”.4 La enorme biblioteca de Pérgamo (200.000 volúmenes escritos a mano) era superada solo por la de Alejandría. Tan impresionante era, que Marco Antonio más tarde la envió a su amante, la reina Cleopatra de Egipto. Según la leyenda, fueron los de Pérgamo los que inventaron el pergamino, para proporcionar materia escrita a su biblioteca. En la búsqueda por construir una biblioteca que rivalizara con la de Alejandría, el rey de Pérgamo del tercer siglo a.C. trató de traer al bibliotecario de la biblioteca de Alejandría a su ciudad. Lamentablemente, el gobernador egipcio se enteró del plan, se negó a permitir que saliera el bibliotecario, y prohibió que se siguiera exportando papiro a Pérgamo. Por la necesidad, los de Pérgamo desarrollaron pergaminos, hechos de pieles de animales tratadas, para usarlos como material para escritura. Aunque los pergaminos ya eran conocidos desde mil años antes en Egipto, fueron los habitantes de Pérgamo los encargados de difundir su uso en el mundo antiguo. Es posible que el término

pergamino se derive de la palabra Pérgamo.

Debido a su biblioteca, Pérgamo era un importante centro cultural y de aprendizaje. También era un centro de adoración a cuatro de las principales deidades del mundo grecorromano, y allí se encontraban templos dedicados a Atenea, Esculapio, Dionisio y Zeus. Eclipsando la adoración de todas esas deidades, estaba la devoción de Pérgamo al culto en el que se adoraba al emperador. Pérgamo edificó el primer templo dedicado a la adoración del emperador en Asia (29 a.C.) en honor del emperador Augusto. Más adelante, la ciudad construiría dos templos más como esos, en honor de los emperadores Trajano y Séptimo Severo. La ciudad se convirtió en el centro de adoración al emperador en la provincia, y los cristianos estaban en peligro de recibir daño, producto del culto de adoración al emperador. En otras ciudades, los cristianos estaban fundamentalmente en peligro el día del año en el que se les exigía que ofrecieran sacrificios al emperador. En Pérgamo estaban en peligro todos los días.

El elogio

Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de Satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás. (Apo_2:13)

A pesar de las circunstancias difíciles, los creyentes en Pérgamo mantuvieron valientemente su fe en Cristo. Él los elogió por seguir reteniendo su nombre, aun cuando vivían “donde está el trono de Satanás”. Se han ofrecido muchas sugerencias con relación a la identificación del trono de Satanás. Algunos lo identifican con el altar de Zeus en Pérgamo, un altar de treinta y seis por treinta y cuatro metros ubicado dentro de un patio circunscrito por una columnata que incluía un podio de casi cinco metros y medio de altura. Tal impresionante estructura pudiera fácilmente merecer la designación de “trono de Satanás”.

Otros relacionan el trono de Satanás con la adoración del dios Esculapio, predominante en Pérgamo. Esculapio era el dios de la sanidad, y las personas cruzaban el mundo antiguo para ser sanadas en su altar. A Esculapio se le describía como una serpiente, y en su templo deambulaban libremente serpientes no venenosas. Los suplicantes buscadores de sanidad dormían o se acostaban en el piso del templo, esperando que una de esas serpientes los tocara y recibieran sanidad. Tal simbolismo sin dudas les recordaría a los cristianos a Satanás (Apo_12:9). Durante el dominio del Emperador Diocleciano, algunos cristianos trabajadores de canteras fueron ejecutados por no querer esculpir una imagen de Esculapio.6

Otros señalan que, como se mencionó anteriormente, Pérgamo era un centro principal de culto al emperador en la provincia de Asia. La adoración al emperador representaba ciertamente la más grave amenaza para el cristianismo en Pérgamo. Fue por su negativa a adorar al emperador, no a los ídolos paganos, que los cristianos enfrentaron la muerte. Se podía entender fácilmente el trono de Satanás como una referencia al poderío de Roma bajo el “dios de este siglo” (2Co_4:4), que profiere contra el verdadero Dios por medio del culto al emperador.

Por cualquiera de estas razones, se podía justificadamente llamar a Pérgamo la ciudad donde está el trono de Satanás. En medio de esas difíciles y penosas circunstancias, los creyentes siguieron morando en Pérgamo. En otras palabras, residían allí. A pesar de la persecución que soportaron, los creyentes en Pérgamo siguieron reteniendo el nombre de Cristo, y no negaron la fe.

La iglesia en Pérgamo mantuvo su fidelidad aun en los días de Antipas, a quien Cristo describe como “mi testigo fiel fue muerto entre vosotros”. Nada se sabe con certeza acerca de Antipas aparte de lo que dice este texto. Es probable que fuera uno de los líderes de la iglesia de Pérgamo. Según la tradición, fue asado hasta morir dentro de un toro de metal, durante la persecución por el Emperador Domiciano. He aquí un hombre que pagó el precio máximo por no querer hacer concesiones. Debido a su fidelidad, el Señor resucitado elogió a Antipas con el título empleado en otros pasajes para referirse a sí mismo: “mi testigo” (Apo_1:5; Apo_3:14). La fidelidad y el valor de Antipas fueron una amonestación para los que estaban en Pérgamo, que estaban siendo tentados a ceder ante el mundo.

El reproche

Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación. Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco. (Apo_2:14-15)

La iglesia en Pérgamo seguía fiel a Cristo y a la verdad cristiana. Sin embargo, no todo andaba bien. Después de elogiar a los creyentes de allí, Cristo les informó: “tengo unas pocas cosas contra ti”. Su reproche era porque tenían a los que retenían la falsa doctrina. Aunque la mayoría de los creyentes en Pérgamo eran fieles a la verdad, había algunos que creían falsas doctrinas. Aunque muchos de los que están en el cristianismo en la actualidad hacen poco caso y dan poca importancia a la doctrina y la teología, esa no es la perspectiva de Cristo. Trágicamente, el resto de la iglesia estaba tolerando el error de los heréticos en vez de enfrentarlos. Como muchas iglesias en la actualidad, la iglesia en Pérgamo dejó de obedecer el mandato bíblico de practicar la disciplina de la iglesia (Mat_18:15-18).

Cristo estaba preocupado especificamente con dos herejías. La primera estaba asociada con un personaje del Antiguo Testamento. La segunda con una persona del Nuevo Testamento. En primer lugar, algunos estaban siguiendo la doctrina de Balaam. La historia de Balaam, un profeta a sueldo del Antiguo Testamento, se encuentra en Núm_22:1-41—25. Temeroso de los israelitas por lo que les habían hecho a los amorreos, Balac contrató a Balaam para que los maldijera. Después de tratar tres veces, sin ningún éxito, de maldecir a Israel, a Balaam se le ocurrió otro plan. Como no podía maldecir a los israelitas, decidió corromperlos enseñando a Balac a tentarlos para que comieran cosas sacrificadas a los ídolos, y cometieran fornicación. Tramó usar a las mujeres moabitas para que sirvieran de señuelo a los israelitas y los incitaran a la conducta del mundo impío que los rodeaba la cual suponía la inmoralidad sexual y la idolatría (Núm_25:1-18; Núm_31:16). Esa blasfema unión con Satanás y con los falsos dioses destruiría su poder espiritual. El plan de Balaam tuvo éxito. Pero Dios intervino y dictó sentencia contra Israel, exterminando a 24.000 personas (Núm_25:9), entre ellas a muchos de los líderes (Núm_25:4-5). La drástica acción detuvo en seco el descenso de los israelitas hacia la inmoralidad y la idolatría.

Al igual que los israelitas, que fueron seducidos por la falsa enseñanza de Balaam, algunos en la iglesia en Pérgamo seguían las enseñanzas de la cultura que les rodeaba (Jud_1:10-11). Pedro reprendió a los balaamitas en 2Pe_2:15-16 : “Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad, y fue reprendido por su iniquidad; pues una muda bestia de carga, hablando con voz de hombre, refrenó la locura del profeta”. De la misma forma en la que Dios juzgó severamente a Israel por tal modo de vivir, Cristo amenazó con hacer lo mismo aquí (véase 2Co_6:14-17). A pesar del ejemplo gráfico de Israel, algunos en Pérgamo persistían en seguir la enseñanza de Balaam. Ellos creían que se podía asistir a las fiestas paganas y aún unirse a la iglesia para adorar a Jesucristo. Sin embargo, Santiago escribió que “la amistad del mundo es enemistad contra Dios” (Stg_4:4; véase también 1Pe_2:11). El asunto de si los cristianos pueden participar en fiestas idolátricas se había establecido décadas antes en el Concilio de Jerusalén, que publicó una orden para que los creyentes se abstuvieran “de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación” (Hch_15:29).

La segunda herejía que se toleraba en Pérgamo implicaba a una figura del Nuevo Testamento llamada Nicolás. El contexto indica que la enseñanza de los nicolaítas condujo a la misma malvada actitud que tenían los seguidores de Balaam. Como se analizó previamente, Nicolás fue uno de los siete hombres escogidos para encargarse de la distribución de alimentos en Hch_6:1-15. No se sabe si se rebeló (como creían algunos padres de la iglesia primitiva) o si sus seguidores tergiversaran sus enseñanzas. Abusando de la libertad cristiana, los nicolaítas también enseñaban que los cristianos podían participar en las prácticas sexuales paganas. (Como observamos antes, los creyentes en Éfeso rechazaron por completo esta falsa enseñanza).

La mayoría de los creyentes en Pérgamo no participaban en los errores de estos dos grupos. Ellos permanecieron fieles a Cristo y a la fe cristiana. Pero, por tolerar a esos grupos y no ejercer la disciplina de la iglesia, ellos compartieron su culpa y acarrearon el juicio del Señor.

El mandato

Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca. (Apo_2:16)

El único remedio para cualquier conducta pecaminosa es arrepentirse. “Arrepiéntete” viene de una palabra griega empleada para describir un cambio de mente que tiene como resultado un cambio de conducta. Aunque la tolerancia es encomiada en nuestra cultura, tolerar enseñanzas heréticas o actitudes pecaminosas en la iglesia es pecado. Cristo les advierte: “vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca”. Toda la iglesia enfrentó el juicio de Cristo:

los herejes por practicar su pecado, y el resto de la iglesia por tolerarlo.

La iglesia no puede tolerar el mal. Pablo escribió a los corintios que orgullosamente toleraban a un hombre culpable de incesto, “No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa? Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois” (1Co_5:6-7). La meta de la iglesia no es proporcionar un ambiente en el que los incrédulos puedan sentirse cómodos. Debe ser un lugar donde ellos puedan escuchar la verdad y sentirse culpables de sus pecados para que puedan ser salvos (Rom_10:13-17). Amable (2Ti_2:24-26) y amorosamente, con gentileza pero con firmeza, a los incrédulos se les debe confrontar con la realidad de su pecado y la misericordiosa provisión de Dios mediante la muerte expiatoria de Jesucristo. El pecado nunca se suprimirá haciendo concesiones con él.

El consejo

El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe. (Apo_2:17)

Cristo concluye su carta con palabras de aliento. Como observamos antes, la frase “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” subraya la gran importancia de las palabras de Cristo y la responsabilidad de los creyentes de oírlas y obedecerlas. Las promesas se dirigen “al que venciere”, una frase que abarca a todos los creyentes (1Jn_5:4-5). Cristo promete tres cosas a los miembros fieles de la iglesia en Pérgamo.

En primer lugar, Él promete darles a comer del maná escondido. El maná era un pan con sabor a miel con el que Dios alimentó a los israelitas durante sus años de vagar por el desierto (Éxo_16:1-36). Según Éxo_16:33, los israelitas debían recordar esta provisión de Dios guardando una vasija con maná dentro del arca del pacto durante sus viajes. El maná escondido representa a Jesucristo, el pan de vida que descendió del cielo (Jua_6:48-51). Él proporciona sustento espiritual a los que ponen en Él su fe. El maná escondido simboliza todas las bendiciones y los beneficios de conocer a Cristo (Efe_1:3).

Ha habido mucha especulación acerca de lo que simboliza la piedrecita blanca. Algunos la vinculan con el Urim y Tumim en el pectoral del sumo sacerdote (Éxo_28:15; Éxo_28:30). Esas piedras se usaban para determinar la voluntad de Dios y representaban el derecho del sumo sacerdote a solicitar dirección de Dios para el líder que no podía acercarse a Dios directamente. De alguna forma, Dios hizo que esas piedras comunicaran su voluntad. Según esta opinión, por esta piedrecita blanca Dios promete a los vencedores el conocimiento de su voluntad. Otros identifican la piedrecita blanca como un diamante, la más preciosa de las piedras, simbolizando el don de la vida eterna que Dios da a los creyentes. Sin embargo, parece mejor entender la piedrecita blanca a la luz de la costumbre romana de recompensar con piedras blancas a los que vencían en las competencias deportivas. Una piedra blanca, en la que se inscribía el nombre del deportista, servía como su boleto para un banquete especial de premios. Según ese punto de vista, Cristo promete a los vencedores entrada en la celebración en el cielo por la victoria eterna.

Habrá un nombre nuevo escrito en la piedrecita, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe. Como indica la frase, no podemos saber cuál es ese nombre nuevo hasta que lo recibamos (Deu_29:29). La palabra griega traducida aquí como “nuevo” no significa nuevo en contraposición a viejo, sino nuevo en el sentido de tener una característica diferente. El nombre nuevo servirá como el pase de cada creyente a la gloria eterna. Reflejará únicamente el especial amor de Dios por cada uno de sus hijos verdaderos.

La iglesia de Pérgamo enfrentó la misma decisión que enfrenta cada iglesia actualmente. Podía arrepentirse y recibir la bendición de la vida eterna en la gloria del cielo, o podía no arrepentirse y enfrentar la atemorizante realidad de que el Cristo le declarara la guerra. Mantener el camino de las concesiones, al final lleva al juicio.